"El tiempo y el aire son iguales, sabemos que estan aquí pero nunca los vemos"
"Con mantas de oscuridad, coronas de espinas y ojos brillantes, los dioses siguen aquí; entre sus castillos de piedra y bestias horrendas, ellos esperan el momento de vol...
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— 𝓓𝓪𝓮𝓷𝓪 —
Nadie se paraba por la casa, colgamos los últimos arreglos y entrenamos dentro. No habíamos vuelto a hablar del tema.
Cuando la puerta se abrió de nuevo, Lucien y Jurian volvían, sorprendidos al ver el lugar arreglado. Serví algo de té o más bien agua con miel, las hierbas se habían echado a perder.
Nos contaron la travesía que pasaron en la primavera, el trato rudo que hubo con algunos señoríos al noroeste en la frontera con otoño, Tamlin actuaba como si pudiera ver. Aunque algo les decía que ya comenzaba a recuperar la vista.
El macho que llamó general, estaba poniendo el orden con los demás poblados y la gente de toda la corte, claro, hablando bien del alto lord, aun así la incertidumbre de la corte por Tamlin era palpable. Lo visitaban mucho de la corte, de la noche y del verano. Algunas veces Cassian y otras un príncipe del verano.
De vez en cuando salían algunos comentarios hirientes para la persona que no estaba presente.
—Lo bueno de que estén aquí, es que ustedes podrán ir a comprar lo que necesitamos
—¿Aún necesitan más?
—Así es —le pasé una hoja a Jurian, este apenas si la vio y la lanzó a Vassa.
—¿Por qué no van ustedes?
—No me gusta la nieve
—Nadie vende eso en las madrugadas. —Lucien tomó la hoja y la leyó.
—¿Tiene dinero para todo esto? — chasqué los dedos, aparecieron las dos bolsas de monedas.
—¿De dónde las sacaron? ¿Te atreviste a robar Vassa?
—¡Yo no robe idiota!
—Descubrimos que soy buena para apostar y ganar en el juego de cartas
—¿Pueden ir a una taberna, pero no salir? —preguntó Lucien
—Todo eso pasó antes de que comenzara a nevar —ambos nos vieron engañando. Jurian tomó uno de los sacos y lo pesó en su mano.
—Podrá alcanzar
—También compren regalos
—¿Qué?
—Vamos a celebrar navidad aquí
—¿Por eso tanta bulla? —repitió Jurian, moviendo uno de los moños del sillón.
—¿Lucien? —aprecia entretenido con sus pensamientos.
—Yo, todavía tengo que ir al norte
—Entonces ve, no hay problema, pero si puedes llegar, sería mucho mejor
