ℂ 𝕒 𝕡 í 𝕥 𝕦 𝕝 𝕠 𝟙𝟞

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𝓟𝓾𝓮𝓻𝓽𝓸 𝓿𝓮𝓻𝓭𝓮

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𝓟𝓾𝓮𝓻𝓽𝓸 𝓿𝓮𝓻𝓭𝓮.

El puerto era más pequeño que el del continente. 

Ajuste mi capucha, no vi al capitán, aquí no sentía tanta magia, el olor del mar estaba impregnado en el aire, apreté la bolsa contra mí, los hombres y mujeres estaban casi vestidos como yo, incluso se podría decir que era casi igual a ellos, mis nuevas orejas y dientes eran la diferencia. Ajuste la capa, era medio día, hacía mucho calor, las calles estaban llenas de puestos; muchas cajas de madera estaban apiladas al extremo norte, no entendía bien a qué reino humano había llegado, entre en el mar de gente, hablaban muy rápido como para entender, algunas casas tenían ventanas enormes por las cuales se apreciaban vestidos y accesorios, algunos puestos simplemente tenían letreros o compradores rodeándolos, había pequeños hombres... ¿Cómo sé traducir la palabra? Creo que eran niños, crías humanas, con algunas mujeres, otros solos en ¿manadas, grupos?, grupos, en algunos puestos o jugando entre las personas, alguien choco contra mí, solté mi bolsa, quejándome, pase mi mano por mi pecho y no sentí el lazo de mi bolsa. Otra vez no... Aquella mata de cabello sucio se escabulló entre las personas, no dude en seguirlo.

—¡Tú! —se tensó, encontré su mirada y comencé a perseguirlo, empujaba a todos lejos, para no perderlo, el aire se escapaba de mis pulmones, giro entre calles, hasta meterse entre dos casas, al ver había un muro al final, pero ahí estaba, llevo su mano golpeándose la cabeza, fallo en la huida, primero forme la frase y luego solo hable.—Eso no es tuyo... 

Respiraba con fuerza, me miró apretando la bolsa contra su pequeño cuerpo, sus mejillas estaban sucias, algo de su ropa estaba rota, pero en sus ojos vi el hambre y el odio, la punta de un arma salió de su ropa señalándome. 

—No te tengo miedo, a ninguno de los tuyos —era un monstruo para él, ¿cómo un niño podría tener tanto odio? ¿Cómo alguien podría dejarlo solo?, su cuerpo temblaba.

—Bien... Es bueno no temer... Pero... Quiero mi bolsa —di un paso tras otro, ¿qué les metían en la cabeza a estos críos? Parecía un animal salvaje, no un niño, dio un tajo en el aire, el aroma que salía de él era nefasto. —Si me das eso... Te daré algo más grande...

—¡No quiero nada que venga de tus sucias manos! —odio, odiaba a los faes... Tan pequeño y con tanto odio.

—Eso es de un fae... Eso fue tocado por mis manos...—gruñó— te daré algo...—¿qué más hacían los faes? Mentiras... Ellos no mentían. —si te miento, mi lengua caería... Seguía sin confiar, pensó un rato hasta que lanzó la bolsa a mis pies, me agache para tomarla y meter el papel que había salido.

—Cumple...—saque tres monedas de bronce, las mostré, me las arrebató. —Para ser un niño... Eres salvaje.

—Nadie pidió tu opinión sucia fae —luego escupió en el suelo, ¿qué significaba?

—¿Por qué me robaste? ¿Dónde está tu madre? —el dolor atravesó sus ojos, me señaló exclamando.

—Murió, igual que mi padre, por tu culpa. —Yo no hice nada...

La Diosa De La Oscuridad ✴Where stories live. Discover now