ℂ 𝕒 𝕡 í 𝕥 𝕦 𝕝 𝕠 𝟞𝟠

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◆◆ 𝓓𝓪𝓮𝓷𝓪 ◆◆


Abrí la puerta con fuerza, la daga de Jurian se incrustó en algún lado detrás de mí. 

—¡¿Qué carajo?! —lo abracé, se quedó quito, palmeo mi espalda cuando comprendió quién era. —¿Te dejaron libre? 

—Tal vez... —no sentí ningún tirón en el pecho, o algún mareo. Si él cumplía con su palabra era libre. 

—¿Estás bien? —sentí comezón en la muñeca, lo dejé sonriéndole. 

—Estoy bien 

 —Estará contenta de verte — tragué toda emoción. 

Era extraño que ella no apareciera aún, me sirvió algo de comer, el sabor aliviaba mis penas. 

Escuché los pasos en la escalera, le sonreí al verla, la abracé tan fuerte, escondiéndome en su hombro. 

 —Tranquila, todo estará bien —acaricio mi cabello con calma —¿dónde está tu compañero? 

Nublar, mi caballo seguía en el norte, no podía ser. 

 —Está descansando en otro lugar, lo traeré algún día. 

Preguntaron por Lucien, les conté que estaba bien, no preguntaron más sobre mi llegada. 

Intentaba dormir cuando amaneció, seguía inquieta, temerosa que en cualquier momento muriera o apareciera frente a Thesan, y esta vez si me dejara en una prisión. 

Había otra sensación, la de manos cálidas, la presión en mis labios. No sabía que me importaba más. Cubrir mi rostro, solo fue una vez, era un trato. 

Los siguientes días, estuve desvelándome, cuidando el cielo y el bosque, por si visitas inesperadas aparecieran. Lucien llegó, sabía lo que hizo por mí, lo abracé temblando de pies a cabeza, pidió ver, no lo negué, vi la tristeza en su rostro. 

—Estoy bien 

—Es suficiente —ojalá fuera cierto. 

Cuando el otoño apareció, barrí las hojas secas, corte las calabazas y termine de hacer una escoba con las ramitas secas. Fue mi aventura de temporada. No tuve noticias de nadie, eso era bueno. 

Regresé a casa luego de vender la cosecha en el mercado. 

 Cambié mi apariencia, quité los dientes filosos, mi cabello era más rizado.

Vassa me había pedido que hiciera un platillo especial, para un invitado la ayude. Moví la sartén y retiré del fuego el complemento, Jurian apareció metiendo la cuchara y probando. 

—Es delicioso. 

—Que bien, pero apreciemos el fino corte de las zanahorias —expuse a contraluz el cubito anaranjado. —¡Oye! 

La Diosa De La Oscuridad ✴Where stories live. Discover now