ℂ 𝕒 𝕡 í 𝕥 𝕦 𝕝 𝕠 𝟙𝟙

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Me cambie antes de que ellas entraran, coloque una de las capas de lana, ya que tendría más tiempo, podría seguir con la escritura incluso intentar copiar uno de los mapa, afuera seguía nevando; al empujar la gran puerta del comedor y ver a la mesa, me quedé quieta, nuestras miradas se encontraron, la suya bajó hasta mis manos, camina, la comida ya estaba en la mesa, incluso había agua caliente, antes que preguntara, me incline caminando para tomar un lugar que ya estaba asignado, aún veía mis movimientos, deje la tinta y el pergamino sobre la mesa.

—¿Sabes escribir? —recta, asentí— ¿Quién te enseño?

—Mi madre... —suspiro, los objetos levitaron hasta estar a su alcance, antes de que escribiera hable — quería escribirle...no me ha visto hace mucho tiempo, tal vez así estará menos intranquila

—¿Tanto la quieres? —mi estómago se hizo pequeño. 

—Solo es una carta...

—Cuando la termines, entrégamela —devolvió las cosas, tome la cuchara comenzando a comer.—Supe lo de la comida...

—No se desperdicio nada, además comí mucho

—Daena, puedes pedirme todo lo que desees —la serpiente de bruma me miraba, acercándose a mí, subió por mi brazo, enrollándose en mi cuello, podía sentir sus escamas, incluso el sonido de estas.

—Entrégale la carta...eso quiero...nadie la puede leer, solo ella —frunció el ceño, pero aun así aceptó, sentí la lengua del reptil en mi mejilla, tomé de mi vaso

—Le agradas.

La silla giró hacia él, la copa se fue, no se movió, el se puso de pie, inclinándose hacia ella, dejando sus manos sobre los brazos de la silla, la serpiente se colocó bajo su mentón, alzándole el rostro, con cuidado dejo un beso sobre la piel, luego otro en su mejilla, con manos dudosas la acariciaron, para luego delinear sus labios, él deseaba volver a tocarlo.

Quieta, estaba tan quieta que sabía que moverse sería un error, cerró los puños con fuerza, sintiendo su piel arder, se inclinó más hacia ella, besándola, el agua subió, le escocía la boca, tomándola del rostro la siguió besando, cerró los ojos, basta, las lágrimas volvían, basta, entonces la tierra tembló, se apartó de ella, las puertas se abrieron con rapidez, xonen entraron, viendo por un momento para apartar la vista.

—¡No, les dije!

—Es demasiado... —irritado volvió a besarla, alejándose con ellas detrás.

La presión se fue, dejé caer mi cabeza ocultando las lágrimas, el fuego brillo, cuando me levante la mesa y la silla se alejaron a la vez, tomé el jarrón de agua bebiendo para limpiarme la boca, restregué una y otra vez mi mano, podía sentirlo aun. 

La Diosa De La Oscuridad ✴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora