ℂ 𝕒 𝕡 í 𝕥 𝕦 𝕝 𝕠 𝟝𝟘

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— 𝓓𝓪𝓮𝓷𝓪 —

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— 𝓓𝓪𝓮𝓷𝓪 —

Metí las manos en el agua, los lazos oscuros nadaban entre mis dedos, semanas pasaron desde ese momento. El ritual funcionó muy bien, recordaba a Minh, lo que el antiguo me dijo, lo que vi, lo que hice. 

Cuando ellos preguntaron, las mentiras fluyeron con facilidad. Conté que me llevó a una cabaña en el medio, me preguntó muchas cosas que no entendía, intentó ahogarme en un pantano y luego me dejó lejos. 

 Me molestaba que yo tuve que pagar el precio para recordar, deseaba que hubieran sido ellos. Visité de nuevo la tumba de Minh, lloré mucho. Leía las mentes de todos. Sabía que bajo esas sonrisas y gestos amables, algunos me culpaban por su muerte, Nirav lo hacía. 

Comencé a bailar de nuevo, me reunía con ellos y conversaba. Me volví más social, más no confiada. En las noches, mejoraba el control de mi magia. La compañía teatral a la que me uní, comenzó a dar show los fines de semana, mi primera vez en el escenario, sentí mi corazón explotar. Después solo fue tiempo de acostumbrarme. 

Astreo apareció una noche en mi puerta, pidió entrar. Me entregó un mensaje de Thesan, pronto iría de nuevo al norte. 

—¿Están seguros? —él asintió, cuando nos estábamos despidiendo, dije —perdón por lo de esa vez 

Él solo asintió. A veces entraba en su mente, encontrando puras memorias con Thesan, estaba completamente enamorado, sabía manejar por completo sus emociones. Esperaba que ellos algún día se casaran. 

El amor era una palabra completamente extraña, realmente había muchos tipos y muchos significados, amor de padres a hijos, amor entre amigos, amor pasional, amor juvenil, amor puro. Era extraño. 

Mugal por ejemplo, estaba enamorado de Alexandra, y ella de él, pero ninguno decía nada, luego estaba Fergus, enamorado de ella y la pobre Miriam, amaba a Fergus. Ehéc fue el primero en notarlo, después yo. Bromeamos que eran ciegos y preferimos no decir nada para evitar problemas. 

Pasaba tiempo con Neva y a veces me quedaba ahí, me gustaba la tranquilidad del lugar. Llevo mi daga y mi bolsa de oro al norte, esta vez no hubo despedidas, ni ningún anuncio, simplemente me subieron aún caballo y fui a la frontera con el día. Ahí ya esperaban por mí, me acompañaron de vuelta a su palacio. 

Esta vez no había una corte que escuchara la conversación. Su gran señor, era más frío que los demás. No sabía que me intentaría enseñar, pero sí que quería que terminara. 

—Espero que su señoría sea amable con su invitada —dije mientras levantaba la mirada. 

—Hay tratos con la corte de la invitada 

—Tratos tensos por lo que sé —frío era lo único que había entre nosotros. 

—No vino aquí a hablar de política 

La Diosa De La Oscuridad ✴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora