ℂ 𝕒 𝕡 í 𝕥 𝕦 𝕝 𝕠 𝟞𝟙

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◆◆ 𝓓𝓪𝓮𝓷𝓪 ◆◆


Al terminar el desayuno me dejo una nueva tarea, ir a la zona que me faltó para llenar las encuestas. Dijo que podía ir sola, y solo aparecer en la puerta cuando terminara. 

Le cobraría caro por esto. 

A cada casa que iba, me invitaban a pasar y me invitaban algo de beber o comer. Hablaban maravillas de Helion, maravillas de todos en la corte. 

Al hablar, noté la diferencia que había entre ellos y los que vivían en la corte "privada". 

Eran ellos quienes utilizaban sus manos, para obtener los alimentos que llegaban a mi plato. 

Me detuve frente a una tienda viendo a una pareja dentro, reían y se abrazaban. El estómago se me revolvió. Tal vez nunca viviría algo como eso. No estaba hecha para el amor. 

Y Seran... tenía que hablar con él. ¿Por dónde comenzar? "Se sobre esa historia" "Lo siento mucho" "No estoy lista para esto" ¿Y luego? ¿Cuándo pregunté por mi reacción ese día? Nunca le diría a quién vi en su lugar. 

¿Qué hacer? 

La última casa me regaló una cesta con unas cuantas frutas. Desde fuera, el lugar aparecía una estrella reluciendo en el cielo. Empuje la puerta, esta vez había un macho esperando. 

—¿Qué tal? —sonreí, él asintió extendió sus manos hacia la cesta —Es un regalo, para su señoría 

Asintió, llevándola a algún lado. Subí al cuarto, encontré ropa limpia junto con una nota. 

Las aguas termales no parecían mala idea. Me guie por el pequeño croquis, estaba muy abajo, pero no tuve miedo, empujé la puerta. Había una sala, con canastas y toallas limpias. Sales y botellitas de aromatizantes. 

Sostuve una canasta. Me quité la ropa, dejando sola la interior. Enrolle una de las toallas sobre mi cuerpo y solo baje un poco más las escaleras. 

El lugar estaba tallado dentro de la piedra. Lograba ver las columnas y las luces tenues que flotaban en el techo, el suelo tenía figuras de ruedas y caracolas. Vi las aguas brillantes, el vapor cubría a alguien ya dentro. 

Maldeciría a quien me haya dejado esa hoja.

 —¿Imagino que te fue bien? —Helion mantenía los ojos cerrados, sus brazos estaban estirados a cada lado de la orilla.

—Sí... Fueron amables, tanto que alguien te envió una cesta 

—¿Estás segura de que era para mí? 

—Si 

—¿Por qué dudas? No te va a pasar nada, no está tan caliente 

Entre con cuidado, lo más alejada de donde estaba él. Las aguas estaban bien. Moje un poco mis hombros. Me recargué contra la orilla, cerrando los ojos. Intentando relajarme.

La Diosa De La Oscuridad ✴Where stories live. Discover now