PARTE 19

189 4 0
                                    

19

Hace mucho que Svieta había terminado la secundaria y lo único que estudio después, fue un corto curso a nivel "técnico medio" de escritura creativa; pero sucedió que por presión de sus padres y familiares, le pidieron que estudiase una carrera universitaria; de mala gana accedió. Ingreso a la carrera de psicología. No obstante, rara vez asistía a clases y si lo hacía no tomaba mucha atención, sólo sacaba algún libro de su bolso y se ponía a leerlo, sin importarle todo lo demás.

Ella insistía diciendo, que no necesitaba saber más para poder defenderse en la vida, y así fue. Adquirió un trabajo como escritora para una revista muy popular, la cual le daba suficiente para sus gastos personales. Con el tiempo pudo mudarse a un pequeño departamento cerca del centro de la ciudad; en fin hasta ahora todo iba bien, no tenía que preocuparse prácticamente de nada.

Svieta tenía una vida solitaria y disciplinada a su modo, pero eso le encantaba y se sentía cómoda con la situación; en el trabajo simplemente era de tener algunos roces con el editor o fingir de vez en cuando que ciertas personas le agradaban, solo por mantener la armonía en la atmosfera laboral, pero en general a todos les encantaba sus escritos, así que no pasó mucho tiempo para que sus artículos sean indispensables para la revista. Sus estudios eran otra cosa.

Pasaron unos meses y así fue como Svieta se hizo amiga íntima de Neyza, una joven de procedencia extranjera que residía en la ciudad. Ella era delgada, de mediana estatura, bonito perfil, rubia cabellera y una tierna mirada, que se acentuaba más a través de sus hermosos ojos azules. Neyza consiguió trabajo como asistente del editor y jefe, el señor Marcelo Ríos. Hombre prepotente, abusivo y de lengua fácil; solía a veces menospreciar a Neyza por aquellos mandados que ella no podía hacer bien, calificándola todo el tiempo de "inepta". La razón por la que aún no la había despedido, era por el favor que le estaba haciendo a su querida madre. Una refinada señora octogenaria, muy religiosa por lo que se sabía y la mejor amiga de los tíos de Neyza.

Neyza vivía en la casa de sus tíos desde sus 12 años, ella perdió a sus padres a muy temprana edad, quedándose bajo el cuidado de su abuela; pero el señor y la señora Belmont dirigían una empresa que se dedicaba a la venta de automóviles y esta, había llegado a estar entre las más punteras del país. Ingleses de acomodada situación, consideraron que no sería prudente dejarla crecer bajo la tutela de la anciana. Así que decidieron llevársela consigo, aguardando las esperanzas de poder darle una educación y posición favorables. Pero desgraciadamente, se tardaron mucho en poder darse cuenta que Neyza, sufría de dislexia, y esta de alguna forma, la había limitado a poder alcanzar las expectativas de sus estrictos y exigentes tíos.

En varias ocasiones había razones más que suficientes para que fuese despedida de su trabajo, pero eran los ruegos de la madre del editor, más la prepotencia y los "donativos" que su tío aportaba a la editorial, el motivo por el cual Neyza, aún mantenía su puesto. Ella no sabía nada de todo esto por supuesto.

Para Neyza los primeros días de trabajo, fueron un tormento, no podía regirse mucho a la disciplina laboral, pero creía firmemente que si daba su mejor esfuerzo no solo podía conservar su empleo sino también poder llegar a tener algún puesto considerable en la editorial y así poder llenar de orgullo a sus "desilusionados tíos".

Fue entonces, que por esos días que Neyza conoció a Svieta; una joven de menuda complexión atlética, tenía el cabello corto que lo mantenía siempre atado como cola de caballo, una mirada penetrante, ancha frente, sonrisa espontánea y encantadora, además de ese porte distinguido y de seguridad, que hacían perfecta combinación con ese aire intelectual que de ella emanaba, sin duda, a primera vista daba la impresión de ser una mujer interesante.

Sucedió pues, que una tarde al terminar el horario de trabajo, estaba lloviendo con impetuosidad. Neyza se quedó en la puerta principal del edificio esperando a que esta pasara. Sin embargo todo parecía empeorar, decidió tomar algún taxi pero no se divisaba a ninguno por la avenida. Mientras tanto, esperaba cabizbaja mirando como sus calzados se mojaban por el rebote del agua que caía del techo calaminado, luego miraba al cielo, después sus zapatos y así repetidas veces.

-Hola- le saludo Svieta, que salía a toda prisa del edificio, pero se detuvo en seco en la puerta, al ver la torrencial lluvia.

Neyza se sobresaltó, enmudeció por un momento y en voz baja casi susurrando le respondió.

-Ho...hola...

-Esta lluvia no se pasara rápido, seguro estará así hasta la media noche o madrugada.- Comento Svieta arrugando la frente.

Esta vez Neyza no respondió.

-Neyza. ¿Cierto?

-Si- volvió a susurrar Neyza.

-¡Un placer! Por cierto soy Svieta, somos compañeras de trabajo, pero no tuvimos la oportunidad de presentarnos. Quizás, porque sólo vengo a dejar mis escritos y de vez en cuando a discutir con ese cabrón del editor.

Neyza dejó escapar una risita infantil. Luego volvió a mirar sus zapatos que estaban completamente remojados.

-¡Tus escritos son increíbles!- Le dijo de repente.

Svieta le sonrió como agradecimiento, mientras tanto, miraba la lluvia caer de lado con furia sobre el pavimento, después miró a Neyza y nuevamente le preguntó.

-¿No quieres ir a tomar una copa conmigo?

Neyza vacilo por un instante, luego pensó que sería agradable conocer mejor a esa persona que tanto admiraba.

-¡Claro! Está bien...

-Bueno tomemos un taxi entonces...

Y dada la buena fortuna, apareció uno de repente, y ambas subieron en él; Neyza estaba muy emocionada, tenía la seguridad de que no solo pasaría por un grato momento, sino que también, pero muy en el fondo, creía que ambas podrían llegar a ser muy buenas amigas.

Y así pasaron los meses. Y efectivamente desde entonces, se hicieron inseparables, solían ir de compras, al cine, al parque de diversiones, a bares a beber algo y en ocasiones Neyza se quedaba en el departamento de Svieta durante días. Con frecuencia solían cocinar juntas y veces simplemente ordenaban pizza, cantaban karaoke, jugaban videojuegos, veían algunas novelas o películas, y cuando llegaba la hora de dormir, tenían interminables charlas, sobre ropa, moda, la familia, hombres, noticias e inclusive compartían algunos de sus secretos más íntimos. Si bien el mundo de ambas había cambiado por completo, de lo único que estaban completamente seguras, era que se tenían la una para la otra...

Hasta entonces...

CONTACTOWhere stories live. Discover now