Parte 49

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Ciudad de Cochabamba 13:00

Comuna Molle Molle, tras el cerro de la zona del calvario.

Todas las autoridades de gobierno estaban presentes para ver la demostración que realizarían los aviones K8, que recientemente habían sido adquiridos para la fuerza aérea del ejército. Tanto como autoridades locales como nacionales, inclusive el propio presidente estaban acomodados en un palco dentro de una enorme carpa, que habían erigido a modo de sombrilla, ante el sol que despiadado quería devorarlo todo con su luz y calor abrazadores. Todos estaban ansioso por ver la demostración de la artillería y las acrobacias aéreas.

Joel, junto a sus amigos Aldo, Sofía y todos los miembros del SAR, se habían organizado para estar presentes ante cualquier eventualidad. Habían entrenado duro para este día, pero todos ellos simplemente tenían una idea en su mente. Que no llegase a suceder nada grave.

Todos se formaron en escuadrones, tomaron sus posiciones; luego, sus oficiales al mando les dieron instrucciones para que buscaran ubicaciones estratégicas para actuar en consecuencia. Los minutos pasaron y el silencio era total.

En el palco, las autoridades conversaban y bebían cerveza fría, mientras el presidente esperaba ansioso que le pasaran el radio, para que fuese el primero en anunciar que los aviones estaban en marcha. Una gran multitud estaba reunida a las afueras de los campos de tiro, sentados en el suelo con sombrillas y bolsas de plástico esperaban expectantes lo que sucedería.

Pasada una media hora, uno de los generales que acompañaban al presidente, saco un radio de su bolsillo y se lo paso inmediatamente. Eran de la fuerza aérea y anunciaban que los K8 estaban a un kilómetro de allí. El presidente se puso de pie, tomo un micrófono y anuncio la llegada de los aviones de combate. Las multitudes reaccionaron con aplausos.

Los blancos estaban listos para ser destruidos por la artillería pesada de los cazas, y entonces en el horizonte aparecieron como si fueran una bandada de cuervos.

Joel se puso más bien nerviosos ante la visión, a diferencia de sus compañeros que miraban emocionados el espectáculo aéreo. Todos los aviones pasaron por encima del polígono haciendo zumbar el aire, dieron una pirueta en el cielo, y se lanzaron en picada hacia tierra. Cuando estaban a cientos de metros, comenzaron a disparar. La descarga de las ametralladoras era ensordecedor, las personas que se habían reunido para ver el espectáculo salieron corriendo, creyendo que las balas los alcanzarían.

El primer blanco fue destruido, los del palco aplaudieron jubilosamente, solo los militares mantenían la compostura. Volvieron a alzar el vuelo, y se elevaron tanto que era difícil distinguirlos por la altura en el que se encontraban, nuevamente volvieron a descender. Y dispararon otra vez. El segundo blanco fue destruido. Le siguieron aclamaciones al unísono de las autoridades y los curiosos que habían asistido para verlo todo.

Los camaradas de Joel, emocionados por las descargas de fuego, dejaron de lado sus posiciones y se pusieron a aplaudir y ovacionar como si fueran otros integrantes más de las tribunas. Pero entonces, sucedió lo inesperado. Uno de los cazas, exploto en el aire.

Todas las personas se conmocionaron al instante, los oficiales del SAR no podían creerlo, de hecho nadie lo creía, hasta que estallo otro avión y otro...

Los restos se estrellaron por toda la zona, caían como meteoritos. La multitud que se había reunido allí, corría despavorida, los del palco gubernamental querían hacer lo mismo, pero varios militares que estaban allí presentes, les dieron instrucciones de que guardaran la calma. Apareció una camioneta del ejército y subieron en ella a tantos funcionarios como pudieron, en especial al presidente. Esta partió sin demora del lugar.

Los del SAR junto con algunos efectivos de la policía y el ejército, realizaron tres barreras con el objetivo de rescatar a las posibles víctimas del desastre, y apagar los incendios provocados por los restos de los cazas, que caían en llamas del cielo. Pero mientras realizaban estas tareas, vieron en los aires un combate sin igual. Los aviones que quedaban trataban de disparar todas las municiones que tenían a una innumerable flota de platillos voladores. Todo era tan surreal...

Joel miro a los cielos, lo había presentido todo desde un principio, tenía muchas preguntas al respecto, pero por ahora, los hechos eran más que suficientes, como para llenar su cabeza de dudas.

Unos gritos de terror lo sacaron de su trance. Era Alejandro, quien estaba atrapado por un pedazo de un ala, que había caído en su encima. Gritaba por ayuda desesperadamente, pero nadie parecía hacerle caso; todos corrían buscando refugio, y más aún al presenciar el combate aéreo, entre la fuerza aérea y la flota alienígena que se presentaba en toda su omnipotencia.

Joel corrió hasta donde se encontraba Alejandro, trato de sacarlo a rastras, pero no tenía la fuerzas suficientes, miro a su alrededor y vio que Aldo estaba apagando las llamas que trataban de consumir todo el palco gubernamental.

-¡Aldo! – grito Joel con todas sus fuerzas.

Aldo no escuchaba, de por medio estaban los disparos, los restos de los cazas destruidos cayendo por todos lados, los gritos de las personas que no podían escapar en ningún vehículo.

-Aldoooo!- volvió a llamarlo Joel.

Lo habría escuchado o no, Aldo repentinamente se dio la vuelta, y dirigió su vista hacia Joel, y vio que trataba con todas sus fuerzas rescatar a Alejandro Carballo. Respiro profundamente y corrió para auxiliarlo.

-¡Puta! esto es un campo de batalla.- dijo Aldo, una vez que había llegado donde se encontraba Joel.

Joel no respondió, sólo le hizo señas de que ayudara a sacar a Alejandro de los escombros. Ambos tiraron con fuerza, y Alejandro dio un grito ahogado de dolor, su pierna estaba rota y ensangrentada; Aldo y Joel lo levantaron como pudieron y lo llevaron a rastras fuera de la zona del incendio. Una vez que los tres estuvieron seguros. Se tumbaron en el suelo. Y como si fuera un acto reflejo, Joel cerró los ojos y se quedó inmóvil en la posición en la que se encontraba.

Aquella flota alienígena, según los informes de la radio y la televisión, despegaban paulatinamente de aquel que alguna vez fue el parque Tunari; en medio de la ceniza y la naturaleza muerta y chamuscada, los Grises habían instalado un puerto interestelar.

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