Parte 48

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Alexander Rodas llego a la zona de la Jastambo, camino por todos lados intentando ubicar a su camarada el cabo Morales, pero no lo encontraba por ninguna parte, entonces vio a un grupo de jóvenes que se amontonaban en la cima de un risco, y parecía que miraban hacia bajo con mucha cautela. Cuando Alexander se les acerco, ellos casi dieron un grito de terror.

-Vengan muchachos ¿Que están haciendo aquí?- Les ordenó y pregunto Alexander.

Todos los jóvenes lo miraron petrificados de miedo, pero al percibir que el uniforme que Alexander llevaba era de un policía, se sintieron más seguros, y hasta dispuestos a contar lo sucedido.

-Oficial- se aventuró a decir uno de ellos. Pero Alexander le corto con un gesto brusco.

-¿Cómo se llaman?- les pregunto el sargento Rodas.

Y como si respondieran a la lista que pide el profesor en la escuela, respondieron cada uno según su orden de tamaño.

-Yo me llamo Cayo miranda Cuellar

-yo... Gualberto Cuellar Mamani

-Ricardo Medinaceli Castillo.

El sargento Rodas los miro como si estuviera examinando a su tropa, luego se dio la vuelta reviso los alrededores y se acurruco en el suelo y pidió a los jóvenes que hicieran lo mismo.

-Ahora cuénteme que paso- comenzó a decirles.

-Bueno oficial lo que sucedió fue demasiado denso. Creo que a uno de sus camaradas lo dispararon allí abajo.- dijo Cayo con una expresión de estar abatido.

-Si nosotros lo vimos- agregó Gualberto un tanto exaltado.

-Fue un hombre que traía puesto un extraño traje, el que lo disparo.- agrego finalmente Ricardo.

Al escuchar aquellas palabras, el pulso de Alexander se aceleró al máximo pero hizo todos los esfuerzos posibles para mantener la compostura.

Luego se tiró al suelo, y los muchachos hicieron lo mismo que él, entonces Alexander se arrastró hasta llegar a la cima de la colina, y poco a poco estiro su cuello para mirar hacia abajo, y cuando logro ver la carretera con claridad, no vio absolutamente nada, solo el gran y rudimentario camino serpenteante hasta el horizonte y los marchitos arbustos en los bordes, y nada más.

Se dio vuelta con una mirada inquisitiva.

Los muchachos insistían, que un tipo vestido de forma extraña había disparado a uno de sus compañeros allá abajo. Juraban y perjuraban que habían visto esa escena.

El celular de Ricardo empezó a sonar. El Sargento Rodas se puso incomodo ante el monótono sonido de aquel aparato y más aún si se había llevado a cabo un tiroteo a unas cientos de metros de distancia.

Ricardo saco su celular inmediatamente, era Roxana, ya había llegado a la zona de la Jastambo y estaba tratando de ubicarlos.

-Es una amiga- dijo Ricardo con la voz temblorosa.

-Que quiere- respondió secamente Alexander.

Los amigos de Ricardo le hicieron señas de que no dijera nada de nada al respecto.

-Quiere saber si voy a su casa para que me preste unos apuntes de la universidad- mintió Ricardo.

-Apaga esa cosa- le espeto Alexander, sin decir otra cosa más.

Ricardo no tuvo otra opción y apago su celular al instante.

Cientos de metros de donde se encontraban el sargento Rodas junto con Ricardo, Gualberto y su primo Cayo; estaba Roxana tratando de ubicar a Ricardo, pero este ya no contestaba su celular, comenzó a ponerse roja de ira como era su costumbre, y caminó sin rumbo alguno con la esperanza de poder despejar sus ideas y quizás, hasta podría encontrarlos por casualidad. Camino por la avenida que llevaba hacia el aeropuerto, pensó en tomar el primer bus que se apareciera, pero entonces una vieja camioneta roja empezó a tomar forma en el horizonte y mientras más se acercaba, mas estruendoroso era el ruido de su motor. El vehículo paso por su lado a toda velocidad, casi rozándola. La camioneta siguió su rumbo, hasta que se desvió de la avenida adentrándose en una vieja carretera que se encontraba en una posición paralela, con el aeropuerto. De repente paro a las faldas de una colina, y de su interior bajaron unos tipos bastante raros. Dos eran extranjeros evidentemente, uno era casi calvo y de gran estatura, le llegó a parecer familiar pero no sabía de donde, la otra era delgada y rubia; luego bajo otro que era bajito y bastante escuálido, y detrás de aquel joven, bajo una mujer más, que Roxana reconoció inmediatamente. Era Alicia, la cajera del restaurante el COMBO, la chica de la cual Ricardo se había prendado obsesivamente ¿Qué diablos estaba haciendo aquí? Roxana camino pausadamente hacia unos arbustos y observo atentamente.

Tanto el tipo alto y calvo junto con las otras dos mujeres, sacaron del vehículo unos enormes estuches de plástico, y de su interior extrajeron un par de armas. Y caminaron rápidamente, adentrándose más y más en la carretera.

Roxana no supo el por qué en ese momento, pero se levantó y los siguió de lejos, para averiguar que rayos estaba pasando.

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