Parte 44

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Svieta estaba muy deprimida el día de hoy, puesto que nuevamente le habían impedido ver a su amiga en el hospital; pasó el día sin ninguna novedad y cierto temor se apodero de ella ¿Qué le estaba pasando a Neyza realmente? Además, presa de su desesperación había acordado nuevamente encontrarse con Leonardo, para conversar algunos detalles de lo que realmente le estaba sucediendo a su amiga.

Leonardo la había citado a eso del mediodía en una bibliocafé que él frecuentaba mucho. Svieta esperaba ansiosa mientras se tomaba un capuchino, y lo que era peor aún recordaba lo que Leonardo le había dicho sobre el extraño material que Neyza le había hecho llegar en aquel sobre.

"Todos estos símbolos Svieta, tienen que ver con manifestaciones alienígenas, encontradas en las antiguas ciudades de sumeria"

Svieta seguía recordando...

"Las personas de las fotografías, no son fotografías de escenas del crimen, puesto que los cortes y las mutilaciones echas a estas personas, si no me engañan, está claro que se tratan de abducciones y experimentos alienígenas"

"No entiendo lo que me dices Leonardo, ¿Me estás diciéndome que Neyza estaba obsesionada con todo esto?"

"No obsesionada, sino relacionada"

"No quieras engañarme Leonardo, sé porque círculos te mueves y las cosas que investigas".

"Pues precisamente por eso deberías confiar en mí. Mira tengo material de todo esto en mi departamento, que dices si nos vemos nuevamente y te explico los detalles"

"Me parece bien"

"Mañana entonces al medio día vale".

"Si claro, Mañana está bien..."

A partir de ese punto los recuerdos de Svieta cada vez se hacían más confusos, su mejor amiga, que en un momento habían llegado a compartir casi más que una vida con ella, ahora se encontraba en estado deplorable en un hospital de dudosa categoría.

Entonces fue que llego Leonardo.

Por lo que se veía a primera vista, Leonardo estaba respirando con dificultad y un tanto exhausto; recorrió con su mirada el lugar y rápidamente ubicó a Svieta sentada en un rincón de la planta baja tomando un capuchino y en estado de ensimismamiento, Leonardo se acercó a ella cautelosamente.

-Buenas tardes- le saludo Leonardo casi con la voz entrecortada.

Svieta tardó en responder, pero levanto su vista de golpe y respondió.

-Buenas tarde Leo, ¿Tienes todo aquello de lo que me hablaste?

-Si aquí lo tengo en el bolso, a propósito ¿Cómo está tu amiga? ¿La fuiste a ver esta mañana?

-No. no me lo permitieron, empiezo a creer que algo va muy mal, por eso necesitaba respuestas, más allá de las opiniones médicas que sólo se limitan a decirme que espere.

-Entiendo tu situación, así que espero no aumentar más tu angustia, con todo lo que te dije.

-No te preocupes por ello, si fuera así no estaría aquí hoy.

-Bueno entonces vamos al grano.

Leonardo extrajo un archivador de su bolso, estaba voluminoso y tenía las hojas amarillentas y carcomidas por el tiempo. Svieta se limitó a ver todo aquello un tanto intrigada.

-Pues Bien- dijo Leonardo.- aquí encontraremos el mismo material que tú amiga Neyza llego a acumular con el tiempo.

Leonardo puso sobre la mesa el archivador y cuidadosamente empezó a hojear el material de su interior. Todo era tal y cual, como el contenido que tenía el sobre de Neyza: recortes de periódicos sobre casos de abducciones alienígenas, mutilación de ganado, de personas, jeroglíficos de civilizaciones antiguas, y todo lo que estuviese relacionado con material ovni y alienígena.

Mientras Leonardo explicaba todos esos detalles, por un momento Svieta pensó que estaba cometiendo un error, quizás su amiga simplemente tenía problemas mentales, sino, ¿Por qué su extraña actitud sumisa y de mucha reserva? ¿Por qué este secretismo revelado a estas alturas, después de haber compartido tanto tiempo una amistad tan fuerte?

- ¿Svieta, me estas escuchando?

- Sí...si Leonardo, dime.

Leonardo no parecía tan convencido, pero paso por alto este despiste, porque se imaginaba lo doloroso que era para ella todo esto.

-Bien como te iba diciendo, sólo hay una manera de aclarar todo esto, y así descartar por completo el hecho de que tu amiga estaba simplemente obsesionada con estos temas, y demás está decir que no es casualidad que ese sobre llegara a tus manos, ella quería decirte algo en caso de que le pasara lo peor, y ahora es el momento de que sepamos la verdad.

-¿Qué es lo que propones entonces?

-Svieta, ves esta fotografía, en esta parte de la habitación, donde este hombre fue abducido existe una especie de marca, "es una especie de enumeración alienígena" allí donde todo sujeto es abducido, los raptores la dejan como una forma de hacer cuentas, es muy pequeño claro, pero no difícil de encontrar. Muchos lo confundirían como una simple mancha en el suelo o la pared, pero como yo estoy muchos años con esto, estoy seguro de que reconocería una de estas en cualquier lugar. ¿Qué opinas entonces?

Svieta nuevamente estaba fuera de sí.

-¿Opino de qué?

-De la marca.

-Perdóname, creo que tienes razón ¿Entonces propones que vayamos a la casa de Neyza y tratemos de revisar su habitación?

-Pues esa es la idea.

-Nunca fui a la casa donde vivía Neyza, pero ella en una ocasión me dijo que si quería ir a visitarla, o algo parecido, fuera a la casa de su vecina la señora Ruth, que es la madre de don Marcelo Ríos; puesto que es ella quien tenía las llaves de la casa, y que además con bastante frecuencia, la dejaban encerrada adentro, sobre todo cuando sus tíos se iban al trabajo o de viaje, y que la señora del frente era la que tenía las llaves y cuidaba la casa.

- Eso suena muy extraño ¿No crees? A propósito ¿Alguna vez fuiste a buscarla?

-Bueno como te dije, nunca fui por allí, aunque conozco la dirección y todo, pero es que Neyza y yo nos reuníamos siempre en mi departamento.

-Entiendo, entonces vamos, tal vez podamos convencer a la señora para que nos deje dar un vistazo rápido.

-Es posible, después de todo, necesito respuestas y si se niega tendremos que conseguir esas llaves por la fuerza.

Svieta se levantó muy decidida de la mesa, fue al mostrador, pago la cuenta y se dirigió con paso firme hacia la salida; Leonardo le seguía por detrás, con algo de temor ante semejante determinación.

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