Parte 50

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Comenzaba a atardecer, las calles estaban desiertas y tranquilas y los puestos de venta comenzaban a cerrar, y eso que aún no había anochecido. Leonardo e Svieta, fueron al barrio donde supuestamente se encontraba la casa de Neyza; cuando la encontraron, esta era más grande de lo que habían imaginado. Su aspecto era el de una mansión Victoriana, pero por su fachada, parecía vieja y abandonada. Era el bonito jardín exterior que tenía, el que daba a entender que allí si vivía gente, sin embargo, este estaba resguardado por unas enormes rejas de acero que tenían pinchos afilados y altas murallas de piedra alrededor.

Al frente de la calle, se encontraba otra casona antigua pero de menor tamaño, como no había otras propiedades alrededor, Svieta intuyo que se trataba de la casa de la señora Ruth de Ríos. Leonardo e Svieta caminaron a la casa de la señora Ruth y tocaron el timbre de la puerta. Nadie contesto.

Volvieron a hacerlo.

Y entonces emergió por el intercomunicador, una voz gastada y gutural.

-¿Diga?-fue lo que se escuchó.

Svieta se quedó en silencio, humedeció los labios y comenzó a hablar.

-Buenas tardes busco a la Señora Ruth.

-¿Para que la busca?

-Bueno...este...

"Svieta piensa, piensa"

- Desearía pedirle un favor.

-¿De qué se trata?- dijo la voz de ultratumba.

-Yo me llamo Svieta y soy la mejor amiga de Neyza, la sobrina de los señores Belmont.

Hubo un silencio prolongado.

-¿Qué es lo que quiere señorita?

-Supongo que usted sabrá, que la sobrina de los señores Belmont está en el hospital, y bueno deseo llevarle ropa limpia a mi amiga, pues ella me lo pidió.- A Svieta le dolió decir esa mentira.

Nuevamente el silencio.

Pero pasado un par de minutos, la puerta se abrió paulatinamente.

Y una mujer de ya entrada en años, con un enorme lunar en la frente, y un rosario entre las manos, hizo su presencia; miro despectivamente a esos dos jóvenes y los interrogo con rudeza.

-Díganme ustedes dos, entonces ¿Es cierto que la sobrina de los señores Belmont se recuperó?

-Sí- respondieron al unísono.

La expresión en el rostro de la señora Ruth cambio al instante.

-Qué bueno, pero déjenme decirles, que lamentablemente los señores Belmont no están en su casa, se fueron de viaje.

-Si lo sabemos, porque nadie respondió cuando yo y Neyza quisimos llamarlos por el celular. Así que ella me propuso venir aquí para hablar con usted y pueda hacernos ese favor.- puntualizó Svieta.

La señora le frunció el cejo. Pero luego volvió a cambiar la expresión de su rostro.

-Bien, entonces vamos pues a la casa, yo tengo las llaves, vamos a buscar algo de ropa para la señorita Neyza.

La señora Ruth camino de forma perezosa y casi doblándose en dos, tardaron mucho en llegar a la enorme puerta de hierro, y con las manos temblorosas, la viejecita abrió el candado que las aseguraba, luego estiro las cadenas con mucha dificultad (no permitió que Leonardo la ayudara con eso), y finalmente la puerta se abrió de par en par.

Caminaron por en medio del hermoso jardín y cuando llegaron a la puerta de la casa, la señora Ruth se paró en seco y les advirtió.

-No van a tocar nada allá adentro, sacan la ropa de la señorita Neyza y se van, más tarde iré yo a verla al hospital. Tu eres Svieta ¿verdad?- Dijo señalándole con el dedo, luego prosiguió.- Ella siempre les hablaba de ti a sus tíos y ellos me lo contaban todo a mí por supuesto. Me alegra que ella está bien ahora.

Abrió la puerta y todos ingresaron después de mirarse unos con otros.

En el interior de la casa, los lujos y ornamentos eran deslumbrantes. Había muebles tapizados con hermosos bordados, antiguas piezas de colección de la época colonial, un escudo de armas en la pared de la sala principal y varias estatuillas de mármol a lado de la chimenea. La señora Ruth les guio por unos escalones al segundo piso y luego al tercero, mientras les repetía sin cesar que no tocaran nada. Llegaron a la habitación de Neyza y cuando entraron en ella. Rápidamente Svieta y Leonardo, se percataron de que faltaba algo en esa habitación. No había la cama por ningún lado.

Bueno saquen la ropa y váyanse. –Dijo la anciana.

Pero Svieta no pudo resistir en preguntar en donde se encontraba la cama.

La vieja no respondió.

Leonardo comenzó a buscar la "marca" disimuladamente pero no la encontró tampoco.

Y entonces Svieta comprendió que era inevitable. Primero disimulo que alzaba la ropa de Neyza, luego le pidió a la señora Ruth que le ayudara a escoger la adecuada para el frio, esta de mala gana accedió. Entonces fue que Leonardo le hizo una señal a Svieta, y esta tomo las llaves de la señora Ruth por la fuerza, la mujer se espantó de sobremanera, pero era demasiado tarde. Aprovechando la lentitud de la anciana, Leonardo e Svieta salieron corriendo de la habitación y la encerraron con llave allí adentro, la abuela gritaba mil y un maldiciones. Amenazo con llamar a la policía desde su celular.

-No fue difícil.-dijo Leonardo exhausto.

-Este no es el momento para bromas, ahora debemos buscar el verdadero dormitorio de Neyza, antes de que llegue la policía.- Dijo seriamente Svieta.

Probaron todas las llaves, y cuarto por cuarto fueron abriendo hasta que quedaba un último por abrir.se encontraba al final del pasillo y cuando lo abrieron no dieron crédito a lo que sus ojos observaban.

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