—¡Dickens! —exclamó, consiguiendo que ella levantara la mirada ante su llamado. La chica se congeló al instante, mientras su rostro se deformaba por el horror. No sabía que había visto, pero a juzgar por su expresión, no se trataba de nada bueno.

De todas formas, él no planeaba perder el tiempo intentando descubrir que era lo que le estaba persiguiendo, sobre todo cuando su supuesto experto en la materia se había perdido quien sabe dónde. Él simplemente tomó a Sunshine de la muñeca y tiró de ella para que comenzara a correr.

Aquello fue una buena idea, o mala, dependiendo del punto de vista en el que se mirara, porque de inmediato sintió el peso muerto retrasándolo. Sus instintos naturales le dijeron de inmediato que la soltara, que ella era demasiado lenta e iban a atraparlo por su culpa, pero su mente racional sólo consiguió sostenerla más fuerte.

—¡Carrie Boy! ¡De donde sacaste esa cosa! —espetó la chica, sin tener en cuenta que apenas y tenía fuerzas para correr, tropezando de vez en cuando. Archie la jaló con brusquedad, casi consiguiendo que ella se fuera de boca. Sunshine soltó un quejido y se quedó en silencio.

Sin embargo, aunque la chica ya no dijo ninguna palabra, seguía gritando cuando sus piernas tenían suficiente con respecto a las de Archibald.

—¿Que están haciendo? ¡Casi los alcanza! —espetó Darla, apareciendo al lado de los chicos, mientras señalaba a sus espaldas. El aire frío ya estaba congelando su rostro y engarrotando sus piernas, por lo que la advertencia de Darla sólo consiguió que Archibald se pusiera más frenético.

—¡No puedo correr más rápido! —espetó, sintiendo que las fuerzas se le escapaban a cada palabra que pronunciaba.

Nuevamente, hablar mientras corría no era una buena idea.

Mientras avanzaban sin rumbo, delante de ellos apareció Mercy, saltando a través de unos arbustos.

—¡Por aquí no! —gritó, corriendo justo hacia donde estaba la presencia que los perseguía, mientras Archibald se desviaba para evitar el camino del que había aparecido el chico. Por suerte este no tardó demasiado en darse cuenta de que había un enorme espíritu devorador detrás de ellos y se dio la vuelta para seguirlos, sin embargo, no había mucho sitio a donde huir.

Archibald vio con horror que estaban llegando a la orilla del lago, así que trató de girar a otro lado para escapar de aquella encerrona, sin embargo, cuando lo hizo, un monstruo horrendo apareció delante de él, haciéndole retroceder de golpe, empujándolos para que se mantuvieran en su lugar.

Mercy se giró más rápido que los demás para rodear a la criatura, pero de igual manera el monstruo apareció frente a él impidiéndole el paso. Al final, lo único que les quedó fue retroceder hacia la orilla del lago, mientras observaban a aquella extraña bestia que parecía estar hecha de petróleo, pero aun así podía reír y mostrar una larga fila de dientes puntiagudos. La risa de Alice Weber apareció una vez más, al tiempo que la figura de la chica se materializaba entre ellos y la bestia.

—Atrapados cómo ratas —murmuró la chica, negando con la cabeza—. Es una buena vista —agregó, soltando una risita divertida.

—¿Que es esa cosa? —preguntó Archibald, cuyos ojos no se separaron ni un instante de la criatura. Esta había comenzado a salivar, como si estuviera anticipando una deliciosa cena.

Alice le miró instante con expresión enigmática, sin embargo, cuando estaba a punto de hablar, fue interrumpida por Mercy.

—Esa es la sanguijuela —sus ojos estaban muy abiertos, mientras sus pupilas parecían brillar a la luz de la luna.

El silencio se hizo presente por supuesto, aquello tenía sentido, una bestia como esa, tan poderosa que resultaba evidente con solo verla, tenía que ser a la que estaban buscando. Frente a ellos, la sanguijuela era más real que nunca y también más aterradora. Sus gruñidos se alzaban por encima del sonido del viento, filtrándose en sus huesos, volviéndolos dolorosamente conscientes de que se encontraban en un peligro real, del que quizás no pudiesen escapar en una sola pieza.

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Where stories live. Discover now