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Prólogo

Era una mañana gélida y silenciosa. Mucho más que anteriores años, el invierno azotaba la ciudad con vientos furiosos que provenían del sur, y estos a la vez, arrastraban tras de sí una espesa neblina que se diseminaba por todos lados. Las personas al salir de sus casas con rumbo al trabajo o llevar a sus hijos a la escuela, maldecían a los cielos y a todo aquello que fuese santo por aquel frio infernal; pero a pesar de todo, se saludaban unos a otros con un "buenos días".

Camila despertó esa mañana muy animosa, porque a diferencia de los demás, a ella si le encantaba aquel clima; para empezar, era un pretexto casi indiscutible para seguir en cama hasta muy tarde y no ir a la escuela, lo otro seria que después de levantarse, podría salir a jugar en medio de aquella espesa neblina.

En todo el año, no se experimentaba aquellos surazos con regularidad, y si llegaban a ocurrir, estos por lo general se quedaban por una semana mínimamente. Toda la ciudad, que en meses enteros había tenido los cielos completamente azules, ahora por efecto de la espesa neblina que había descendido para cubrirlo todo, ni se podía divisar a más de dos metros de distancia de donde se encontraba uno. Todo esto para Camila era muy emocionante.

Salió a prisa de su casa a eso de las diez de la mañana, iba acompañada con su enorme perra de raza pastor alemán llamada "Lola." Sin la menor vacilación, se dirigió directamente a las huertas que se encontraban a las afueras de su barrio. En tiempos como estos, Camila había desarrollado un extraño gusto por jugar en medio de toda aquella niebla; se divertía escondiéndose entre los arboles de la huerta y el paisaje cubierto por aquel manto blanco, después, invitaba con silbidos a que su perra la encontrase; era un juego de las escondidas por cierto, solo que, la clave no era esconderse en algún lugar en específico, sino simplemente adelantarse un par de metros y ¡Ya desaparecías! Su perra muy juguetona la buscaba rápidamente con su olfato y oído, sólo se quedaba quieta cada vez que Camila se lo ordenaba y una vez que ella obedecía, Camila daba varios pasos hacia atrás hasta que perdía completamente de vista a Lola, después corría un tanto a cualquier dirección y luego, con silbidos entrecortados, la llamaba para que pudiese encontrarla.

Mientras Camila corría sin rumbo alguno, finalmente decidió quedarse en pie a recuperar el aliento de tanto corretear incansablemente. Miro entretenidamente a su alrededor, todo estaba completamente en blanco, el frio no le importaba en lo absoluto, de hecho, cada vez que aquellas heladas brisas le refregaban el rostro, la hacían sentir más viva.

Era una chiquilla delgada y pequeña de estatura, ya había cumplido los 13 años de edad, tenía el cabello largo, lacio y negro, que contrastaba con su pálido y hermoso rostro, pero lo que más le caracterizaba, seria aquella personalidad vivaz y temeraria, que la impulsaban a poder experimentar toda clase de aventuras nuevas, siempre en compañía de su perra Lola.

Esa mañana después de desayunar, le había pedido permiso a su mamá para poder jugar con Lola en las huertas del señor Rodríguez. Aunque aquel vecino parecía ser muy gentil y dejaba a todos los niños caminar por sus huertas sin ningún problema, a su madre le preocupaba más, que a causa de la espesa neblina, Camila se tropezara con alguna piedra y sufriese una grave herida.

No obstante, después de incontables peticiones y ruegos, finalmente su madre cedió a sus caprichos y Camila muy alegre; después de ponerse un abrigo ligero y desencadenar a Lola, salió a prisa hacia aquellas huertas. Y ahí estaba, parada en medio de ese paisaje espectral y melancólico; por un momento se olvidó de Lola, hasta que escuchó sus ladridos a varios metros de distancia, Camila silbó con ímpetu para que ella la encontrara rápidamente, pero esos ladridos terminaron convirtiéndose en gruñidos amenazantes.

Caminó con paso firme en dirección de donde provenían aquellos ladridos y gruñidos, sin embargo, quedo hecha de piedra, cuando aquellos gruñidos terminaron en chillidos de dolor, hasta que finalmente cesaron por completo.

-¿Lola?- Dijo Camila con la respiración agitada y el corazón retumbando con tanta fuerza que parecía querer salirse por sí mismo.

Entonces la vio, su perra estaba desmembrada por la mitad con todos sus intestinos fuera. Sin pensarlo dos veces, Camila corrió aterrada en dirección a su casa...llegar a la seguridad de su hogar, era su prioridad en ese momento.

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