Capitulo 85

323 7 0
                                    

- Venga ya, pero si está cerca.

- ¿Pero quién te crees? ¡Que no te voy a acompañar a ningún lado! – me dice elevando la voz.

Se gira y corre a la cocina. Deja unos vasos dentro del fregadero. Me subo en el pollo de la cocina. Me mira de reojo. Sigue lavando la loza. Le escondo un mechón de pelo tras de su oreja. Me esquiva y me da un pequeño puñetazo en la barriga. Con jabón incluido.

- Auch. – me quejo.

- Déjame en paz.

- Qué carácter. – carcajeo. Ella me mira furiosa y vuelve a clavar la mirada en los platos. Luego estornuda. Y vuelve a mirarme.

- Eso te pasa por ir por ahí con poca ropa.

- Yo me pongo la ropa que a mí me dé la gana. Como si quiero ir desnuda por ahí.

- Eso estaría bien. ¿Por qué no lo haces ahora? – vuelve a mirarme. - ¡Oye! Que encima que acepto tu comentario. Con lo buen jefe que soy. – miro al techo.

Vuelve a estornudar.

- Mira Nicola, como yo me vaya a enfermar por tu tonteria de ayer…- coge una bocanada de aire.

- ¿Qué? – río.

- Nada.

- Si te enfermas, yo te cuidaría.

- Deja de tirarme los trastos. – coloca el último plato en la vajilla. – Ya no te sirve.

- ¿No? – salto y me acerco.

- No. – dice segura. Me acerco un poco más y tocamos pared. Ella ni se aleja, ni me deja de mirar, ni me aparta, ni…

- ¿Ves? Ya no te sirve. Así que déjame. – me empuja.

Me acerco y la abrazo por la cintura desde atrás. Sé que cierra los ojos, aunque no pueda verla. Lo sé porque siento su pulso a una velocidad de la hostia.

- ¿Qué? ¿Me vas a decir que aún no sientes escalofríos cuando te hablo al oído? – susurro contra su oído.

Se crea un silencio de segundos.

- ¿Me vas a decir que no te gustaría ahora mismo girarte y besarme sin parar? Porque yo sé que si tienes ganas. Pero eres cobarde. No te atreves. Has preferido volver a ser la aburrida de antes. – susurro de nuevo con la voz algo ronca. Acaricio suavemente su espalda sobre la fina tela de su camisa.

- Tú has vuelto a ser la aburrida de antes y yo he vuelto a ser el mismo cabrón de siempre. ¿No? – subo un poco su blusa y acaricio esta vez su espalda, lo mínimo.

- Pero reconoce que este cabrón, te sigue volviendo loca. Reconoce que quieres perderte de nuevo en mí. - hago hacia un lado su pelo, dejando libre su cuello suave y visible.

- Reconoce que mis palabras acarician tus oídos. – susurro esta vez mordiendo levemente su cuello. - Reconócelo.

- Nena, sabes que conmigo nada es fácil, eso ya lo sabes. – ella suspira ligeramente. Cree que no siento como el aire se desliza de sus labios. Pero sí que me doy cuenta. Vuelvo a susurrarle. - Sabes que no me rindo nunca, que me pierden los impulsos y que el alcohol me pone tonto. Sabes que paciencia me falta y que ideas locas me sobran. Sabes que necesito mimos constantes, y que soy celoso y no tengo remedio. Sabes que estoy completamente loco y eso tampoco tiene cura. Que no me callo a no ser que me beses y que no puedo estar dos minutos seguidos sin pensar en ti. Eso también lo sabes.

- ¿Has terminado? – habla por fin. Dejo de acariciarle la espalda. Pero la abrazo más fuerte. Uno de esos abrazos eléctricos.

- No. Y también sabes que por muy cabrón que me ponga, te quiero aunque me enfade. – la suelto de golpe, dejándola casi débil. Y me voy. Pero me giro cuando estoy a punto de desaparecer por la puerta. - Aunque me saques de mis casillas.

Me voy de la cocina y subo las escaleras hasta llegar a mi habitación. Caray. Siento coraje. Coraje de que no se dé cuenta de que la quiero. Lanzo el móvil al suelo. ¿No se da cuenta que la amo? Es cómo levantarme cada día, ver mi vida y, sin venir a cuento, reírme de ella, reírme del mundo, y al abrir los ojos verte sonriendo en mi frente. Que no, que esto no es un cuento de hadas. Que esto es demasiado. Que no soporto estar así con ella de nuevo. A ver, Jasmine tenía una relación con un vagabundo llamado Aladín. Blanca nieves vivía ni más ni menos que con 7 tíos. Pinocho era un mentiroso. Robin Hood era un ladrón. Tarzán caminaba sin ropa por una jungla. Un desconocido le comió la boca a la bella durmiente y ella se casó con él. Cenicienta se escapó por la noche para ir a una fiesta. Campanilla bebió droga para que Peter Pan no muriera. Finalmente Peter Pan se fijó en la rubia de ojos azules. Hércules defendió a su chica contra otros tíos que eran más fuertes que él y al final, se la llevó. ¿Y a mí de qué me culpa? Recojo el teléfono del suelo y lo tiro en la cama. Luego cojo la guitarra de la pared y me tiro yo detrás del móvil.

.......................................................

|| Narra Angie ||

Estoy sentada en el sillón, sí, en el sillón de tu casa. Aún no me he marchado. Estoy pensando en todo. En todo lo que ha pasado en este último momento y en todo lo que ha pasado antes de todo esto. A ver Nicola, no te digo que mi falda sea perfecta, ni que use maquillaje de Channel. Tampoco te prometo que me peine todos los días, o que no se me olvide alguna vez pintarme las uñas. Pero tengo una sonrisa que nunca falla si me sigues haciendo feliz como lo hacías hace meses atrás y unas ganas de seguir adelante impresionantes, te lo prometo. Pues sí. Porta tenía razón. “Y todo, absolutamente todo, puedes perder sólo por una estupidez. Guarda un parecido al comportamiento de los niños pequeños, como cuándo por el hecho de quitarle un juguete, quiere tenerlo, y se da cuenta de lo que eso significa.”

- Te echo de menos como una imbécil.

Lo peor son las noches, ellas tienen la culpa, de cómo llamar tu atención para tenerte cinco minutos. Pero mis planes carecen de todo sentido y coherencia por las mañanas. Aquí me tienes, en el salón de tu casa comiéndome la cabeza como la más loca de todas. Quién te lo iba a decir a ti. Esperando que bajes las escaleras de un momento a otro y te quedes a dormir conmigo.

Y ya me conozco todo eso de superar el pasado, seguir con la cabeza bien alta y bla, bla, bla y mira que lo intento, pero es verte, chico, y se me olvida todo. Por esa coraza a medio derribar. Tu aparente falta de sentimientos que es la mentira más grande del mundo. Sabía poco de ti por aquel entonces, solo que eras alto y valiente, que tenías los ojos azules, que pese a que nunca dijiste que amabas la música, yo lo supe desde el momento en que te conocí. Sabía que te gustaba la pizza con mucho queso más que a  un lápiz y ese afán de comprar guitarras. Oye Angie, frena. ¿Por qué todo esto ahora? Sabes que quieres darle un poquito de celos y pagarle con la misma moneda. Frena otra vez. Para y piensa. No puedo pensar. Lo estoy escuchando tocando la guitarra mientras canta algo. Y eso siempre solía hacerlo cuando no se encontraba bien.

………………………....................................……

Nuevo día.

Bajo las escaleras de casa y estoy hablando un rato con Rick y mamá. Veo que hay unas cuantas cartas sobre la mesa. Hay una de color morado.

- ¿Y esto? – pregunto curiosa. Mamá se encoge de hombros.

- Ni idea, aún no las he mirado.

Dejo un montón a un lado y cojo la carta morada. No tiene nada. La giro. Mi madre me mira con curiosidad.

- Es para mí.

- ¿De quién?

- No sé. – contesto rápido. – Ahora vengo.

Corro escaleras arriba y me tiro en la cama. Estoy nerviosa. ¿Qué puede ser? La abro y dejo el sobre a un lado. Extiendo el folio y comienzo a leer.

¡Desafío al Corazón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora