Capitulo 58

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-Bien chicos. – dijo Ben. Todos nos giramos cuando terminamos de sacar nuestras maletas. – Ahora os diré el número de vuestras habitaciones. Para evitar problemas. – Ben miró a Milet, a Pula, a sus amigas las huecas y luego a mí. ¿Debía sentirme aludida?- Hemos decidido colocaros como estáis en la universidad. Estén atentos, la señorita Hudson os dará las llaves.

Comenzó a nombrarnos uno por uno. Nicola, Rafael, Yaco y Gino fueron los cuartos. Cabaña número: 24.

-Luego nos vemos. – me susurró para correr hasta Hudson.

Cogió la llave y a cuestas con sus maletas fueron en busca de su cabaña. Nosotras fuimos las séptimas. Cabaña número: 28. Arrastrando nuestras maletas cogimos la llave y caminamos por el camino de piedra. Se palpaba la humedad del ambiente, los árboles soltaban gotitas de sus hojas y el piso estaba completamente mojado. Añoraba el olor a campo.

-Chicas, ¿Me echan una mano? - gritó Jaz. Las tres nos giramos. Tenía una cara bastante graciosa.

-Te dije que te habías pasado con la ropa. – carcajeé agarrando el otro extremo de la maleta. Nat agarró un pequeño bolsito que también traía.

Entre risas, llegamos a la cabaña. Estamos totalmente cansadas. Tenemos que subir una cuesta para llegar y con las maletas se hace muy pesado. Pasé la llave y la abrí. Ocurren cuatro catástrofes por este orden:

1.Ningún asmático podrá dormir en esta cabaña. (Nat, es asmática)

2. Toda persona que sea alérgica a los insectos tampoco podrá dormir en ella.

3. Hay tres camas.

4. Hay una serpiente en nuestra cabaña.

Un grito alarmante en grupo se nos escapa de nuestras bocas. No mucho más tarde acuden a nuestro rescate Rafael, Yaco y Nicola.

-¡¿Qué pasa?! – gritan a la vez algo asfixiados.

-¡Serpiente! – grita Nat. - ¡Serpiente, culebra!

Nos miran curiosos. Rafa eleva una ceja. Nicola ríe. Yaco mira serio a Nat.

-¿Me quieres hacer la culebra? – Yaco miro serio a Nat. Yo abro mucho los ojos, miro a Nicola pidiéndole ayuda, pero él solo se descojona con Rafa.

-¡Que hay una serpiente en la cabaña!– grita de nuevo Nat. A mí se me escapa una carcajada nerviosa. Entre tanto, nos hemos olvidado de la serpiente. Jazmín mira hacia adentro. Ya no está. Se me sube el almuerzo.

Rafael entra con cuidado a la habitación. Pero no hay nada. Nicola lo sigue con un palo en la mano. Avanzan un poco más. Seguidamente, entra Yaco.

-Aquí no hay nada. – afirma Rafael.

-¡Sí, sí que hay! – grito yo.

Y ocurren otras seis catástrofes por este orden:

1. Rafael suelta un grito, algo extraño. Y pega un salto hacia una de las camas.

2. Nicola se le queda mirando y rompe en una carcajada. Que rápidamente es anulada. Salta hasta la otra cama.

3. La serpiente aparece debajo de la cama que se encuentra justo detrás de Yaco.

4. Nicola le grita a Yaco que no se mueva y la golpea con el tronco desde la cama. La serpiente pierde algo de fuerza. Rafael se vuelve al suelo y corre hasta donde estamos nosotras, haciéndose con otro tronco.

5. Yaco permanece estático.

6. La serpiente no se mueve.

-Ya está. – dice Rafael observándola.

-Creo que ya está muerta. – dice Nicola observándola.

-¡No la toques! – le grito. Él me mira y ríe. – No estoy de bromas, que ni se te ocurra tocarla.

-Estas no muerden. – dice Nicola cogiéndola por la parte trasera, tirándola por la ventana.

-¡Estás loco!

-¿Cómo sabes que no muerden?

-En casa de mis abuelos, habían de estas. Son inofensivas. – carcajeó.

-¡¿No habrán más verdad?! – preguntó Jazmín.

-No. – dijo Rafael. – Pero es extraño, nunca habíamos visto una aquí.

La profesora Hudson subió a nuestra cabaña y nos ganamos nuestro primer toque de atención. ‘Nada de chicos en las cabañas de las chicas’ ‘Nada de chicas en las cabañas de los chicos’. Ellos se fueron a su cabaña y Hudson se marchó dejándonos solas y algo asustadas. Le explicamos el problema que habíamos tenido y nos dijo que lo hablaría con el chico de mantenimiento pero que de todas formas no nos preocupáramos. Cerramos la puerta de la cabaña y nos quedamos en el centro.

-¿Manos a la obra? – dije riendo.

-Manos a la obra. – repitieron al unísono.

Nos pusimos en marcha. Preparamos unos cubos con agua y cogimos un par de paños. Limpiamos nuestra pequeña cabaña. Ahora sí se podía respirar. Quitamos las telas de arañas que había en las esquinas y también las sábanas que estaban puestas. Sí, Jazmín venía preparada. Colocamos unas que ella trajo y esparcimos colonia de niños pequeños. Ahora si se podía respirar y vivir allí. Ahora era otro mundo.

Después de deshacernos de los paños y los cubos, tomamos un descanso en nuestras camas. Habíamos colocado otra y ahora todo estaba en orden. Entre risas tocaron en la cabaña.

-¡Adelante! – gritó Cachi.

-Señoritas, os esperamos en cinco minutos enfrente del comedor.

-Está bien Ben. – dije.

-¿Qué haremos? – dije colocándome los cordones.

-Juegos. – dijo Jaz.

-¿Juegos?

-Sí, ya verás. Son muy divertidos. – carcajeó.

Bajamos hacia el círculo. El círculo es el centro del campamento. En él hay unos pequeños troncos donde según me han dicho, en las noches hacen unas fogatas. Nos colocamos alrededor del círculo. Los chicos estaban enfrente, carcajeando con Ben. Ben tendrá unos veinticinco años, es el profesor de Educación Física de la universidad. El profesor más enrollado.

- ¿Qué tal vuestras cabañas? – dijo Ben con una sonrisa.

-Nosotras hemos tuneado la nuestra. – dijo Natalie. Carcajeamos.

-En la nuestra había un bicho en una especie de hilo. – dijo Milet con cara de asco.

-Eso se llama araña. – dije en alto. Todos carcajearon. Ella me miró con odio.

-Ya sé que es una araña. – dijo seria observándome.

-Y no era hilo, era tela. – todos rieron de nuevo. – De araña. – añadí.

-¿Te crees que soy estúpida? – me preguntó.

Yo elevé una ceja y carcajeé. El ambiente se tensó. No contesté. Me limite a reír. Su grupo me miraba con cara de pocos amigos. Ben colocó el pause.

-Bien, basta. – dijo intentando parecer serio mientras me observaba. - ¿Estáis preparados para vuestra primera actividad? – dijo levantándonos los ánimos. Todos gritamos un sonoro ¡Sí!

-¿Qué vamos a hacer? – preguntó una de las chicas de la clase.

-Hoy, jugaremos a ‘en busca del sobre perdido’.

-¿Qué mariconada es esa? – preguntó Rafael. Se escuchó unas leves risas de fondo. Contuve mi carcajada. Ben tragó saliva y le dedicó una mirada de pocos amigos. Rafael le sonrió. Este río levemente.

-Hay treinta y dos sobres de colores diferentes desperdigadas por el campamento. – dijo señalando nuestros alrededores. – Están escondidos. Tendréis que buscar uno. - Mientras valláis llegando, me las dais y podréis tomar libre el resto del día. Nos reuniremos en el comedor a las diez para tomar la cena. ¿De acuerdo? – un sonoro sí se hizo presente. Ben asintió y se puso en pie mientras todos le imitamos.

-Bien, - cogió su cronometro y sonó un leve ‘bip’ – a la de, uno, dos….y tres.

¡Desafío al Corazón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora