Capitulo 21

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Y dicho esto, se levantó. Tiró la manzana a la papelera y salió por la puerta. Esta vez, quien tenía que tirar sacos de cemento en su corazón para tapar heridas, era Nicola. Se levantó de la mesa, negando todo el dolor que sentía, no quería aceptar nada, no se daba cuenta de nada, al igual que ella. Al fin y al cabo, ¿Quién iba a explicarle al corazón? Son dos mundos totalmente diferentes. El popular, la fea. El que tiene todo lo que quiere, la que lucha a muerte por sus cosas. Corrió hasta donde ella estaba, terminando de subir las escaleras, para entrar en su habitación. Tiró de su mano con fuerza, volviendo a apoyarla en la pared. Ella lo miró de nuevo con indiferencia, intentando ocultar el deseo que sentía de besarlo nuevamente. Se hizo la fuerte. Y fue uno de los mayores retos contra los que había luchado. Él llevó su mano a su mejilla y le susurró algo al oído.

-¿En serio no te importo ni un poquito Arizaga?

Ella tomó fuerzas, tragó saliva.

-No Nicola, conmigo el jueguito de romeo mentiroso. – negó con la cabeza haciendo unos sonidos con la boca. – no sirve.

Lo empujó. Nicola volvió a tirar de su mano, ocasionándole daño en sus muñecas aún débiles. Suspiró casi contra ella, volviendo a presionar sus labios. Angie tuvo que hacer cabeza, intentando zafarse del agarre de Nicola, hasta que lo consiguió. Fundó una cachetada en su rostro y él la miró perdido. ¿Qué fallaba? ¿En qué estaba fallando ahora? ¿Qué estaba haciendo mal? Quizás otras cosas no, pero lo de pegar a Angie se le daba bien. Maldita sea, como le dolía la cara.

-¡Que sea la última vez que intentas hacer eso imbécil! – gritó Angie, cerrando la puerta de su habitación.

Nicola cerró los ojos ante el fuerte estruendo que hizo la puerta. Llevó la mano a su cara y apretó sus dientes, marcándose la vena del cuello. Era al mediodía y en tres horas tenía que irse con ella a la empresa de su padre. Llegó a su habitación, furioso, tiró su chaqueta al suelo, luego su blusa. Rafael y Yaco le observaban carcajeando. Nicola los miró con esa mirada de odio, ellos seguían riendo. Rafa fumaba un cigarrillo. Nicola subió las escaleras, aún furioso y se metió a duchar. Por el otro lado, Angie hacía lo mismo, furiosa. En tres horas tenía que volver a verlo.

-¡Estúpido! – dijo ella mirándose en el espejo.

-¡Estúpida! - dijo esta vez él, saliendo de la ducha.

Angie se preparó. Un chándal. Ya le daba igual todo. La misma ropa con la que llegó el primer día. Y sus Nikes. Se recogió el pelo. Se colocó las gafas y se limpió los dientes. Al terminar formuló una sonrisa falsa, observando sus aparatos. Ya estaba harta de ellos. Abrió la puerta, bajó las escaleras. Sólo estaba Jazmín, pintando sus uñas.

-Me voy. – dijo cogiendo su teléfono móvil.

-¿A dónde vas? – dijo Jaz levantando su mirada.

-A la empresa del padre del estúpido. – suspiró pesadamente.

-¿Otra vez?

-Si. – se echó perfume. Lo colocó sobre su estante y abrió el pomo de la puerta. – Deséame suerte Jaz. – revoloteo los ojos y rieron para luego cerrar la puerta.

Por otra parte, estaba Nicola. Él se acababa de preparar. Aún no se explicaba porque había besado a Angie. Tampoco se explicaba por qué le había gustado tanto aquel beso. Y mucho menos se explicaba porque no dejaba de pensar en aquello. Le dio una patada a la puerta del baño y bajó. Los chicos no estaban. Cogió un cigarrillo hacía tiempo que no fumaba y ahora le venía bien uno para calmar los nervios. Tenía que conducir por un largo tiempo y encima con ella. Al terminarlo lo fundió en el cenicero. Subió al baño y se lavó los dientes, para luego comerse un caramelo de menta fuerte. Cogió las llaves del coche, esta vez, irían en él. Cerró la puerta con fuerza y bajó las escaleras.

¡Desafío al Corazón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora