Capitulo 13

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-Aquí tenéis. – dijo una señorita colocando las pizzas sobre la mesa. Acto seguido, colocó nuestras bebidas.

-Muchas gracias. – sonreí.

-Gracias. – dijo él.

Cogí mis cubiertos y corté un pedazo. Él la cogió con la mano y mordió, con hambre. Me hizo bastante gracia, pero me retuve. Estaba todo manchado de Ketchup, parecía un niño pequeño. Me miró.

-¿De qué te ríes?

-De nada. – negué intentando aguantar mi risa. Él me miraba divertido.

-Tonta. – rió. Pinchazo.

-¿Qué?

-Nada. – negó y volvió a mirarme.

-¿Estás mejor?

-Sí, gracias. – asentí.

Después de terminar nuestra comida, Nicola pidió la cuenta.

-Yo pagaré.

-Yo no pensaba hacerlo, me sacaste a rastras de allí. – volvió a mirarme divertido.

-Vamos.

Nos levantamos de la mesa y salimos de allí. Me di cuenta que tenía un pequeño coletero en mi muñeca, elevé mi cabello y lo rodeé consiguiendo un perfecto moño alto. Nicola comenzó a caminar rápido y entró por una gran puerta de cristal. Volteó.

-¿Qué pasa? – me observó con un rostro confuso. – Vamos.

-¿Qué es esto? – pregunté con el seño fruncido.

-La empresa de mi padre.

-¿Y qué hago yo aquí?

-¿Para algo vinimos no? – elevó una ceja.

-Pero…

No me dejó terminar la frase. Se acercó y tiró de mi brazo, logré zafarme de su agarre y susurré un ‘Args’. Aquel sitio era enorme. Nicola se acercó a una especie de recepción, la señorita le sonreía y le entregó una tarjeta mientras yo observaba confusa aquel lugar tan grande. Había muchas cámaras de fotos por todas partes y modelos muy bonitas en cuadros enormes. Me quedé observando a una de las chicas. Lo que yo daría por lucir linda. A veces, me gustaría saber cómo la gente me ve, como se ven mis gestos, mi físico hasta mi manera de hablar. ¿Nunca has sentido esas ganas de transportarte a otra persona para poder verte a ti misma?

-Vamos Arizaga. – volvió a tirar de mi.

-¿Vas a dejar de hacer eso?

-¿El qué?

-De tirar de mí, no soy ningún animal.

-¿No?

Volvió a carcajear, como la primera vez. Ese ‘¿No?’ Llevaba una gran indirecta. Desapareció el Nicola que había permanecido conmigo la última media hora y dio paso al verdadero Nicola. Lo observé con furia y él sonrió arrogante, me quedé observándole unos segundos y luego, di media vuelta. Bajé las escaleras que apenas habíamos subido.

-¿Se puede saber a dónde vas? – bajó las escaleras siguiéndome. El taconeo de mis botas hizo que la recepcionista mirara hacia arriba.

-Adiós. – dije a paso ligero. Volvió a tirar de mi brazo, esta vez bruscamente haciéndome voltear.

-¿A dónde te crees vas? – me preguntó con una ceja elevada. – Ya estamos aquí, ahora no te vas a ir.

¡Desafío al Corazón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora