Capitulo 43

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-¿Qué haces aquí solita? – pregunto él en su oído. Ella no giró.

-Nada. Me había entrado frío.

Nicola asintió y dejó caer su cabeza en el hombro de ella. Angie también dejo caer la suya de nuevo sobre sus brazos. Y pasaron así unos largos segundos. Angie notaba como bombeaba el corazón de Nicola sobre su espalda desnuda. Y eso le gustaba. Mucho. Latía rápido y sentía también su respiración en su oído. Y luego sintió como él levantaba su cabeza y volvía a posar sus labios muy cerca de su oído.

-¿Sabes algo? – dijo empleando de nuevo aquella voz sensual.

-¿Qué?

-La primera vez que te vi en clases. No pude evitar fijarme en tu cuello.

Nicola elevó su mano izquierda del agua y comenzó a acariciar el cuello de Angie con las yemas de sus dedos.

-Y me llamaron la atención estos dos lunares. – él elevó una ceja y lamió sus labios. - ¿Y sabes otra cosa?

-¿Qué?

-Quiero comerte el cuello ya mismo.

La giró lentamente y besó el cuello de ella. Pasando su lengua por allí, mordiéndola. Angie se quejó, lo alejó y le susurró un ‘Gatito, tranquilo, hay gente.’ Nicola mordió su labio inferior. Pura tentación para Angie. Lo odiaba cuando hacía eso, él era consciente de lo que provocaba en ella cuando mordía sus labios o cuando simplemente cuando pasaba la lengua por ellos para mojarlos. Por puro instinto. Estaban allí, uno frente al otro, a un centímetro de sus bocas. Y hace calor, mucho calor. Y las cosas se mueven muy rápido, tanto que no da tiempo a pensar. La mira con esa carilla de pillo y no puede más. Lo besa. Intenso. Rápido.

-En serio, tienes unos labios que dan unas ganas locas de morderlos y que sangren dentro de la mía hasta que los dos perdamos los sentidos. – dijo Angie sobre los labios de Nicola en un intento de captura de oxigeno.

-Eso me acaba de poner mucho. – susurró esta vez él sobre los de ella logrando que Angie casi carcajeara en su boca.

Y la besó de nuevo. Y otra. Y otra. Y otra vez. Y ahora otro beso. Distinto. Un beso de esos que te erizan hasta el corazón, que electrocutan, que maravillan, que encantan, que haces que no puedas parar de besar a la otra persona. Que se recuerde, que sea mágico, especial, como tú, como yo. Un beso con sabor a menta, a pasta de dientes, o a fresa, o a chicle de limón, a piña con alcohol, o a mandarinas, o quizás a fresa. Con ligeros calambres. Electricidad, su lengua. Mi lengua. Más rápido. Juegos. Escondite. Más besos. Más caricias. Calor. Mucho más calor.

-Nena, las chicas buenas no se fijan en los chicos malos como yo. Porque cuando se fijan, se contagian. – susurró. – Somos una mala influencia.

-¿Sí? – susurró esta vez ella. – Pues contágiame. Quiero ser una chica mala.

-De eso nada. Tú me pones más. Eres buena… y malvada a la vez. – dijo él acariciando la espalda de ella mientras volvía a darle un beso de esos que te dejan sin aliento. Topándose sin querer con el cordón de su bikini. Enredó sus manos allí, a propósito. Angie curvó su espalda y eso provocó que sus cuerpos se juntaran más, haciendo que Nicola soltara un leve gruñido en la boca de ella.

-Ni te atrevas. – susurró ella con la respiración entrecortada.

-¿Y qué pasa si me atrevo?

-Te mataré.

-Hmmmm... – mordió su labio. Y Angie no sabía cómo encajar aquella expresión. – Me apetece jugármela. – Siguió jugando con el pequeño cordón. Ella elevó una ceja.

¡Desafío al Corazón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora