Capitulo 3

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|| Narra Angie||

Al siguiente día.

¿Sabes cuando estás durmiendo y sientes esa presión en tu cabeza? ¿Cuándo y de repente suena una música impertinente y tú estás durmiendo? ¿Cuándo de repente, viene visita, tus hermanos, tus propios padres o el perro y hacen escándalo? ¿Cuándo te despierta el panadero? ¿El señor del taladro de todas las mañanas? Pues nada en comparación con esta sirena que anuncia la llegada de un nuevo día. Una melodía ensordecedora que hasta el que tiene el sueño más profundo logra despertarse de un solo brinco.

-¿Qué es eso? – digo frotando mi ojo izquierdo.

-Eso es el tormento de todos los días. – dice Jazmin riendo mientras se pone en píe.

-Vamos anda. – dice moviendo enérgicamente a Cachaza y Natalie.

-¿Y qué pasa? – digo aún con los ojos pegados.

-Pasa, que es hora del desayuno. Todos tenemos que bajar. – respondió acompañando una risa contagiosa.

-¿Y si no quiero comer?

-Angie, no seas tan antisocial. – carcajeó Nat mientras tiraba de mi brazo. – Venga, ve a ducharte, que estás dormida.

-Pero…- me cortó.

-Ni peros ni nada, te duchas, te preparas y luego nos dejas a nosotras. – dijo señalando la escalera. Como cuando nuestras madres nos ordenan a ponernos las zapatillas (¡No estés descalza!)

-Me das miedo. – reí. – Eres peor que mi madre.

-Puede llegar a ser peor que una madre. – dijo Cachaza carcajeando mientras Nat le tiraba un cojín desde la otra punta de la habitación. -¡Oye! – carcajeó.

-Ya bajo, no tardo.

Entré en el cuarto de baño y tras quitar mi ropa, abrí lentamente el chorro. Dejé que se fuera templando el agua mientras dejaba mi mente en blanco y observaba los shampos. Habían unos 14. ¿Por qué tantos? Metí un pié, luego el otro y ya estaba dentro, cerré la cortina y dejé que el agua cayera sobre mí. Cerré los ojos.

|| Narra Nicola ||

Bajamos a desayunar, como todos los días.

-Hola hermosa. – le susurré en el oído a Milet, sentándome justo a su lado.

-Hola Nicola. – sonrió dando la vuelta con su dedo a uno de los rizos que finalizaban en su cabello. - ¿Por qué no viniste anoche? – dejó caer su rizo.

-En realidad tenías que venir tú. – elevé una ceja.

-Yo fui. – frunció el seño. – Pero no estabas.

-¿Ah sí? – carcajeé.

-¿Te estás quedando conmigo?

-Claro que no, preciosa. – acaricié su mejilla. Ella mojó sus labios.

-Entonces, ¿Dónde estabas?

-Estaba hablando con Mathias. – mentí.

-¿Tú?

-Yo.

-Mentiroso. Estabas tirándote alguna otra.

-¿Me vez capaz de hacer eso? – sonreí divertido.

¡Desafío al Corazón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora