Le sigo y llegamos a una oficina muy bien decorada.
-Necesitamos que nos ayudes en algo.
-¿Yo?
-Así es. – asiente. – Nosotros trabajamos con ‘Roop Deen’ es una tienda de ropa, donde nosotros publicitamos todos sus modelos. Richard, nuestro fotógrafo estaba enfermo pero ya esta mañana llegó, yo iba a pedirte que si tú podías sacar las fotos, pero Richard llegó y descontroló mis planes. – carcajeó. - Por lo que ahora, me gustaría pedirte el favor, de que me buscaras la modelo.
-¿Qué? – abrí mucho los ojos.
-Pues…- le corté.
-Sí, he entendido. – asentí. - ¿Para cuándo necesita la modelo?
-Para mañana.
-¿Para mañana? – me exalté.
-Así es. ¿Puedo confiar en ti?
-Por supuesto. – asentí.
-Obviamente, cobraras por ese trabajo.
-No, no hace falta. – negué. Francesco carcajeó negando y se puso en pié. Me observó.
-Angie, ¿a ti no te gustaría modelar? – pestañeé varias veces.
-¿Cómo?
-¿No te gustaría modelar?
-¿Usted me está viendo?
-Te veo.
-No quiero ofenderle pero, ¿Y viéndome usted cree que esa pregunta es lógica?
-Es muy lógica. Eres preciosa. Además, podemos cambiar algunas cosas. – me observó curioso. - ¿Ya cumpliste con el tiempo de tus aparatos?
-Sí. Hace bastante.
-¿Ves sin gafas?
-Sí. – se me escapó una risa nerviosa.
-¿Puedes soltarte el cabello?
-No. – negué seria. – Es decir…
-¿Me harías el favor de soltarte el cabello? – dijo esta vez más serio con una voz ronca.
Le observé confundida. Llevé mi mano a mi coletero y tiré de este haciendo que cayera totalmente hasta un poco más arriba de mi cintura. Angie me observo y tocó los cortes de mi cara. ¿Me estaba examinando? Era demasiado extraño. Tocó mi cabello y lo dejó caer. Volvió a observarme. Dirigió su mirada a mis labios y volvió su mirada a mis ojos. Se alejó y repasó con su vista mi cuerpo. Luego, se fue. ¿Alguien me explica algo? Se me comienzan a juntar las preguntas.
Salí de aquella oficina y me dirigí al mismo sitio de antes, Francesco hablaba con Richard. Busqué a Nicola con la mirada, pero no estaba por ninguna parte. Y aquella chica tampoco. Suspiré pesadamente y me acerqué a Francesco.
-Lo siento. – le llamé. Giró rápidamente con una sonrisa.
-¿Pasa algo?
-No, no. – negué. - ¿Sabe donde está Nicola?
-Pufff. – suspiró rascándose la nuca. – No tengo ni idea.
-¿Me podría dar su teléfono móvil?
-¿No lo tienes? ¿No eres su amiga? – preguntó divertido sacando su teléfono.
-Si usted supiera…- dije en un susurro.