Archibald parpadeó al darse cuenta de que los sonidos se habían vuelto tenues y la iluminación era tenue, cómo si las ventanas estuvieran cubiertas por cortinas. De inmediato reconoció ese sitio como el lugar donde se encontró por primera vez con el espíritu de Darla.

Apretando los labios miró el camino que había recorrido hasta llegar ahí. Tampoco escuchaba pasos que se acercaran, se sentía en un espacio ajeno a la realidad, lejano a los vivos y a los muertos. Aquello le causó escalofríos, así que pensó en marcharse lo más rápido posible de ahí, sin embargo, al devolver la vista al frente se encontró con el hombre de la bata blanca, quien sonreía arrugando la nariz con diversión, haciéndole señas para que se acercara.

Él negó con la cabeza y retrocedió un paso.

—¿Quién eres? —le preguntó, dándose cuenta de que era la primera vez que le hablaba.

El fantasma no contestó, siguió haciéndole señas, esta vez mucho más efusivas. Al principio le pidió que se acercara, pero después pareció arrepentirse de ello y le indició que siguiera otro camino.

Archibald no iba a caer en ello nuevamente.

—Te hice una pregunta —dijo, tratando de sonar más firme de lo que se sentía. Aquella situación era muy extraña. No le gustaba.

Soltando un suspiro el fantasma se cruzó de brazos, mirándole como si quisiera regañarlo, pero al mismo tiempo se veía relajado, parecía que se encontraba en una situación de rutina, la desobediencia de Archie debía ser un simple guijarro en el camino para él.

—¿Por qué no contestas? ¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó frunciendo el ceño.

El hombre de la bata blanca levantó una ceja, estaba sonriendo, pero su expresión no era tan amable, en su lugar parecía estar analizando su entorno a consciencia. Mientras pensaba levantó la cabeza, frunciendo el ceño, cómo si hubiese escuchado algo extraño y sus labios se entreabrieron al tiempo que observaba sus alrededores, aquel cambio de humor confundió a Archibald.

—¿Que? ¿Qué pasa? —Archie comenzaba a hartarse de aquella conversación en una sola dirección, pero eso no pareció importarle al fantasma, quien abrió los ojos de par en par, sonriéndole durante un segundo antes de desaparecer de golpe. Parecía estar huyendo—. ¿Qué demonios? —murmuró frunciendo el ceño.

—¿Estás en una caza mayor mi estimado Carrie Boy? —la melosa voz de Sunshine Dickens sonó a sus espaldas, logrando que Archibald saltara en su lugar ¿De dónde había salido?

—¿Dickens? —preguntó frunciendo el ceño. La muchacha venía de un pasillo lateral y por primera vez en un tiempo la vio usando el uniforme de la escuela. En sus últimos encuentros ellos habían estado viéndose muchas horas después de clases, así que era lógico que siempre la encontrara vestida de civil. La visión de la chaqueta elegante y falda de tablones lo confundió.

¿Cuánto tiempo habría pasado desde que vio a Darla con el uniforme puesto? Una imagen de la chica llegó a su cabeza, pero era demasiado borrosa porque en ese tiempo no le prestaba demasiada atención. De alguna manera aquello le hizo sentir decepcionado.

—Deja de mirarme tanto o te enamorarás de mi —ella arrugó la nariz mientras sonreía de una manera nada amable. Aquello le hizo recordar al hombre de la bata blanca, él hizo una expresión parecida antes de salir por las patas ¿Acaso el tipo había huido de Sunshine? Una risita se le escapó de los labios, si él pudiese desaparecer a su antojo, también lo habría hecho.

—Me marcho —anunció, sin pescar la provocación de la chica y dándose vuelta comenzó a avanzar en el pasillo, preguntándose cuanto tardaría Darla en volver esta vez. Ellos tendrían que apresurarse con aquella maldita investigación si querían terminar con todo antes de los tres meses.

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora