El inicio de una maldición

647 77 48
                                    

Tendría que ser la una de la madrugada, cuando Ackley se levantó sobresaltado. Un dolor atravesó su Sello, haciéndole sentir que la cabeza se le partiría en dos.

Miró a su lado y Evengeline estaba tendida boca abajo envuelta en las sábanas. Su rostro era apacible, sereno. Se acercó, besándola con devoción pero una fúnebre pesadumbre lo hizo estremecerse.

Algo no estaba bien, presentía que un manto lúgubre se tendía sobre su Clan. Salió de la cama, colocándose la ropa interior y los pantalones. Se metió en la camisa y sobre ella colocó el chaleco cuando Evengeline despertó.

—¿Qué ocurre, señor mío?

—No debes preocuparte, amada mía —respondió, arrodillándose a su lado para besar su frente.

— Ackley —susurró, sonriendo por el cosquilleo que le producían los labios de su esposo al tocar su piel.

—Vuelve a dormir, señora mía. Antes de que la alondra cante, estaré aquí contigo. —Besó sus labios—. Esposa mía, amada mía. —Besó por largo tiempo su frente y salió.

En cuanto la sombra de Ackley desapareció a través de la puerta, Evengeline se estremeció. Los vellos de su piel se erizaron, y el terror la invadió... Lo recordó, vestido de gris y blanco corriendo entre los techos en llamas de Ignis Fatuus.

Inmediatamente se levantó, como pudo se colocó su vestido. Ella podía impedir aquella desgracia, tenía que hacerlo porque, ahora, ese también era su Clan. 

Pero en cuanto puso un pie fuera de la cabaña, se encontró con Agatha, quien la esperaba con una macabra sonrisa. Llevaba el mismo vestido lavanda que ella traía, lo que la horrorizó.

—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Ackley?

—Eres una maldita mujerzuela, Evengeline. ¿Cómo te atreviste a deshonrar tu Clan? ¿A engañar a un hombre tan bueno como Edward?

—Si quieres a Edward puedes quedártelo. Él me repugna. Ahora, necesito ir con mi marido.

Pasó por el lado de Agatha, pero esta la agarró de los cabellos tirándola al suelo, donde la golpeó repetidas veces. Evengeline se cubría, pensando que su prima la mataría, mas se detuvo.

—Esto me dará tiempo para acabar con tu esposo y su Clan. Luego vendré a por ti. Aún tienes algo que me pertenece, querida.

Evengeline levantó la mirada, observando con horror que en la mano derecha de su prima, en donde debía estar la espiral de fuego de Ardere, había un dragón negro serpenteando con las fauces abiertas: Agatha se había entregado al Harusdragum, el dragón maligno que corrompía a los hijos del Solem.

Evengeline levantó la mirada, observando con horror que en la mano  derecha de su prima, en donde debía estar la espiral de fuego de Ardere, había un dragón negro serpenteando con las fauces abiertas: Agatha se había entregado al Harusdragum, el d...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Evengeline pasó un tiempo incontable en el suelo, intentando recobrar las fuerzas. Sabía que la ventaja que le había cedido a su prima no la recuperaría jamás. Tomando aliento se puso de pie, echándose a correr, cojeando de la pierna izquierda.

La Maldición de ArdereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora