La Tristeza de un Baile

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Ibrahim no tuvo necesidad de correr, sabía muy bien que Aidan no vendría a por él, que no se disculparía, y él no le exigiría que rectificara sus palabras. 

Sus acciones, sus decisiones, le habían puesto en evidencia. La presencia de Irina dentro de la Hermandad lejos de facilitarle el camuflaje solo reveló sus sentimientos, y ahora era despreciado, como siempre supo que lo sería, un futuro no deseado que se había transformado en presente y que, segundo a segundo, quedaba enterrado en un pasado que se repetía como un ciclo vicioso, trayendo repercusiones futuras. Un futuro tan próximo como el mediodía.

A unas cuadras de la casa de Aidan quedaba un conjunto residencial, el único de la Urbanización Bahía Arroa, allí vivía Irina. No tuvo que llamarla ni planificar una estrategia para entrar al edificio dado a que esta iba saliendo en su carro y por poco lo atropella.

—¡Baja ya! —le gritó Ibrahim golpeando el capó.

—¡Si lo dañas, lo pagas! —le reclamó—. ¿Te vino la menstruación o qué?

—Eres una maldita farsante.

—¡Oooooh! Mi gay preferido se levantó de mal humor. ¿O es que acaso Aidan te contó que nos besamos?

Las mejillas de Ibrahim se encendieron. Por un momento, pensó que aquello era demasiado hasta que entró en razón: Aidan no le contó de ese beso porque ni siquiera era capaz de recordarlo.

—Tan bueno fue que ni lo mencionó. —Ahora era Irina la sorprendida.

—¿A qué has venido?

—A terminar lo que empezaste. Tú no eres santa de mi devoción, además de ser una maldita mentirosa.

—¿Mentirosa?

—No eres una Ignis Fatuus, ni siquiera tienes un tatuaje de heno para mostrar. Dudo, además, que puedas ver uno. —Irina palideció—. Pero lo único bueno que has hecho es presionarnos para que nos alejemos de Maia.

—¿Qué quieres decir?

—Que te apoyaré, en tu mentira, siempre y cuando separes a Aidan de Maia.

—Sabes que no lo tendrás para ti.

—Esto ni siquiera lo hago por mí.

—¿Ah no? Entonces, ¿por quién lo haces?

—Si ellos se juntan la Hermandad desaparece.

—¡Ah sí, la fulana leyenda urbana de los chicos estos que murieron!

—No es ninguna leyenda urbana.

—¿Acaso te olvidas que yo me estoy haciendo pasar por la Primogénita de Ignis Fatuus?

—No, no lo olvido, así como tampoco olvido que no lo eres. Solo convence a Aidan que su destino es estar contigo y así concluir con la historia de Ackley y Evengeline, al final será mucho más seguro para todos nosotros.

—Y tú, ¿qué ganas? Porque Aidan no es un tonto y pronto sabrá toda la verdad.

—¿No crees que es muy tarde para pensar en ello? Tú solo consuélalo, que cuando todo se descubra terminarán por agradecerte que los hayas separado.

Irina sonrió. Ibrahim terminó el trato con un apretón de manos. 

Ahora solo quedaba esperar que Irina fuera lo suficientemente astuta como para conseguir que Aidan volviera a mirarla como lo había hecho unas semanas atrás.

En su dolor, Ibrahim presentía que ella lo lograría, porque nadie puede entregar su corazón a otra persona en menos de un mes.

En su dolor, Ibrahim presentía que ella lo lograría, porque nadie puede entregar su corazón a otra persona en menos de un mes

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La Maldición de ArdereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora