Dentro de la Confusión

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La avenida Universidad tiene cuatro canales en ambos sentidos, frecuentemente transitados; en la isla que separa los canales de circulación, hay hileras de morichales(1). Ibrahim siempre cuestionó la estética urbanística de la ciudad: palmas muy altas y calles despejadas de cualquier tipo de sombra natural donde resguardarse del inclemente sol.

Por otro lado, las amplias aceras se encontraban arrebatadas de tiendas de moda, papelería, música, agencias telefónicas, relojerías y una que otra perfumería de donde salía un nauseabundo aroma, producto de la mezcla de esencias e inciensos tan profundos que le obligaron a taparse la nariz. 

Caminó ensimismado en sus pensamientos, hasta llegar a una esquina donde un enorme samán sobresalía. Aquel era su sitio preferido, era el toque fresco de la ciudad, allí se encontró con Itzel.

Su amiga era una joven de piel trigueña, ojos grandes café, cabello castaños oscuro, largo y liso, frente amplia, labios gruesos, tenía un rostro redondo, muy bien esbozado. Era de esas chicas seguras que sabían lo que querían, adónde irían, con madera de líder, libre, creativa. 

El "Sol del atardecer" era muy atrayente, por lo que Ibrahim siempre se había sentido cautivado por su belleza y presencia. «Si no fuera gay, estaría irremediablemente enamorado de ella», le había comentado a Aidan. 

Pero lo que Ibrahim nunca había reparado era que Itzel también estaba fascinada con su seriedad, aplomo e inteligencia, y lamentaba con toda su alma que él jamás fuera a verla como ella lo veía.

—¡Itzel Graciela! —la saludó, observando la bolsa que llevaba repleta de libros—. ¿De compras?

—Ibrahim Gustavo —respondió sonriendo, siempre le había sorprendido que las iniciales de sus nombres coincidieran—, solo me preparo para este nuevo año escolar. No pienso quedar por debajo de tus notas.

—¿Competencia? Me encantan las competencias. ¿Te nominarás como tutora?

—¡Pues claro! Cualquier actividad que me dé puntos extras es bienvenida.

—¿Y si te dan a Saskia Jiménez?

—¡Grrr! —gruñó, llevándose el dedo índice a la boca mientras hacía un gesto para vomitar—. No hay nadie más ignorante en el colegio que ella.

—Logré que pasara al Quinto Año —comentó, riendo aún por el gesto de su compañera.

—Y con ella, la pandilla de ineptas... En fin, no pienso arruinar mis esperanzas de un año espectacular por causa de esas taradas —dijo, despidiéndose con un beso rápido en la mejilla.

Ibrahim la vio alejarse, sacudiendo su risueña cara, cruzó la esquina del samán, caminando por la amplia y tranquila calle Ruíz Pineda, la cual terminaba en Bahía Arroa, lugar en donde vivía Aidan.

Tocó el timbre de la marfileña casa, siendo recibido por Dafne. Estaba visiblemente malhumorada, su cabello caía por delante de sus hombros, su mano derecha sostenía la puerta.

—¿Qué? —lo saludó—. ¿Vienes a ufanarte por tu Donum de Neutrinidad?

Ibrahim la miró extrañado, mientras Aidan se acercaba con una mano en el bolsillo trasero de su bermuda, en franelilla y comiendo una manzana. Dafne lo miró blanqueando sus ojos, dio media vuelta y subió las escaleras.

—Me imagino que acaba de escupir todo su ácido en ti —lo saludó, golpeando sus manos con los pases acostumbrados—. Hoy no es su día.

—¿Qué fue lo que pasó?

—Puedo atravesar cosas —soltó, caminando hacia la cocina. Ibrahim decidió seguirlo—. Creo que se llama Don de nuecinidad.

Neutrinidad —corrigió.

La Maldición de ArdereWhere stories live. Discover now