La Energía de los Clanes

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Itzel se reunió en casa de Ibrahim con Sakia. Sabrina había quedado en llevarlas al campo de entrenamiento. 

Contrario a lo que Saskia pensaba, la mamá de Ibrahim a duras penas llegaba al metro sesenta, para su lógica era imposible que una mujer tan pequeña tuviera un hijo tan alto. Ella era muy hermosa, no marcaba los cuarenta y cinco años, su cabello era negro, su piel trigueña, rostro triangular, frente amplia: Sin duda alguna la inteligencia de Ibrahim venía de ella.

—Itzel —saludó dándole un beso en la mejilla.

—Señora —respondió—. Nos dijo Ibrahim que nos llevaría al campo de entrenamiento de Lumen. Mi mamá se lo agradece de todo corazón. Ella nos puede llevar mañana.

—Lo hago con mucho gusto. Además, estoy un poco asustada. —Ibrahim se detuvo a su lado—. Prefiero llevarlo y traerlo, así sea en autobús.

—Pues vamos —solicitó Ibrahim—. Van a ser las dos, y acordaste con papá en estar aquí antes de las seis.

Sabrina asintió.

El campo de entrenamiento de Lumen no quedaba muy lejos de Costa Azul. Veinte minutos en carretera, luego debían tomar un atajo, encontrándose con una vía muy estrecha. Pasaron una señal de "Prohibido el paso".  

La espesa vegetación bordeaba ambos lados del camino, a lo lejos se podía notar un claro. Era un prado cercado por setos de ciprés, estaba lo suficientemente escondido para que pudieran dar con él. Había algunos adultos practicando con espadas y arcos. En uno de los lindes con los ciprés se veía una pista de obstáculos. Cada Clan tenía uno.

Ibrahim se acomodó los lentes. Él nunca pudo pasar la primera etapa de la pista de obstáculos de Sidus, y eso que solo consistía en esquivar unos martillos.

—Te atreves —lo invitó Itzel, colocándose los guantes.

—Soy malo con los obstáculos.

—¡Vengan! —les gritó Saskia—. Debemos calentar un poco.

Comenzaron a trotar cerca de los setos de ciprés. Tanto Itzel como Ibrahim descubrieron que Saskia estaba en forma.

 Tanto Itzel como Ibrahim descubrieron que Saskia estaba en forma

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Puntualmente, Leticia recogió a Aidan en su casa. Estaba un poco nervioso. Sus conocimientos sobre baile eran muy pobres. Por primera vez en su vida se sentía cohibido ante la presencia de un adulto, en especial cuando se enteró que ella sería la encargada de enseñarle los pasos con los cuales Maia intentaría entrar al Club de Danza.

La casa de su compañera estaba rodeada por una fortaleza de mármol por donde se extendía una amplia enredadera. Luego de pasar la verja hacia el estacionamiento, se dio cuenta de que un seto revestía toda la pared externa, brindándole frescura a la casa. 

Su hogar era de dos plantas, sobresaliendo las columnas cuadradas en piedra de laja combinadas con los grises y blancos de las paredes. Grandes ventanales se abrían paso a través de las misma, dejando levemente al descubierto una impecable decoración minimalista en la sala y en lo que parecía ser una especie de estudio.

La Maldición de ArdereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora