La Usurpadora

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A Aidan no le sorprendió ver a Ibrahim sentado en el porche de su casa, pero a quien no esperaba encontrar allí era a Saskia, en especial porque aún no le perdonaba lo que le había hecho a Maia. Su amigo llevaba una camisa abotonada hasta el cuello, haciéndolo ver fatal. 

Andrés estacionó el auto frente a su casa, no sin antes recordarle que tenía solo unos minutos para hablar, de lo contrario no podría estar a tiempo en la casa de Maia.

—¿Qué más, bro? —saludó a Ibrahim, golpeando sus manos—. Saskia —dijo secamente—. ¿Cómo les fue en el entrenamiento? —preguntó llevándose las manos a la cintura.

—Mi Don apareció. —Se aventuró a responder Saskia, sonrojándose en cuanto sintió la intensa mirada de Aidan, sus ojos verdes lucían más oscuros y brillantes de lo habitual.

—Nos atacaron. Es una larga historia —confesó Ibrahim, mientras Aidan se sentaba con ellos—. No sabemos cómo llegaron al campamento. El hecho es que los adultos intentaron ayudarnos. Los Indeseables eran más de cinco. Si no hubiera sido por el campo de protección que Itzel proyectó y por el extraordinario Don que tiene Saskia no estuviéramos aquí. 

Aidan la miró rápidamente.

—¿Te lastimaron? —le preguntó consternado.

—No —respondió sonrojándose—. Esta vez pude defenderme. Pero hubo uno de ellos que...

—Básicamente nos tenía fritos —resolvió Saskia—, ni siquiera mi otro yo podía detenerlo.

—¿Tu otro «yo»?

—Puedo proyectar mi cuerpo a cierta distancia —confirmó haciendo pucheros.

—Que bueno —contestó sin ánimos, lo que hizo que ella contrajera su cuerpo, aferrándose a sus rodillas—. ¿Cómo hicieron para derrotarlo?

—Una flecha —respondió Ibrahim—. Una flecha tan roja o naranja, incluso... —dudó, acomodándose los lentes—. Tengo la sensación de que en su interior era líquida.

—¿Líquida?

—Como lava. Una flecha como lava se clavó en el cuello del sujeto.

—¿Una flecha, dices? —cuestionó—. ¿Cómo es posible, Ibrahim? ¿Quién lanzó esa flecha?

—No lo sabemos. Por eso estamos aquí. Por un momento pensamos que podrías ser tú.

—No, yo no tengo flechas rojas. Lógicamente, ustedes no dispararon.

—¿Habría que preguntarle a Dominick? —interrumpió Saskia—. Por descarte solo pudo ser él.

Ibrahim y Aidan se miraron, no necesitaban palabras para comunicarse lo que estaban pensando. Dominick no pudo lanzar aquella flecha, tampoco tenía motivo alguno para permanecer oculto mientras los defendía, sin contar que ese no es su poder. Eso solo significaba una cosa: El sexto miembro, el heredero de Ackley, estuvo entre ellos.

 Eso solo significaba una cosa: El sexto miembro, el heredero de Ackley, estuvo entre ellos

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La Maldición de ArdereWhere stories live. Discover now