Sin embargo, Archibald no estaba dispuesto a resolver sus dudas. 

—No importa —murmuró, soltando un resoplido y levantándose de la mesa para dirigirse hacia la puerta. Ya no le importaba en lo absoluto sacar el libro de Mark Twain, lo único que quería era salir de la habitación antes de llamar a la mala suerte.

Apresurándose, guardó sus cosas en la mochila, dejó el libro en la recepción y se dispuso a marcharse sin mirar atrás. Él casi logra su cometido, de no ser por la maldita ventana de la biblioteca que reflejó al médico fantasma haciéndole señas hacia una fila de estanterías de la enorme biblioteca. La sonrisa no desapareció del rostro del tipo, pero movía las manos con urgencia. Archibald se detuvo en un movimiento tan repentino que Darla lo atravesó, causándole escalofríos.

—¡Dios! ¡No hagas eso! —se quejó la chica, retrocediendo de golpe.

Tomando un largo y resignado suspiro, Archibald se dio media vuelta, precipitándose hacia donde estaba aquel fantasma. Sabía que no debía hacerlo, pero una curiosidad incontrolable lo invadió.

Confundida, Darla se apresuró a seguirle, al tiempo que le cuestionaba por sus acciones.

—¡Ey! —exclamó—. ¡A dónde vas! ¿Qué no ya nos íbamos? —preguntaba, tratando de captar su atención, aunque sin lograrlo. Darla no era muy adicta a que la ignoraran, pero con Noble comenzaba a acostumbrarse a hablar sola.

Que jodida situación.

—Oh diablos —Una vez más, Archibald se detuvo de golpe frente a uno de los pasillos formados por estantes de libros y repitiendo el patrón, Darla lo atravesó sin darse cuenta. La biblioteca era enorme, había tres de ellas en la escuela y a veces estar sólo ahí era una buena manera de esconderse, nadie te encontraría a menos que estuviera buscándote y supiera donde estabas.

—¡Diablos! ¡Te dije que no...! —La voz de Darla se quedó atorada en su garganta, mientras fruncía el ceño. Frente a sus ojos había un cuerpo inerte, respirando con dificultad y sobre él, una extraña criatura mostraba los dientes—. ¿Qué es eso? —exclamó Darla, quedándose muy quieta en su sitio. La voz le salió extraña al hablar, mientras su expresión permanecía congelada, sin terminar de comprender lo que estaba viendo.

Archibald frunció el ceño, él tampoco tenía idea de lo que estaba pasando, por lo que tuvo que permanecer algunos segundos examinando la escena, el asunto con las cosas paranormales era que su mente parecía siempre tratar de hallar una explicación lógica donde no la había. La criatura tenía una forma redondeada, la piel gris, lisa y piernas cómo las de una rana. No tenía ojos, pero sus colmillos lucían realmente aterradores, él no se atrevió siquiera a respirar, pues esta parecía estar tranquila, pero se trataba de una quietud engañosa. Aunque no tenía ojos, parecía estar observándolos.

Al final la criatura desvió su atención de ellos y regresó al cuerpo que estaba aplastando. Un extraño brillo envolvió al pequeño monstruo, que gradualmente pasó de tener el tamaño de un gato al de un perro pequeño. Un ataque de tos obligó a la persona debajo a encogerse en su lugar. Archie pudo darse cuenta en ese momento sabía quien era, aquellas dos trenzas y los lentes de marco rosa eran inconfundibles, se trataba de Maxine Reed, la chica más inteligente de su clase y probablemente de la escuela entera.

—Mierda —murmuró en tono apenas audible.

—¿Max? —Darla pareció descubrir la identidad de la chica casi al mismo tiempo, pero su reacción fue mucho más rápida—. ¡Por dios! ¡Max! —ella avanzó sin pensarlo hacia la chica inerte e intentó tocarla, pero Archie tiró de ella, alejándola rápidamente, la criatura se giró ante el movimiento brusco y lanzó una mordida tan feroz que parecía capaz de arrancarles alguna extremidad de tajo. Darla abrió los ojos de par en par, quedándose congelada en su sitio.

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Where stories live. Discover now