EPISODIO 120: ENCENDER DE NUEVO LA LLAMA DEL TALENTO

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POKÉMON - LOS PRIMEROS PASOS DE UN MAESTRO

EPISODIO 120: ENCENDER DE NUEVO LA LLAMA DEL TALENTO

Con el susurrar del viento en medio de los arrecifes rocosos que componen el Gran Desierto de la región Orre en medio de los primeros rayos del amanecer, y bajo el vuelo de una parvada de Murkrows dirigidos por un Honchkrow con rumbo hacia Oasis Metropolis, se escucha en la tienda de campaña de Raoul un conjunto de notas musicales que está intentando lograr que cuajen para una nueva composición, mientras Cantor aun descansa en su pedestal.  No hace falta recordar sobre la alta disciplina del joven artista y campeón de la Liga Pokémon de Arr'asah, quien siempre está activo antes que todos (inclusive que el mismo Will).

No obstante en esa mañana algo ajeno a lo acostumbrado ocurre al joven moreno con cabello de afro.

Se le nota tenso frente a la pantalla de su computadora portátil, a la cual tiene conectados su violín y su flauta.  Hasta inclusive suda un tanto mientras agita su cabellera con ambas manos, como si tratase de hacer con ello que las ideas salgan a flote.

—No puedo creerlo... —se frota ahora la frente con las yemas de los dedos—.  El momento que tanto temía que llegara a ocurrirme...  Me niego a aceptarlo —y se levanta de su asiento con el violín en la mano tras colocarse sus audífonos—.  Bien, acá vamos.  Creo en ti, Raoul.

El joven del afro empieza a sacar música de las cuerdas de su instrumento, mas queda inconforme con lo que está haciendo.  Prueba nuevamente y el resultado es el mismo.  Y no es falta de técnica o que esté haciéndolo mal.  Simplemente siente que no es el resultado al cual está acostumbrado a lograr tras tantos años de práctica y composiciones logradas.

—Diablos, parece que así es —arroja su instrumento en la cama y se derrumba sobre ella—.  ¡Ay!  ¿Por qué me pasa esto, si llevo años mejorándome a mí mismo?  ¡NO ES POSIBLE!

Con este último grito despabila a Cantor, quien lo mira extrañado.

—Oye, viejo.  ¿Tirado en la cama a estas horas?

—Ay, Cantor —se reincorpora Raoul y mira a su amigo Chatot con ojos llenos de angustia—.  ¿Recuerdas las veces que hemos discutido sobre si alguna vez sintiéramos que la inspiración se nos llegara a agotar?

—Oh, pero yo creo que tú eres de esos casos que siempre tienen algo nuevo qué traer al arte —afirma Cantor volando para posarse sobre su hombro—.  ¿No será que te sientes presionado por el hecho de que Fabio te pidió mandarle esta semana una composición de 10 minutos?

—No es eso —expresa cabizbajo el joven artista—.  Ya sabes que hemos logrado obras más largas que esa, como el Ensayo sobre el Vuelo del Chatot, que es mi obra maestra.

—Y mi canción favorita hecha por ti —se sincera Cantor—.  No lo digo porque hable de mi especie, sino porque es verdad.  27 minutos de arte hecho y derecho, con distintas progresiones, variables, cambios de escala, una montaña rusa de tempos muy distintos pero bien llevados a lo largo del viaje melódico que lograste...

—Y hoy parece que no soy ese mismo Raoul que compuso eso, ¿sabes? —lo toma en sus brazos Raoul, con la mirada alicaída—.  Hoy me parece que cada cosa nueva que estoy intentando componer ya lo he plasmado anteriormente.  No logro algo que se diferencie de obras anteriores.

—Chicos, en 10 minutos estará el desayuno —les avisa Alakazam desde afuera de la tienda.

—¿Eh?  Sí, ya vamos a salir, Alakazam —le responde Raoul aun con cierto desánimo en su voz.

—Oye, date un respiro, amigo —lo acuerpa su Chatot cantante—.  Mejor vamos a desayunar y quizás con eso tus ideas fluyan mejor, ¿no crees?  Ash siempre ha dicho que después de comer se funciona mejor en esta vida.

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