Epílogo.

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Después de tomarme otro par de días para recuperarme mamá ha tenido la suerte de encontrar un trabajo con una paga increíble y eso ha devuelto nuestra esperanza para intentar entrar a la universidad. Por supuesto tengo que volver a la escuela y ponerme al día con los deberes y los exámenes. No importa lo deprimida que esté, la vida real es esta, quisiera no haberla conocido pero todos los seres humanos llegamos a este punto, a este descubrimiento; un trago amargo lleno de lecciones.

No he logrado sonreír, han pasado pocos días, lo sé, la cuestión es que ni siquiera puedo fingir una sonrisa. Ya no soy la misma, ¿cómo podría? Trato todos los días de recuperar mi alegría, sobre todo cada vez que mis hermanos están cerca de mí, no quiero darles una impresión equivocada porque ciertamente de amor nadie muere, aunque yo estoy muerta en vida. No hay otra forma más acertada de describir mi estado emocional.

Estoy ordenando mis libretas de la escuela en mi habitación y es la primera actividad que me emociona un poco, no porque muera por volver a esa selva, sino porque miraré a Amelia, la enfrentaré y al igual que con Tyler sacaré la frustración que continúo llevando conmigo. De pronto me entra la nostalgia y vuelvo a dejarme caer en la cama, me llevo las manos al collar con la luna y el sol que aún conservo y mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas. Estoy tan cansada de llorar.

El sonido del timbre me sobresalta, y a pesar de eso me tomo mi tiempo para levantarme de la cama y bajar a asegurarme de que todo esté en orden. Al hacerlo me quedo de piedra al mirar a la persona que está en el porche hablando con mis hermanos como si nada. El corazón me palpita tan fuerte y por un estúpido momento quiero correr y tirármele encima a ese hombre que me había enseñado del amor y del dolor en todas sus expresiones.

Camino a paso lento hasta que soy percatada por su mirada, no puedo ni hablar, solo escuchar lo que les dice a mis hermanos con tranquilidad. Son palabras de despedida, hace que mi alma se quiebre una vez más. ¿Por qué hace esto? ¿Por qué me rompe de esta manera?

—¿Entonces no volveremos a verte? —le pregunta Héctor con una evidente tristeza.

—No, Héctor. No te preocupes, estarás bien, podrás mantener controlada cualquier situación que se te presente en la escuela porque ya eres un hombrecito y eres fuerte, valiente y seguro de ti mismo, ¿recuerdas? —Escucharlo hablar de esa manera hace que no lo soporte más y empiezo a llorar. No quiero perderlo, no quiero.

—¿Te vas para siempre de San Francisco? —investiga Virginia.

—Para siempre, pórtate bien, no hagas enloquecer a Maya —le aconseja. ¡Dios!

Todos le dan un último abrazo. Dejo de respirar al mirarlo caminar finalmente hacia la calle. Se detiene antes de entrar a su auto y gira para regalarme una última mirada.

—Siento mucho lo que pasó Maya —dice lo suficientemente alto para que lo pueda escuchar—, siento mucho la forma en la que te traté los últimos días. No importa lo que hiciste, siempre te estaré agradecido por mostrarme otro mundo, uno en el que yo si tenía un lugar. Mucha suerte en tu vida.

Mis pies empiezan a moverse y corren hacia él, pero él entra a su carro rápidamente y conduce a toda velocidad.

La intensidad del primer amor es algo que jamás podré superar. 


        

La segunda parte de esta historia estará disponible a la venta en unos días <3 

En amazon, papel  y digital. 

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