Capítulo 2

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Estimado lector ¿Cómo estar sin ti? Estará de forma temporal en Wattpad ya que está a la venta en versión digital y física por Amazon . Será retirada nuevamente en un par de días. (25 DE DICIEMBRE)


Después de ser descubierta como la tonta que soy, me olvido de vecinos guapos y me concentro en mi vida y mi rutina. Lidiar con niños pequeños, es algo así como enterrarte clavos en las sienes. Tom y Marco tienen dos horas gritando sin parar, igual que Sarah que llora en un rincón de la casa porque quiere ver a mamá. Héctor al menos se entretiene viendo caricaturas y Virginia sigue sin aparecer. Es una suerte que la guardería y la primaria tengan servicio gratis de transporte y ni mi madre, ni yo nos tenemos que preocupar por ir a traer a mis hermanos a sus respectivas escuelas.

—Sarah, cariño. Mamá no debe tardar.

—¡Siempre dices eso! —chilla y mis tímpanos quieren explotar.

—Ya no eres una niña pequeña Sarah, tienes siete años y las niñas grandes no lloran así —le recuerdo y sus bonitos ojos se abren—. Las princesas son fuertes y no lloran por los rincones de su castillo. —Se limpia el rostro y sonríe.

—No le digas a nadie que estaba llorando, puedo perder mi corona. —Es una niña tan inocente. La quiero tanto que a veces me gustaría comérmela a besos.

—Tu secreto está a salvo —le aseguro.

Al menos un llanto menos. Ahora tengo que calmar a los gemelos, lo cual es tarea fácil. Abro el contenedor de galletas y en cuanto el olor llega a sus fosas nasales dejan la rabieta y se cuelgan de mis pantalones.

—Quiero una, quiero una —insisten.

—Voy a darles dos si dejan de gritar —intento negociar y ambos simulan que su boca ha sido cerrada bajo llave—. Héctor, ¿quieres una galleta? —alzo la voz para que me escuche.

—No, gracias —responde.

Héctor es el más callado de todos. Tiene once años y a veces quisiera que se abriera más conmigo. Después de todo soy la que más tiempo pasa con él. Me preocupa tanto irme a la universidad y dejarlos solos. La idea de mamá haciéndose cargo de completamente todo me perturba, pues eso nunca ha sido sencillo. A veces y solo a veces me pregunto por qué mi madre se embarazó en tantas ocasiones, digo, amo a mis hermanos más que nada ni nadie, aun así, tengo que admitir que la idea de tener seis hijos estando completamente sola en la vida no es una decisión muy responsable.

Me río con nostalgia, ni siquiera es seguro que logre entrar a una universidad, puede ser que incluso el solo hecho de pensar en la posibilidad sea una pérdida de tiempo. Suspiro y me doy cuenta de que he logrado la calma en casa, entonces aprovecho el nuevo y acogedor silencio que nos envuelve para subir a mi habitación. Me recuesto en la cama y en cuanto cierro mis ojos el timbre suena cuatro veces seguidas. Sí, así es mi vida.

—Maya, ¿puedo abrir? —pregunta Héctor desde el primer piso. Mis hermanos tienen prohibido abrir la puerta sin la autorización de un adulto y en este caso yo soy el adulto, aunque en realidad solo sea una niña fingiendo ser la madre de cinco menores de edad.

—Ya lo hago yo.

Bajo los escalones de forma rutinaria y el timbre vuelve a sonar. Preparo mi mejor sonrisa, no puede ser otro que la nueva pareja de mamá. No entiendo cómo después de cinco fracasos amorosos continúa creyendo que el amor existe. Lo cierto es que Bob es bueno con nosotros, sobre todo con los gemelos. Aún con todas sus virtudes, no puedo verlo como una figura paterna.

—Mamá no ha llega... —me detengo en seco al abrir por completo la puerta y en lugar de Bob, me encuentro a un metro noventa de musculatura perfecta. ¡Joder! Necesito aprender a disimular porque su maldita sonrisa me indica que estoy mirándolo demasiado—. ¿En qué puedo ayudarte? —se me ocurre preguntar y sus ojos me recorren de pies a cabeza.

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