—¡Qué sorpresa encontrarte aquí! —me saluda Ernesto.

—Eso mismo digo yo, ¿no tienes escuela, niña? —Esa es Samantha con sus acogedores saludos, como siempre. Aunque debo admitir que me ha hecho sentir mal; una niñita de escuela junto a un ejecutivo o algo así. De igual forma sonrío.

—¿Cómo estás, Maya? —interviene Ernesto.

Déjame ver, pues estoy muy bien. Tu hijo acaba de hacerme suya justo en esa puerta y me duelen un poco las piernas y otras partes bastante íntimas. Sí, estoy estupenda, de maravilla, más enamorada que nunca y con deseos de volver a tener el miembro de su hijo en mi entrepierna... De acuerdo, no puedo decirle eso, en su lugar digo:

—Muy bien, señor. Gracias por preguntar. ¿Cómo está usted?

—De maravilla ahora que mi muchacho está de regreso. —Se acerca a Adam y le da un apretón en los hombros. Adam apenas y sonríe. Al menos su papá lo está intentando de verdad. Él debería de poner más de sí mismo para que la relación fracturada con sus padres mejore.

—Hemos venido a invitarte a almorzar. Mañana regresamos a Connecticut y volveremos hasta la próxima semana, para el aniversario de Home-Office. —Samantha se acerca a Adam.

—¿Quieres ir con nosotros, Maya? —pregunta su padre y aunque no tengo de frente a Samantha he logrado ver cómo ha puesto los ojos en blanco. Miro a Adam, tal vez quiere ir solo con sus padres. Asiente ligeramente y termino asintiendo también—. No se diga más, nos vemos a la una.

Los White nos dejan solos y suspiro. Siempre es difícil lidiar con ellos, aunque Ernesto se comporte de forma agradable, Samantha nunca lo hace y ahora he aceptado ir a almorzar. Estoy muy segura de que escogerá el lugar más extraño para hacerme quedar mal y los nervios comienzan a apoderarse de mi cansado cuerpo. Camino hasta la silla de Adam y me siento en sus piernas, pierde su cabeza en mi mata de rizos y me da pequeños besos en mi cuello. Respira profundo un par de veces cerca de mi rostro y me hace cosquillas cuando suelta el aire.

—Tu aroma es como una droga, Maya.

—Las drogas no son precisamente algo bueno.

—Pues, bueno o malo. Soy un adicto. —Besa la comisura de mis labios—. Con todo lo que pasó ayer olvidé decirte que ya hemos contratado al mejor abogado de esta ciudad y oficialmente se ha hecho la denuncia en contra de Bob Maxon. Además, papá ha llamado a algunas personas y no hay manera de que ese hombre salga libre. Pasará unos cuantos años encerrado. Las chicas que fueron víctimas están dispuestas a declarar en su contra esta misma semana y le he pedido a mi padre que por ningún motivo tengas que pisar un juzgado o una sala de interrogatorios. Así que hoy por la noche alguien de la policía irá a casa a tomar tu declaración. ¿Estás de acuerdo?

—¿Han hecho todo eso en un día? —Me asombro hasta la médula. ¡Cómo es posible!

—No me gusta alardear del dinero, pero a veces resulta muy útil. Bob aún está en el hospital. Supongo que después de los interrogatorios correspondientes lo arrestarán, incluso en el hospital y esperarán que se recupere totalmente para trasladarlo a la cárcel. Tus hermanos están a salvo, ya no tienes que preocuparte por eso.

—¡Dios mío! No creí que fuera tan sencillo. Y te lo debo a ti, muchas gracias. Te amo Adam.

Me estruja en su pecho y besa mi boca con paciencia. No quiero dejarlo nunca. Nunca. Al separarnos por falta de aire le beso todo el rostro y él cierra sus ojos y disfruta. Sus manos suben y bajan por mis piernas. Me gusta estar pegada a él.

—No es nada, hobbit.

—Ahora me sentiré más incómoda en ese almuerzo al que he aceptado ir. Tu papá está haciendo tanto por mí y ni siquiera sé cómo agradecerle.

¿Cómo estar sin ti? Where stories live. Discover now