Es Lunes y con eso lo digo todo

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Son las cinco de la mañana y yo no he dormido nada...

¡Para! ¡Para!

Esto no empieza así.

Rebobinamos.

Son las ocho de la mañana y yo estoy durmiendo plácidamente, el fin de semana no pude pegar mucho ojo y hoy será el día elegido.

Pero mis ilusiones no tardan en irse a pique.

Un ruido me despierta, al principio parece un golpe que alguien se ha dado. Mi imaginación me lleva a pensar que una persona camina por la calle, el suelo resbaladizo, y se encuentra una moneda, ávida por conseguirla sea como sea, sus movimientos son rápidos y sin verlo venir se cae de culo.

Cierro mis ojos y continúo con mi sueño. ¿Más bien debería catalogarlo como pesadilla? No deja de repetírseme la imagen de mi abuelita cayéndose de culo en una acera y nadie acude en su ayuda.

Me levanto agitada y miro por todas las ventanas para ver si alguien se encuentra tirado en la calle.

¡Fiu! Respiro tranquila. No hay moros en la costa.

Vuelvo a la cama, ahora ha perdido su calorcito y me revuelvo para volver a sentirme cómoda.

Entonces ocurre.

Unas voces se hacen cada vez más claras. Una de una mujer y otra de un hombre.

Me levanto y me aproximo a la puerta de mi habitación, sigilosa pongo la oreja e intento distinguir qué dicen.

Al cabo de un rato soy capaz de notar que la voz femenina es la de mi madre.

Vuelvo a respirar tranquila pero, ¿quién es la voz masculina?

Mi padre no es.

Ahora se escuchan risas. ¿Qué les hará tanta gracia?

Creo saber en que habitación están. Es el cuarto de baño. No sé qué pasa, pero es pensar en el servicio y me entran unas ganas tremendas de mear.

Empiezo a desesperarme, doy vueltas en el sitio pensando en qué hacer.

Salir al pasillo y gritar fuego es mi primera opción, sin embargo luego no tendría como justificarlo.

Escucho pasos y de repente todo se queda en silencio.

¡Se han ido! ¡Por fin podré evacuar!

Abro un poco la puerta, lo justo para que mi ojo izquierdo vea como está la situación.

Todas las luces están encendidas, el pasillo está desierto y una especie de luz celestial ilumina el baño. Ahí está, unos tres pasos me separan de él, lo veo tan alcanzable, tan palpable.

Aún así espero un poco más, no vaya a ser que alguien aparezca y justificar mi presencia se vuelva imposible. Aunque pensándolo bien, esta es mi casa, ¿por qué tendría que justificarme?

Me encojo de hombros sin respuesta.

Estoy a punto de poner un pie en el pasillo, pero regresan los pasos.

Me quedo quieta.

Un hombre alto y con una funda escandalosamente naranja que lleva en su mano una caja a juego, se carga la luz celestial de una zancada.

¡Oh no! ¡Ahora caigo!

Los engranajes de mi cabeza empiezan a encajar.

Tiene que ser el electricista arreglando el enchufe que hay junto al espejo. Llevo unos días secándome el pelo en el salón.

¡Genial!¡Mira que es oportuno!¿No podría haber venido ayer, cuando mi pelo chorreaba y me estaba congelando? Además viene de buen humor y se pone a contar chistes a mi madre que como buena anfitriona le sigue el rollo. Yo puedo notar que no le hacen mucha gracia porque su risa es muy falsa, pero parece que él no se da cuenta de este detalle.

Mis ganas aumentan con cada carcajada. ¿Puede saberse qué ha desayunado este tío para estar tan contento?

¡Uh! El desayuno. Yo todavía no he desayunado. Mi vientre lo deja claro con varios crujidos que parecen sacados de un documental de leones enfurecidos.

¡Muy bien! Ahora a parte de mearme tengo un hambre que me incita al canibalismo.

Vuelvo a la cama en un intento de obviar mi estado. Este hombre no puede tardar mucho, ya lleva aquí por lo menos media hora.

Pasan los minutos y las risas no cesan. Una bombilla se me enciende.

¡Mamá puede ayudarme!

Rezo porque lleve consigo su teléfono móvil.

A medidas desesperadas, métodos desesperados.

"SOS".

Le escribo a mi madre en un mensaje. Ella y yo estamos compenetradas y me entenderá.

Al cabo de un rato un golpe seco sacude mi puerta y mi madre entra como un rayo encendiendo todo a su paso.

"¿¡Qué ocurre!?"

¡Mierda! No me ha entendido.

Llevo mi mano a la boca en señal de que no haga más ruido.

Su cara de susto pasa a una de no entender nada.

Le explico mi situación y comienza a reírse de mí.

¡Tener madres para esto!

Me da una palmadita en la cabeza y se va.

Parece que no está de mi lado, me resigno.

Sus gritos ahora se hacen presentes:

—¡CARIÑO, YA PUEDES VENIR!

Me debato entre dejar a mi madre en ridículo y no presentarme a su llamada o dejar que yo sea la ridiculizada.

Las ganas de mear me pueden más.

Con mi atuendo pijamil, consistente en camiseta y pantalón lleno de ositos, camino en dirección a mi pequeña tortura.

El sujeto de naranja está en la puerta esperándome con los brazos cruzados y me mira con una leve sonrisa. Pienso en pisarle un pie para quitarle esa cara insolente, pero me reprimo porque sería una pérdida de tiempo y ahora mismo no me sobra.

Ya descansada y pudiendo ocupar mis pensamientos en otra cosa, esta mañana creo que saqué mi pie izquierdo primero 😫.

¿Una vuelta de tuerca? {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora