Pablo y su abuela

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Acabo de leer este relato y aún con lágrimas en los ojos os lo trascribo:

La abuela de la casa era muy anciana. Sus piernas ya no soportaban su peso, sus ojos ya no podían ver, sus oídos no escuchaban, y en su boca no quedaba un solo diente.
Su hijo y su nuera no le servían la comida en la mesa, sino al lado de la estufa para que no ensuciara.
Un día, le pusieron la comida en un tazón. Cuando la viejecita quiso levantarlo, lo dejó caer sin querer y se rompió. Todo se derramó sobre el suelo. Muy disgustada, su nuera le reprochó que dañara los objetos de la casa y que rompiera su vajilla. Empleando un tono grosero, le dijo que, a partir de ese día, le servirían de comer en una cubeta de madera, como las que usaban para dar el alimento a los animales.
La anciana suspiró hondamente, pero no dio respuesta alguna a esas palabras que la habían lastimado.

Algunos días después, estaban en la casa el hijo y la nuera de la anciana mirando con mucha atención al pequeño niño de ambos que estaba en el suelo jugando con unos bloques de madera. Los acomodaba de una manera y de otra, como si quisiera darle forma a un objeto en particular.

—¿Qué figura estás haciendo con esos pedazos de madera, hijo? —preguntó con curiosidad su padre.

—Estoy haciendo una cubeta de madera, papá. De esa forma, cuando tú y mamá seáis tan viejos como la abuela, podré usarla para serviros la comida —dijo Pablo.

Sin decir palabra, el hombre y la mujer se pusieron a llorar. Sentían vergüenza de haber tratado a la anciana de aquella manera. Desde aquel día, le sirvieron nuevamente la comida en la mesa y la cuidaron bien.

Solo puedo decir: trata a los demás como quieres que ellos te traten a ti. El respeto es lo primero.

¿Una vuelta de tuerca? {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora