Nuestro mejor amigo, el perro

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Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsos de desaliento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacer algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento?
Ante sus amigos se autoflagelaba con humor: «La verdad es que ladro por no llorar». Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación. ¿Cómo amar entonces sin comunicarse?

Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendían, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta, y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan gran visión del mundo.

Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos: «Dime, Leo, con toda franqueza: ¿qué opinas de mi forma de ladrar?». La respuesta de Leo fue escueta y sincera: «Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano».

Mario Benedetti, «El hombre que aprendió a ladrar».

Quise compartir hoy este texto porque hace un par de días llegó a mi puerta un perro. Este venía atemorizado y solo pedía un poco de agua y comida para mantenerse en pie.

Su humildad lleva persiguiéndome este par de días, solo él sabe lo que haya pasado durante mucho tiempo porque ha llegado aquí con sus piernas dañadas y con una delgadez extrema. No sé cuanto tiempo llevará padeciendo esta situación, pero desde que le mostré mi ayuda no se ha movido de mi lado.

No hay señales de que alguien esté buscándolo. He caminado de un lado a otro intentando averiguar qué ha sucedido con este ser vivo que solo se muestra agradecido una y otra vez. He preguntado a amigos y conocidos, pero no tengo un rastro para seguir.

Nada me gustaría más que apareciese su dueño, sin embargo cada día pierdo un poco la esperanza. Cada vez que escucho la manera de llorar que muestra este pequeño, soy más consciente de que nadie vendrá a por él.

Entonces me doy más cuenta de lo muy inhumanos que son algunos humanos. ¿Por qué hay personas que se embarcan en la aventura de tener un perro si después resulta que lo van a rechazar?

¡Si no lo quieres para siempre, no lo tengas!

Él nunca lo haría, ¿por qué lo abandonas?

Alza tus manos en contra del maltrato animal. Y siempre, inclínate por adoptar, por ahí hay miles de criaturas que estarán más que agradecidas de tener un amigo, una familia. Ellos te responderán con creces y su fidelidad nunca se acabará.

¿Una vuelta de tuerca? {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora