¿Clases de etiqueta? Nah prefiero otro elfo oscuro

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Cualquiera diría que después de batallas a muerte en medio de un bosque selvático con un elfo darketo, unas clases de etiqueta no deberían suponer un reto ¿cierto? Bien, eso es simplemente porque no conocen lo aterradoras que pueden ser las clases de Mimimomia cuando se pone en modo intensivo.

-Bien jóvenes, tenemos unas cuantas horas para convertir sus inaceptables modales en un comportamiento... aceptable. Primera lección. ¡Sin armas!-

-¡Ni hablar!- dijo Edwin ceñudo, ganándose un varazo en las posaderas.

Laila por su parte escondió la hoja de acero sutilmente en su chaqueta al momento de colocar sus pistolas en donde indicaba la mucama, por desgracia Mimí no es tan fácil de engañar, yo lo sabía de primera mano, la vara se estrelló en la cabeza de Laila y, en cuanto alzó los brazos para protegerse, la anciana mucama uso su instrumento de tortura para adolescentes y saco de un golpe la pequeña cuchilla que fue a parar a una mesa cercana, donde se clavó con fuerza en la madera. Edwin ya iba a protestar cuando la vieja mucama, sin mudar su expresión severa, le dio un golpe en la mano, otro en la cabeza y por último lo hizo girar con un combo estilo Mortal-Kombat de muslo, hombro y mano que ni Edwin pudo bloquear. La anciana mucama camino con serenidad hasta la mesa donde deposito el bo de Edwin

- ¡¿En qué momento?!- se sorprendió este hurgando en su cinturón, casi esperando que el bastón se encontrase allí.

Alain sonrío divertido y dejo una espada oculta en su gabardina (¿Quién cuernos trae una gabardina en el bosque y como rayos se arregla para no ensuciarse?) muy similar a la mía, pero un poco más corta y de mayor peso, ganándose una seca cabezada de asentimiento por nuestra instructora. Pude notar una muñequera de piel atada a su dedo corazón que no había visto nunca.

-Señorita, por favor- indico la vieja ama de llaves. Yara refunfuño, pero se acercó con decisión al lugar y ... bueno, creo que hasta Mimí se sorprendió, es decir, levanto una ceja y eso en ella es casi una expresión. Yara vestía como para campamento. Pantalones militares gris oscuro y una playera sin mangas. También traía puesta una chaqueta negra llena de rasgaduras. La chica saco una daga de la espalda, un par de cuchillos pequeños de ambos bolsillos, una hoja oculta de una de las mangas, dos hojas afiladas escondidas en sus tenis e incluso varias de esas bombas de humo moradas que uso Edwin de los pliegues del pantalón. "Hermosa y peligrosa", por fin entendía esas dos palabras en toda su extensión, Yara era una armería andante. Cuando dejo una porra que saco de un bolsillo interior de su chamarra incluso Edwin pareció admirado.

-Odio el bosque, nunca puedo llevar mi equipo completo- se quejó ella -¡Y ahora tengo que dejarlo! ¿Qué pasará si los elfos atacan? - murmuro para sí

-Joven Miguel- apremio la mujer.

-Deje mis cosas en la habitación- mentí.

-Entonces supongo que esto no es suyo- dijo extendiendo la mano y mostrando la empuñadura mágica.

-¡Hey! ¡Eso es mío! -

-¿No lo habías dejado en la habitación?-

-¿Cuándo lo tomo? ¡Usar poderes de momia es trampa!- la vara se estrelló en mi cabeza

- ¿Esta señora tiene magia egipcia? - pregunto Edwin inocentemente, pero Mimí no tomo con mucho agrado la pregunta. La oreja de Edwin alcanzó una longitud que no sabía que era posible para seres no elásticos.

-¡Pero que maleducados!- gruñó. –Ahora déjense de tonterías y pongamos manos a la obra. ¡Hay mucho por aprender!-

Nos guío con seguridad a través de pasillos hasta llegar a un amplio salón, pequeño en comparación con el gran salón, pero tan grande como un apartamento mediano. Tenía una mesa para te dispuesta y algunos bocadillos repartidos. Apenas intente tomar uno, la varita mágica de Mimí me dio de lleno en los nudillos.

HermanosOnde histórias criam vida. Descubra agora