XXIV

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Alonso

Era domingo y por fin parecía una mañana de acuerdo a la primavera. No había nubes en el cielo y hacía un calor soportable. Me dirigía a casa de Nikki para recogerla, la había invitado a nuestra primera cita oficial. Aunque las demás habían contado, o eso suponía yo; finalmente me había atrevido a decir "cita" al invitarla a salir.

Su madre abrió la puerta unos momentos después de que toqué el timbre.

-Buenos días señora -saludé con una sonrisa nerviosa. -¿Cómo está?

-Hola Alonso ¿Cómo te va? -miró hacia dentro -En un momento le llamo a Nikki.

-Gracias -le sonreí nuevamente y le entregué uno de los dos pequeños ramos que llevaba en las manos: Gerberas para ella y rosas para Nikki.

Rió. -Muchas gracias, Alonso. Pasa, por favor.

Me quedé sentado en el comedor mientras ella le llamaba a Nikki y buscaba donde poner las flores.

-¡Ya voy! -gritó su hija en respuesta y luego escuché una puerta cerrarse. -¡Mamá! ¿Has visto mi...? -su voz se fue apagando conforme entró en el comedor. -Hola -murmuró con una sonrisa nerviosa.

-Hola Nikki -me levanté y caminé hacia ella. -¿Cómo estás?

-Bien -señaló hacia atrás, por donde había venido. -Déjame encontrar mi sue... -la interrumpí dandole un abrazo. -Mi suéter -terminó cuando la solté.

Recuperé las flores de encima de la mesa y se las entregué. -Para ti -sonreí.

-Gracias -me regresó la sonrisa y entró en la cocina, dejándome solo otra vez.

Unos minutos después de que hubiese ido con su madre adentro de la casa, volvió con su bolso y un suéter negro de rayas verticales.

-Lo encontré -anunció sacudiéndolo ligeramente.

-Qué bueno.

-¿Nos vamos?

-Vamos.

-¿A dónde me vas a llevar? -preguntó sonriendo, después de haberse abrochado el cinturón.

-Ya verás -le regresé la sonrisa y arranqué el coche.


-Oh no -musitó cuando llegamos.

-Ya sé que odias patinar -indiqué -Pero es porque nunca lo has hecho conmigo.

-Y no lo haré -contestó -Soy pésima y no pienso hacer el ridículo.

-Ay, vamos Nikki -sonreí -No puede ser tan malo.

-Lo será.

-No lo será -tomé su mano -Vamos.

Me alegré de que no hubiera mucha gente en la pista y después de pagar y ponernos los patines, entramos.

-No me vayas a soltar -advirtió.

-Jamás -le sonreí y ella me miró mal.

-Solo buscabas un pretexto para que te agarrara, ¿Verdad? -cuestionó entrecerrando los ojos.

Miré hacia arriba. -Tal vez.

-Te odio.

-No lo haces -besé su frente. -Además, ¿Por qué odias patinar? Es genial.

-Porque lo hago mal, por eso.

-No es tan difícil.

Después de unos cuantos intentos, logró avanzar sin perder el equilibrio. En realidad, yo me caí y ella no lo hizo hasta después.

Man On A Wire || a.v.Where stories live. Discover now