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Nicole

Ese día no tenía ganas de ir al centro comercial. Cuando me pongo de malas, usualmente soy tremendamente insoportable y mi mamá termina súper enojada conmigo. Claramente, ese fue el caso.

Aunque no podía culparme. La gente últimamente se volvía loca porque no habían comprado todo para Navidad y ahora se llevaban cualquier cosa e incluso se peleaban sin importan cuán insignificante fuera el objeto. Además, me volvía loca que llevaran a los niños cuando los adultos compraban los juguetes. ¿Dónde quedaba la mugrosa ilusión de Santa Claus entonces? Mi mamá decía que eso no debía importarme a mi, pero era básicamente inevitable.

Ni siquiera me acuerdo porqué habíamos ido al centro comercial, yo había terminado jugando con las máscaras de los Storm Troopers de Star Wars y mi mamá me había pedido que me comportara. Para tener 18 años, actuaba como si tuviera 11 menos. Como me aburrí y no quería ponerme a pelear más con ella, opté por ir a husmear en las películas mientras ella iba con mi tía a buscar lo que sea que necesitáramos.

Luego opté por ir a la planta baja a curiosear el maquillaje costoso y los perfumes. Amaba los perfumes.

—¿Puedo preguntarte algo? —llamó alguien detrás de mi. Me giré para encontrarme con su pecho, pues era mucho más alto que yo. Así que miré hacia arriba y casi tuve que detener mi barbilla con mi mano para que mi mandíbula no llegara al piso. Bryan Mouque me observaba desde arriba con un perfume de color azul en una mano y otro con tapa de flores en la otra.

—¿A mi? —pregunté torpemente, dejando el rímel de Calvin Klein que tenía en las manos, donde lo había encontrado.

Él asintió frunciendo el ceño. Y me acercó ambos objetos —¿Tú cual preferirías? —me tomó unos segundos captar su pregunta porque estaba realmente perturbada por su presencia. Así que miré sus manos y luego abrí y cerré la boca varias veces. —Perdón por molestarte pero necesito una opinión femenina.

Me reí de manera nerviosa. —¿Por qué no escoges el que huele mejor para ti?

—Es que no encuentro la diferencia —miró las botellas y luego a mi —En verdad que no.

Esto era por mucho lo más increíble que me había pasado, tanto que rayaba en lo ridículo.

—Es que los perfumes huelen diferente en cada piel —le dije.

—¿Ah si?

—Ajá. Y depende de lo que le guste a quien quieras comprárselo.

—Es la novia de mi amigo, no huelo su perfume.

—A mi no me gustan los de Kenzo —señalé el de las flores —Y el de Katy Perry es algo suave.

Bryan hizo una mueca. —¿Entonces?

—¿Por qué no buscas uno de Vera Wang? A mi me gustan esos —me encogí de hombros.

En primer lugar ¿Por qué me pedía ayuda a mi? No era la única que estaba ahí y podía pedirle a alguien del departamento de perfumería que lo auxiliara.

—¿Cuál?

Señalé la pequeña isla con cajas de color rosa y morado a unos cuantos metros de nosotros. —Vera.

—Ah...—se rascó la cabeza. —Está bien, gracias. Perdona por molestarte.

—Está bien, de verdad —dije intentando sonreír, pero los nervios hicieron que mi labio temblara. —Cuando quieras.

Él sonrió. —¿Eres fan?

¿Yo? Nah.

—Este... sí —admití mirando hacia mis tenis. Juro que le habría pedido una foto o algo parecido pero si soy completamente honesta, soy una cobarde y agradecí –casi tanto como odié– que sonara mi teléfono. Los celulares tenían la mala costumbre de interrumpir los momentos importantes... para otras personas, porque el mío casi nunca lo hacía. Hasta ese momento, en que mi mamá me estaba buscando como loca y si tardaba aunque fuera cinco minutos más... ella me mataría.

Bryan sonrió. —¿Tienes prisa?

—Algo así yo...

—Pudiste al menos haberme avisado que ibas a bajar —Alonso le dio un empujón que hizo a Bryan trastabillar y yo perdí un pedacito de mi alma. Estas cosas definitivamente no me pasaban a mi. Jamás. Ni en un millón de años. —Hola —me examinó unos segundos —Qué bueno verte de nuevo.

¿Él se acordaba de mi?

Okay, ahora sí perdí un pedazo gigante de mi alma.

—Gra-gracias —tartamudee, olvidando por completo que mi mamá me estaba esperando en algún lugar. Pero el teléfono me lo volvió a recordar, en cuanto descolgué, mi mamá comenzó a exclamar en un tono bastante enojado que ya tenía que haberme reunido con ella. —Tengo que irme —anuncié, como si a ellos les importara. —¡Fue genial verlos! —chillé con una voz unos cuantos tonos más aguda que la mía, que los hizo sonreír.

—Cuídate —dijeron ambos, haciendo señas de despedida mientras yo me alejaba.

Mamá me regañó todo el camino a casa por haberme perdido en el centro comercial con tanta gente ahí, pero la verdad era que yo no le estaba prestando mucha atención, lo único que tenía en la cabeza eran las palabras de Alonso y sus ojos.

Definitivamente soy una ridícula.

Man On A Wire || a.v.Where stories live. Discover now