Cap. 10

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Narra Raquel:

Sentía que caía, no había nada a mi alrededor a lo que me pudiese agarrar, la cara de Sera se encontraba en lo alto del firmamento junto con Emily, las dos sonreían ampliamente mientras veían como me precipitaba hacia el vacío... Miré a mi alrededor, una oscuridad absoluta me rodeaba y conforme más caía más lejos se encontraban ellas de mí. Gritaba sus nombres, suplicaba el volver pero no me escuchaban, sentía que estaba sola y que mi destino era ese, caer en el olvido completamente sola.

Me desperté sobresaltada y gritando, un mechón de mi pelo me estaba cayendo por la frente demostrando que no había sido una noche tranquila, mire a mi alrededor desorientada tratando de ubicarme, me encontraba en el hotel, en mi cuarto... El cielo estaba de un tono rojizo claro por lo que entendí que ya era de día; por el rabillo del ojo vi una silueta que conocía demasiado bien pues la solía ver cada mañana conforme me despertaba de mis pesadillas, pero cuando giré el rostro para observarla bien ya había desaparecido.

Me desperecé mientras me recolocaba el pelo y puse los pies en el suelo, la serpiente me estaba haciendo daño como cada mañana y aunque intentaba no dormir boca arriba para evitar poner presión sobre ella, sentía cada una de sus vueltas clavadas en mi piel. Suspiré mientras me levantaba y me dirigía al baño de mi cuarto, apenas era un pequeño cuarto con una bañera roja, un váter a juego y un lavabo, arriba del cual colgaba un gran espejo con el marco en negro, miré mi rostro, mis ojos dorados ya no tenían el mismo brillo que tenían en el cielo y unos surcos negros decoraban mis párpados, no podía dormir bien y se me notaba... Analicé mi rostro en busca de más cambios pero salvo por esos, era el de siempre.

Encendí el agua de la bañera y tras un par de golpes a los que ya me había acostumbrado, empezó a salir a golpes por el grifo, cogí un par de toallas de la estantería que había al fondo y en cuanto el agua subió lo suficiente, entré... Añoraba los baños aromáticos del cielo, eran una de las mejores cosas que había, se podía elegir cualquier tipo de olor que deseases y todos eran agradables; obviamente, esa opción aquí no existía, el gel que me habían prestado era inoloro e incoloro, por lo que le quitaba un poco la gracia al punto de darse un baño.

Me hundí en el agua mientras el jabón se iba mezclando y creaba burbujas, metí la cabeza debajo de la superficie y solté todo el aire de mis pulmones viendo como unas pompas ascendían a la superficie antes de desaparecer. Pasé un buen rato en el agua calentita, tratando de borrar el sueño de mi mente, también intenté cantar pero al segundo verso me di por vencida, sentía que la garganta se me trababa cuando trataba de entonar.

Tras lo que debió ser un largo rato, salí del agua y me envolví en mi toalla, recogí mi pelo en otra y abrí la puerta que conectaba mi cuarto con intención de vestirme, pero no me esperaba encontrarme a una persona en este.

-Has tardado lo tuyo- dijo la araña medio tumbada en mi cama, solté un grito y cerré la puerta evitando que me viese desnuda- no sabía que los ángeles fueseis tan vanidosos como para tardar una hora en bañarte.

-Ángel, estoy desnuda- le grité desde detrás de la puerta.

-Estás cubierta por una toalla, no desnuda- rio mientras mi cara se volvía completamente roja de la vergüenza- lo de que erais tan pudorosos sí que me lo esperaba.

-Puedo ayudarte en algo?- le pregunté tratando de que saliese de mi cuarto para poder cambiarme tranquila.

-Realmente, no, es que me aburría y he pensado venir a hacerte una visitilla- ¿Y no podía haber venido en diez minutos? ¿Cuánto había estado en mi cuarto esperando?

-¿Te importaría hacer esta visitilla en 10 minutos? Cuando lleve unas pocas capas más de ropa- le sugerí, a lo que le oí suspirar.

-Está bien, te espero en la puerta, ábreme cuando hayas terminado- escuché como se levantaba y cerraba la puerta tras su paso, abrí una rendija de la puerta del baño y vi la habitación completamente vacía, me abalancé sobre el armario en un intento por tardar los menos posible ante la posibilidad de que cierta araña decidiese volver a entrar sin permiso, me puse una falda negra que llegaba por encima de las rodillas junto a unas medias poco tupidas a juego que disimulaban un poco la longitud de la falta, pues aunque llevaba un tiempo ya aquí abajo, seguía con la costumbre de no llevar ropa muy reveladora como dictaba el cielo, arriba me puse una camisa roja de satén con los botones para abrocharla en negro.

La serafina (Alastor y tu)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang