Bratvá - KookV ℘

Capitulo sesenta y tres: La mascara Roja.

"Me avergoncé de mí mismo cuando me di cuenta que la vida era una fiesta de disfraces; y yo asistí con mi rostro real." — Franz Kafka

Definir la clase de energía que emanaba la esbelta y dominante figura de su esposo en este instante, sería imposible, incluso para él quien era la persona a quien Jungkook más adora y se ha mostrado en su versión más vulnerable.

Y es que podía jurar que pese a que el azabache se mostraba excesivamente calmo frente a tal situación, la oscuridad que gobernaba su mirada inundaba la habitación de un silencio pleno, la tensión era tanta que a todos en la pieza se les volvía cada vez más difícil respirar.

Jungkook no estaba tranquilo, una mierda que no.

Quería volar en pedazos todo el edificio y cortar en pedazos al hijo de puta que había secuestrado a su esposo estando embarazado, deseaba cortar trozo por trozo cada parte de su cuerpo, arrancarle la piel y sacarle los órganos menos vitales pero más dolorosos, mientras tácticamente le dejaba vivo en el proceso, hasta verle rogando por morir.

Pero no podía. No ahora con su esposo embarazado estando presente en esa pieza.

Era obvio que Jungkook pensaba en Taehyung incluso antes que en sí mismo y su jodida ira por vengarse. Debía sacar a su rubio de ahí y llevarlo a un lugar más tranquilo, donde pudiese estar a salvo y custodiado por sus hombres.

Estaba por dar la orden a sus hombres cuando      una nube de humo inundó la habitación, Jungkook tocando el auricular que portaba en su oído, fue lo último que los orbes azules de Taehyung divisaron antes de que todo se volviese totalmente gris.

Los sentidos de Jungkook se activaron, podía sentir hormiguear sus manos, y cada partícula de aquel químico inundar sus fosas nasales.

Taehyung, era la única palabra que su cerebro enviaba a todo sus sistema nervioso,

Parecía tan irreal, que creía estar soñando, cuando cayó en cuenta que sus ojos negros no podían verlo, el corazón de Jungkook tembló.

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— Soy yo. — dijo una ronca voz a sus espaldas.

Una enorme mano cubriendo su boca fue lo que ahogó su grito.

Seguido de aquella profunda voz masculina, una máscara roja apareció frente a sus ojos.

Una pieza artística que aunque tétrica parecía guardar en medio del terror un poco de humor. Tras la escarlata máscara, se ocultaban un par de orbes oscuros pero colmados de mansedumbre.

Taehyung abrió sus labios, ahogando sus pensamientos en palabras que su boca no lograba gesticular, y podría jurar por el pequeño fruto en su vientre, que nada fue más eterno que aquel segundo en que la máscara caía al vacío, mostrando aquel rostro tan extraño pero excesivamente conocido para él.

Quizo gritar, llorar, e incluso reír, creyó que por un segundo se estaba volviendo totalmente loco, pero ni una sola palabra salió de sus labios, silencio, y nada más.

Sus ojos dorados se dirigieron a la espesa nube de humo, como si aún entre las tinieblas más oscuras, sus orbes pudiesen contemplar la figura de su amado Jeon, su corazón latía tan fuerte y tan rápido que podía escuchar y sentir cada latido retumbando en su garganta.

Horrorizado, dió un paso hacia atrás, alejando su rostro de aquella mano que buscaba tocarle, y con una expresión herida, sostuvo su vientre con recelo entre sus manos, como si buscase proteger a su pequeño hijo del más inminente peligro.