Capítulo sesenta y dos: ¿Cuántas vidas hay en un instsnte?

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— El señor estará complacido con esto Miriam, lo tenemos... al príncipe añorado de nuestro señor ¡LO TENEMOS! — gritó eufórica una de las mujeres, mientras ingresaba a la habitación.

Ambas observaron la dorada cabellera del chico sobre salir del sofá frente a la ventana, donde aquella delgada silueta reposaba.

Sus pasos eran cautelosos, hasta que una de ellas, sintió sus blancas zapatillas resbalarse sobre una especie de líquido pegajoso. Bajó su vista hacia el suelo, la alfombra aterciopelada bajo ellas yacía repleta de sangre. De la silla, goteaba sigilosa gota a gota el líquido escarlata, causando que sus corazones dejasen de latir por la milésima de un segundo, el terror subiéndoles como hielo por la espina dorsal.

No. No, no, no...

No podía estar muerto, definitivamente esto debía ser una jodida broma de mal gusto. Una de ellas, la rubia llamada Miriam, estiró su temblorosa mano hacia el hombro del rubio, quien tenía el rostro inclinado, y una daga atravesándole las viseras. Cerrando los ojos con fuerza tiró de él hacia atrás, elevando su cabeza y revelando por fin su rostro.

Sus rosadas mejillas palidecieron en la milésima de un segundo, y sus delgadas piernas fueron abandonadas de toda fuerza, haciéndole caer de rodillas sobre la alfombra, llenándose por completo de la sangre sobre el el frío piso.

— ¡H-halim! — gritó horrorizada, causando el mismo efecto en la contraria, Halim, era uno de los hombres más preciados de la inteligencia de su excelencia, quien le había ordenado acompañarlas para que la operación fuese perfecta y sin embargo él... estaba muerto, y no solo eso... el joven amo por el que habían viajado desde China... ¿donde estaba?

— S-si Halim está m-muerto, s-solo significa que...

— ¡hay que salir de aquí!—
















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— Señora Aliona, en verdad no tiene que hacerlo usted misma, es nuestro trabajo — decía Alisa totalmente apenada, tratando de tomar de vuelta la bandeja con la tetera y bocadillos que eran destinados para el príncipito consentido del palacio.

— Lo sé Alisa, si bien no es mi trabajo si es mi deber cuidar de Taehyung, él es mi hijo ahora ¿lo comprendes?, y  va a darme un hermoso nieto, así que cuidarlo y mimarlo es lo menos que como su madre puedo hacer. — decía Aliona mientras esquivaba una y otra vez a las jóvenes mucamas.

Totalmente rendidas ante la terquedad de su ama, las tres mujeres le siguieron ordenadamente hasta la pieza del emperador consorte.

Alisa se adelantó educadamente, para así abrir la enorme puerta de la pieza para Aliona, quien agradeciendo el gesto se introdujo en la habitación.

— Bebé, mamá preparó tu té favorito... — canturreó contenta al azabache, felicidad que se esfumó en cuestión de un segundo al no ver a su pequeño rubio en la cama. 

Inmediatamente los sentidos de Aliona se pusieron alerta, la ventana cerrada, las cortinas corridas, el edredón de la cama vuelto un desastre....

La fuerza de sus manos le fue arrebatada, la bandeja y la tetera volviéndose añicos sobre el pulcro suelo, caminó hasta la ventana, quitó bruscamente la cortina, miró hacia los jardines como si buscase algo, la frutilla al lado de la mesa permanecía intacta y las galletas que hace unos momentos le había llevado aún estaban calientes.

Ni siquiera se molestó en llamar al rubio en voz alta, sabía lo que había pasado, y también lo que tenía que hacer.

Aliona corrió hasta el armario de Taehyung, tiró el jarrón de cerámica que yacía sobre una pequeña mesa redonda al lado de la preciosa y reluciente puerta que él mismo Jungkook había fabricado para su esposo. Sin pensarlo dos veces, Aliona tomó la mesa y comenzó a golpear desesperadamente la puerta de madera, específicamente el reluciente lirio de dorado cristal que se erguía elegante y ostentoso en el centro de la puerta.

Bratvá - KookV ℘Where stories live. Discover now