Capítulo cincuenta y uno : Elegir mi paisaje.

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Era en la brisa fresca de una tarde de enero, que los cálidos rayos de sol bajaban del cielo a besarle la cara a un dulce chico de cabellos rubios, que tiene por labios la primavera y el otoño fresco en sus orbes dorados cual hoja caída, suspirando nervioso en el umbral de un balcón, la mente de aquel precioso chico divagaba en sus pensamientos.

Si tuviera que ponerle un nombre a ese día ¿cual sería?

Todos en el palacio corrían de un lado a otro como en una maratón, tenía a más de quince mucamas atendiéndolo, además del sastre real que había llegado a vestirlo, y los maquillistas que se encargaron de hacer su trabajo.

Jimin, Zusje, Aliona, e incluso su abuela... la cual había llegado la noche anterior junto a su padre, se había integrado al extraño complot que tenía su suegra, cuñada y amigo, para tratar de que todo saliera perfecto. Literalmente se la pasaron encima de los empleados para asesorarse de que todo fuera perfecto, Zusje ; estaba a cargo de monitorear que todo estuviera en orden con los chefs y meseros, Jimin ; de la decoración, su abuelita ; de los accesorios que el rubio llevaría, como el ramo y el velo, y su suegra... bueno, pues ella se había encargado de él, literalmente estuvo pegado al rubio desde el maquillaje hasta la vestimenta y peinado.

Las cosas no se sentían estresantes para él, debido a que había desistido de la ayuda de las mucamas, y mientras todos hacían las cosas de su boda, él simplemente se había dedicado a existir, así que, pensó ; estresarse es de débiles y él era un poderoso Zar, si señor.

Pronto, un ligero y acogedor viento vino hacia él, Taehyung cerró los ojos, disfrutando el sonido de las hojas moverse, y soltando un hondo suspiro volvió a abrir sus ojos, observando los floridos jardines, repletos de distintos tipos de plantas ornamentales, árboles frutales y sus bonitos lirios blancos.

A lo lejos podía observar como los lujosos autos ingresaban a través del portal del palacio, introduciéndose cada vez más por aquel hermoso sendero verde, por donde solía ver desde el mismo lugar donde hoy estaba, al amor de su vida regresar del trabajo cada tarde. La nostalgia se removió en su pecho....

Joder... cuánto deseaba esperarlo ahí todos los días de su vida.

Y verlo entrar por aquel portal el resto de sus días.

Miró hacia el cielo, infinito y despejado, etéreo y enigmático, pero extrañamente inundado de calma que tan solo verlo unos segundos siempre lo colmaba de paz. Si alguien ahí arriba, pudiese concederle un deseo, este sería poder amar a Jungkook.

Sus ojitos avellana se llenaron de lágrimas, hizo un puchero algunos segundos mientras se cruzaba de brazos totalmente inconforme con lo que acababa de cruzar por su mente, sin embargo, soltó unas risitas al darse cuenta de lo ridículo que era. No había visto a Jungkook desde la mañana, y literalmente acababa de molestarse por eso, lo extrañaba, quería que su hyung lo abrazara y le dijera que todo estaría bien, que no se sintiera nervioso.

Iba a verlo en unos minutos, pero no, él incluso podría llorar ahora mismo por lo mucho que lo extrañaba.

Sus pensamientos de infante caprichoso, se fueron por la borda cuando escuchó unos conocidos pasos acercarse, seguido de la voz de su padre llamarle.

— Cachorrito... — llamó el señor Kim Gong Yoo, quien vestía un elegante traje negro, y le sonreía casi con melancolía. — Te ves hermoso. — halagó sincero, pero había algo en él, y era su sonrisa que parecía querer llorar.

— Papi, ¿sucede algo?

— No mi amor, está todo bien. Es solo que... — dijo viendo su reloj — Ya casi es hora. — la sonrisa de aquel hombre era tan amplia que Taehyung podría jurar que podía ver pequeñas gotitas acumuladas en los ojos de su padre.

Bratvá - KookV ℘Where stories live. Discover now