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Eres agridulce. Desearía poder mantener la concentración.
El eco de tu llanto me sigue, me sigue al igual que los miedos que me trago, y me ahogo en todos mis errores.
Te deje con el corazón roto y lleno de cicatrices. Traté de disculparme.
— Jules.
Su nombre parece repetirse una y otra vez en mi cabeza, como si me hubieses envenenado, estoy intoxicado con la agonía que generas en mí, con el ardiente deseo que dejas.
Trazó tus cicatrices con la yema de mis dedos, teniéndolo tan presente como el aire que respiro.
Quiero estar dentro de ti. Quiero poseerte. Quiero todo tu cuerpo e incluso quiero todo lo intangible. Quiero todo lo que tenga que ver contigo.
No detengo la sangre que sale de mi nariz, sólo veo como un par de gotas caen sobre el suelo y con cada gota, trazo todo el dolor que hay en ti.
Hay tantas cicatrices y es tan aterrador, ¿Cuanta sangre? Divagando con sólo ese pensamiento y sabiendo que se está repitiendo todo, soy el culpable de todo.
Sostengo aquel cigarro con mi dedo índice y anular, doy leves golpes en éste tratando de quitar todo el resto de ceniza, estoy ansioso.
La caja ahora está vacía.
4 paredes me rodean, muebles que ella compró hace un par de años, recuerdos en cada rincón. Y ahora está tan vacío y no siento nada más que ese sabor agridulce que me ocasionas, Jules.
Las puertas del ascensor se habían cerrado justo frente a mí, pude haberlo detenido pero no lo hice, deje que te fueras, porque tu mirada me lo imploro. Dime, Jules, ¿Dónde estás ahora?
¿Estás en ese edificio donde nos conocimos? ¿Estás llorando recargada en el marco de mi puerta?
Le doy una profunda calada a mi cigarro.
Te traigo de vuelta y vuelvo a soltarte. Cómo el humo del cigarro.
Olvida lo que dije, no es lo que quería decir y no puedo retirarlo, me volví en alguien a quien no quieres cerca.
Me perdí tanto dentro de tus ojos color mar de lágrimas, que olvidé por un instante de que yo había causado esas olas peligrosas.
