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— El grandisimo Toji Fushiguro. — Aquel hombre musculoso y pelinegro sintió como unos brazos envolvieron su cuerpo mientras él estaba poniéndose sus pantalones.
Estaba en un motel carisimo justo en el centro de Tokyo, se había tirado un polvo casual con una mujer adinerada que administraba un banco.
— ¿Por qué no te quedas un rato más?. — Comenzó a besar su cuello. Una risa salió de los labios del hombre. — Pudiese pagarte si quieres, todo por tenerte aquí conmigo.
Él hombre se dio vuelta para ver a la mujer. Era pelirroja y tenía muchísimas operaciones, casi podía apostar todos sus ahorros en que no había algo natural en aquella mujer.
Aunque le parecía ardiente.
— Oh, caliente perra.— La toma de la barbilla mientras sonreía. — Yo ya estoy satisfecho.
La suelta para luego colocarse su camiseta negra para luego caminar hasta la salida del motel con una amplia sonrisa en su rostro.
— ¿Podríamos volver a vernos, guapo?
— Podría.— Dice entre risas para salir.
Su vida no era la más saludable posible, se acostaba con varias mujeres adineradas por dinero cuando estaba desempleado, no era como si le desagradara. Le encantaba el sexo.
Generalemente antes de terminar en un motel lujoso con mujeres ricachonas, las hacía primero que lo llevarán a comer a un lujoso restaurante. Gracias a eso casi había recorrido todos los restaurantes de élite en Tokyo.
Las mujeres caían ante él como fichas de domino, muchas de ellas lo buscaban solo por un buen sexo que él siempre daba y otras más creyendo que tendrían algo fugaz con él, aunque él era honesto. No estaba interesado en mierdas de romance.
