Sobre mi cadáver (HDLO#1)

By PalomaCaballero

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(LGBT+) Archibald puede ver fantasmas. Darla es algo muy parecido a uno. Un espíritu no puede conservar su lu... More

Notas iniciales
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NOTAS FINALES
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By PalomaCaballero

Nicole nunca había sido la primera en nada. Desde que era niña estuvo bajo la sombra de otros, oculta, solitaria.

Su madre era una mujer joven y hermosa, incluso ahora seguía atrayendo las miradas de la gente. Ella caminaba bajo el sol como si sus rayos hubiesen sido creados para ser sus reflectores. Nicole no podía mirarla a la cara, no podía andar cerca de ella ni le gustaba decir que era su madre, porque de inmediato era comparada de manera negativa.

—Rosie es tan guapa, pensé que su hija se le parecería más.

—La niña es igualita a su padre.

—Los abuelos se deben haberse decepcionado al verla.

—Ojalá el siguiente se parezca a la mamá.

Desde muy temprana edad estuvo expuesta a los comentarios mordaces que le dijeron que ella no era suficiente frente a la belleza de su madre. Nicole se sentía como un fracaso incluso antes de llegar a la adolescencia.

Cuando ella cumplió doce años, Rosie conoció a un hombre de negocios que la deslumbró con su dinero y decidió dejar a su familia para buscar un mejor presente. Las personas a su alrededor no parecían sorprendidas, sobre todo, ninguna se permitió dejar pasar el hecho de que una mujer como ella no estaba hecha para alguien como Adam.

Desde siempre, Nicole recordó a su padre como un hombre solitario, trabajaba mucho para tener una buena vida y para complacer a su esposa. Cuando las cosas iban mal, se encerraba en su estudio, donde pasaba largas horas rodeado de circuitos y pasta para soldar. Algunas veces Nicole lo acompañó, por lo que trabajaron en numerosos proyectos de padre e hija. A Rosie aquello le parecía una estupidez, ella no era de las que perdían el tiempo en tareas menos glamurosas que salir de compras y pasearse por restaurantes caros, vivía como soltera porque no era feliz con la vida que llevaba.

Cuando ella se fue, una persona tan frágil cómo su padre no pudo soportarlo y antes de que llegaran las heladas de invierno, Adam se había suicidado. Nicole no podía quitarse de la cabeza la idea de que ella no era suficiente para nadie y después de aquello, supo que era verdad, porque su padre no fue capaz de quedarse por alguien como ella.

Entonces la custodia pasó a su madre y su vida cambió por completo. John, el nuevo esposo de Rosie, era un hombre muy diferente a su padre: moderno, atractivo, con dinero. Ella llegó a vivir a una casa enorme llena de comodidades y todas las cosas que una niña pudiera desear, mientras que su madre tenía todo lo que una mujer pudiera pedir.

Nicole comprendió de inmediato que ese era el destino de las personas hermosas, mientras que los que eran como ella y su padre debían limitarse a trabajar duro para terminar pudriéndose en un solitario taller. Entendió también lo mucho que repudiaba la idea de su futuro, sobre todo cuando Rosie tuvo a un niño, el niño más precioso que hubiese visto el sol. El bebé todavía no podía hablar, pero ella ya lo odiaba.

—¿Cómo se va a llamar el niño?

—Apolo ¿No crees que es un nombre precioso?

—¿Apolo? Me parece un nombre horrendo ¿Por qué no le ponemos Henry? Es un nombre elegante.

—Sí, pero Apolo le queda mucho mejor.

—Si tú lo dices.

A los trece años Nicole odiaba estar en casa los veranos y odiaba también la escuela, porque parecía que no había un solo momento en que pudiese ser la estrella del show. El sentimiento de insuficiencia se volvió más fuerte con el paso del tiempo, sobre todo cuando comenzó a hacer amigos.

—¿Ya has visto a Irene? Qué bonita es.

—Parece que amanece cada día más linda.

Ahora había otro rostro que ella no podía mirar. La frustración se volvía tan fuerte que a veces no podía dormir, no soportaba a Irene, pero parecía que todo el mundo estaba interesado en ella. Nicole nunca pudo decir nada sin que la gente la llamara fea y demeritara sus palabras, de nueva cuenta estaba siendo aplastada por una cara bonita.

—No les hagas caso, tu eres muy mona.

Peter siempre trataba de consolarla cuando alguien la molestaba, pero sus palabras eran vacías cuando había caído presa del hechizo de Irene tan rápido que ni siquiera lo vio venir.

Por supuesto, ella lo correspondió porque Peter era un chico con una apariencia espectacular y estando juntos eran como de la realeza. Nicole estaba aterrorizada, porque se dio cuenta que la naturaleza estaba haciendo su trabajo. Toda la gente linda y brillante se juntaba en un solo lugar, mientras que ella se quedaba poco a poco en las sombras.

Aquella idea la asfixiaba, sentía que en poco tiempo sería desechada junto con el montón, ellos estaban iniciando la escuela, por lo que era normal hacerte amigo del primero que te hablara, sin embargo, las cosas tomarían su lugar en cualquier momento y ella sabía que no estaba en la misma categoría que Peter e Irene.

—Mira Nicole, este es Archibald, es mi mejor amigo, no pudo llegar el primer mes porque le dio varicela y su mamá es muy sobreprotectora, pero ya está de vuelta, así que acostúmbrate a verlo por aquí.

Archibald se parecía a ella, era un poco raro, callado, solitario. A veces pasaba largas horas en la habitación estudiando o trabajando en algún proyecto secreto, él a veces llevaba una grabadora con una bitácora. A ella le parecía interesante, cuando lo veía caminar en medio de la gente podía notar de inmediato que no era igual a los demás, él era monocromático, no conseguía mezclarse con el paisaje. Era fascinante y a Nicole le gustaba.

Pero Archibald no era lo que ella quería, el pertenecía a las sombras, estar con él sería como aceptar su diminuta existencia, ella quería algo mejor, más grande, algo maravilloso que consiguiera que los demás se dieran cuenta que estaban menospreciándola. Archibald solamente conseguiría que los demás la miraran y pensaran "que pareja tan apropiada".

A Nicole le causaba migraña pensar en el tema, porque Archie conseguía que su corazón saltara con fuerza, pero le avergonzaba que los demás lo supieran, así que trataba con todas sus fuerzas de apartarlo. Pasó mucho tiempo sumida en una espiral de confusión que no le permitía pensar en nada más. La escuela era un desastre tras otro y ella lo odiaba todo.

—¿Qué haces cuando te sientes frustrado?

—¿Yo? Mmm, no lo sé, a veces bebo y a veces canto.

—¿Es una broma?

—No, es en serio, pero no creo que les funcione a todos ¿Por qué? ¿Estás frustrada?

—Algo así, me duele la cabeza.

—Bueno, podrías intentar un cambio, cuando mi mamá está frustrada reorganiza los muebles de la casa. Cuando volví el verano pasado toda mi habitación era rosa, casi me quedo ciego.

—...

—No te rías, no es gracioso.

—Si lo es.

Al principio Nicole pensó en cambiar algunos detalles de su rutina, hacer un poco de ejercicio, salir a hacer senderismo o alguna de esas estupideces que se supone que mejoran tu ánimo, sin embargo, después de un rato decidió usar el tiempo libre en sus vacaciones para hacer algo que cambiara el rumbo de su vida.

Comenzó con unos zapatos nuevos, algo de ropa, luego fue a un spa a hacer tratamientos para su piel, compró cremas, maquillaje, cambió su cabello, también perdió un poco de peso y al final de todo parecía que en realidad las historias que pasaban en la tele eran relativamente ciertas, porque cuando regresó a la escuela los chicos la miraban y no parecía que palideciera del todo al lado de Irene.

Ella se consoló pensando que, para ser el principio de todo, estaba bastante bien, sin embargo, eso duró poco, porque entre más le daba vueltas al asunto, su cabeza encontraba más cosas que quería cambiar. Algunas eran pequeñas, como quitar un grano o mejorar la salud de su piel, pero poco a poco las exigencias se volvieron más fuertes e imposibles, ella quería otro cabello, otra nariz, quería ser más alta, cambiar el color de sus ojos, parecía que de repente todo estaba mal en ella.

Por si fuera poco, una chica nueva llegó a la escuela, una chica bonita y rubia: Sunshine Dickens, cuyo rostro parecía salido directamente se un atelier. No bastaba con la competencia actual, parecía que la gente hermosa no dejaba de aparecer frente a ella.

—¿Te parece linda? Dime la verdad, sé que a todos los chicos les gusta.

—Me parece muy rara.

—Es preciosa.

—¿Soy el único al que le pasa? No puedo concentrarme en su rostro porque me parece condenadamente extraña.

—¿A qué te refieres con rara?

—Hace chistes que nadie entiende, habla como si tuviera cinco años y siempre está poniéndoles apodos a la gente.

—Me parece muy lindo.

—A mí no.

Nicole estaba en el punto máximo de su estrés cuando el profesor la envió a las bodegas para que recogiera un par de mapamundis que había olvidado. Se suponía que otra chica tenía que acompañarla, pero desde que se había vuelto linda, no les agradaba a sus compañeras, por lo que bajó sola y se quedó encerrada ahí un buen rato hasta que el profesor envió a alguien más.

Mientras esperaba en aquel oscuro lugar, escuchó un susurro en su oído. Al principio le pareció algo muy leve, como el silbido del viento entrando por la ventana, sin embargo, poco a poco aquella voz fue tomando forma hasta que se transformó en palabras que sonaban dulces y embelesaban.

Ella no supo lo que trataba de hacer aquella voz y tampoco comprendió por qué no estaba asustada, hasta que logró entender el mensaje oculto en aquellas oraciones airosas.

—Eres preciosa ¿Sabes? Nunca había visto a una chica tan guapa como tú. Sé que no piensas lo mismo que yo, pero si te vieras desde mis ojos, sabrías de lo que estoy hablando.

Las frases de dulce adulación fueron cambiando de manera gradual a una persuasión perversa.

—¿Por qué no me ayudas? Puedo darte lo que tú quieras ¿Quieres un novio maravilloso? ¿Uno que esté a tu altura? ¡Lo tendrás! ¡Vas a tenerlo comiendo de tu mano!

Y unos días después de aquel incidente, apareció Claus y fue casi tan perfecto como había imaginado. "Casi" porque, aunque Claus era inmune a Irene, no podía evitar girar la cabeza cada vez que se cruzaba con ella, la chica más brillante de la escuela: Darla Fisher Montgomery.

Darla era algo parecido al enemigo natural de Nicole, además de ser guapa, tener un novio increíble y venia de una familia asquerosamente rica, parecía que transformaba en oro todo lo que tocaba. No solo era una chica popular, Nicole lo sabía, era una abeja reina.

De todas formas, no le preocupaba demasiado, porque sabía que Claus era un chico transitorio, el que estaba ahí mientras conseguía a uno mejor y estaba seguro de que eso pasaría tarde o temprano porque ella no era la misma chica que había iniciado la escuela siendo casi una niña que no podía hacer nada por sí misma. Pronto todos hablaría de ella de manera tan dulce como lo hacía aquella voz.

Por supuesto Darla tampoco sería un problema, Nicole también pensaba que conforme pasara el tiempo podría alcanzarla y lanzarla abajo, actualmente le frustraba un poco que la gente no se diera cuenta de lo que se estaban perdiendo al no mirarla, pero dentro de poco todos iban a arrepentirse.

—Eso es Nicole, y yo te ayudaré a que suceda.

La mirada distraída de Claus, con el paso de los meses, comenzaba a enfurecerla, tenía ganas de empujarlo de la mesa y mandarlo a la mierda para que corriera detrás de ella llorando y suplicando, pero sabía que el chico no tenía las neuronas para darse cuenta de lo que ella quería y se iba a rendir a la primera.

Claus, con el paso de los meses, también comenzó a mirar a otras chicas, en alguna ocasión lo encontró observando a Irene y las cosas por poco se ponen feas con Peter, quien solo se contuvo por ella. Nicole, por su parte, estaba irritada, pero se calmaba cuando pensaba que ella tenía a Archibald.

Su Archibald.

Ese que solo tenía ojos para ella, un par de pupilas azules que destilaban miel cada vez que la miraban. Mientras él la quisiera, le daba igual lo que pasara con Claus, le daba igual lo que pasara con el mundo.

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