Sobre mi cadáver (HDLO#1)

By PalomaCaballero

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(LGBT+) Archibald puede ver fantasmas. Darla es algo muy parecido a uno. Un espíritu no puede conservar su lu... More

Notas iniciales
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NOTAS FINALES
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By PalomaCaballero


Una mar de manos, ojos y expresiones inquietantes se concentraron en ellos. Archibald tardó más de lo que le hubiese gustado en darse cuenta que toda aquella atención era para una sola persona: Lee Chae Ri.

—Joder.

Archie retrocedió un paso, luego dos. Sunshine apretó los labios y Darla se quedó flotando detrás del grupo, sin atreverse a parpadear por la anticipación. Desde siempre aquellos fantasmas habían pasado el tiempo en esa aula, permaneciendo en un silencio pacífico e inquietante, sin embargo, la sanguijuela llegó para desequilibrarlo todo y transformó una presencia tranquila en una horda en espíritus peligroso y mortales.

Como si estuviese atraída por la flauta de Hamelín, Chae Ri dio un paso adelante, transformándose de golpe en un fantasma gris y sombrío. A pesar de que desde su posición ellos solo podían ver la espalda de la chica, un cambio tan radical saltaba a la vista. Ella ya no era la misma, ahora exudaba peligro a cada paso que daba.

—¿Chae? —preguntó Sunshine, quien también se había dado cuenta de los cambios en la chica, pero guardaba la esperanza de que aquello fuese solo su imaginación.

Sin embargo, no lo era, porque Chae Ri dio otro paso a la horda, sin dar señas de estarlos escuchando. Era obvio que en menos de un segundo la habían perdido. Aun así, siguieron llamándola.

—¡Chae! —Archibald avanzó hasta tomarla del brazo, tratando de hacerla reaccionar, obligándola a girarse. Cuando sus rostros se encararon el muchacho se quedó pasmado. La piel de la joven estaba gris, había venas negras marcadas en el cutis que unas horas atrás había sido perfecto, mientras que sus ojos seguían perdidos en la nada. Había una negrura en sus pupilas tan devastadora que casi hizo que se mareara.

Al principio él tuvo la tentación de soltarla, pero no se atrevió a hacerlo.

—Chae Ri, escúchame —espetó, tratando de traerla de regreso a su lado, sin obtener resultados favorables.

Un fuerte dolor, parecido a una descarga eléctrica lo obligó a soltar a la chica. Cuando se miró la mano notó, para su consternación, que estaba roja, cómo si se hubiese quemado.

Delante de él Chae Ri comenzó a mover la boca, produciendo un sonido parecido al de las abejas cuando estaban juntas.

Por un momento creyó que estaba escuchando mal, pero el sonido comenzó a hacerse más fuerte. Archibald se dio cuenta que la multitud de alumnos muertos parecía haberse sincronizado con la chica y poco a poco levantaban el tono hasta que el ruido se volvió insoportable.

—¿Qué demonios? —Archie se llevó las manos a los oídos, tratando de bloquear el ruido, pero imposibilitado para hacerlo de manera correcta por culpa del dolor en su palma.

—¡Chae! —Darla insistió en llamar a la chica, sin embargo, ella ya estaba perdida y sin siquiera inmutarse, comenzó a andar hasta unirse al resto. Cuando por fin estuvo con ellos, fue como si volviera a donde pertenecía. Ella terminó el cuadro que no sabían que estaba incompleto.

—Archie —Sunshine retrocedió. Desde su perspectiva aquella multitud se veía como un monstruo, cuya sed podía sentirse aunque no estuvieran cerca de ellos.

Archibald se giró hacia ella, atendiendo su llamado. Sólo los perdió de vista un instante antes de que un centenar de manos se lanzaran sobre ellos.

De un momento a otro se vieron atrapados por una multitud que los jalaba en todas direcciones. Sunshine pegó un grito cuando fue atrapada, la tomaron del cabello, los brazos, el torso, como si intentaran desmembrarla.

Archie podía sentir las uñas que se marcaban en su piel y cómo trataban de destrozarlo, pero él podía luchar, sin embargo, Sunshine estaba indefensa, ella no podía tocar a los fantasmas no estaba seguro de por que, así que trataba de cubrirse cómo podía mientras gritaba y lloraba.

Sin saber de dónde sacó fuerzas, comenzó a empujar para tratar de alcanzarla. Cada paso que daba parecía que sería el último, la fuerza de aquel espíritu era descomunal, tanto como para poder afectar a los vivos de una manera tan brutal.

—¡Archie! —la voz de Darla sonó en medio de todo aquel desastre y el chico levantó el rostro, encontrándose de frente con ella, que flotaba sobre él y se lanzaba con pericia a su rescate. Archibald no pudo distinguir del todo lo que la chica estaba haciendo, porque su vista se vio afectada por una intensa luz que emanaba de ella.

El entorno se quedó en silencio, convirtiéndose por un instante en un espacio blanco, alejado de la realidad.

Luego, poco a poco, todo volvió a la normalidad y al echar un vistazo a sus alrededores, se dio cuenta que ya no había ningún fantasma atacándola. De hecho, todos los elementos sobrenaturales que habían reinado en el ambiente se fueron.

Sunshine se quedó muy quieta, con las manos cerca de los oídos, mientras su expresión aun no conseguía calmarse, hasta que se dio cuenta que había algo fuera de lugar.

—¿Archie? —preguntó, viendo al muchacho prácticamente de rodillas en el suelo, mirando hacia la nada—. ¿Archie? —llamó una vez más, pero él no respondió, tenía la mirada perdida.

Ella se acercó dándose cuenta que no era lo único raro en los alrededores.

—¿Darla? —preguntó, pero no había no rastro de ella—. ¡Darla! —exclamó y de nuevo no hubo respuesta. Ella apretó los labios, levantándose para buscar ayuda y entonces alcanzó a ver que dentro del aula había algunos de los trabajadores de la limpieza tirados en el suelo, mientras que Joshua estaba tendido sobre una banca, con la cabeza sobre el pupitre. Su rostro era tan pacífico que parecía que estaba durmiendo.

Sunshine apretó los labios, mientras trataba de sostenerse sobre sus piernas temblorosas. No sabía de donde iba a sacar fuerzas, pero tenía que correr y pedir ayuda.






Archibald abrió los ojos y apareció en un espacio en blanco en el que podías ver hacia delante sin hallar el final en el paisaje. Lo único que existía en ese espacio era él.

Sin querer dejó escapar un suspiro, dándose cuenta de inmediato que estaba en un sueño y sus sueños siempre eran inentendibles. Había estado en tantos de ellos (sobre todo esta clase de sueños que son más que sueños) que no se sorprendió para nada por ello.

—Parece que ya no te impresionas tan fácilmente —una voz resonó a sus espaldas, haciéndolo saltar en su lugar—. O más o menos —la sonrisa en el conocido rostro de un fantasma que usaba una bata blanca lo dejó sin habla.

Incorporándose de golpe, Archie se giró hacia el hombre. Aquella era la parte a la que todavía no conseguía adecuarse.

—¿Otra vez tu? —espetó, frunciendo el ceño.

—Otra vez el fantástico yo —espetó, señalándose con los dedos índices. Sus movimientos eran muy fluidos, como siempre parecía una criatura brillante, llena de luz. No se había puesto a pensar en ello, pero de hecho él tampoco era cómo los demás fantasmas.

Aunque eso solo sería en caso de que fuera un fantasma y no algún otro tipo de criatura. Archie lo observó un poco más a conciencia, parecía inofensivo, pero las cosas paranormales rara vez lo eran.

—¿Que estás haciendo aquí? —preguntó, retrocediendo unos pasos y consiguiendo que Mr. Wonderful lo mirase con cierta decepción en su rostro.

—¿No estoy siempre para ayudarte? —comentó, cruzándose de brazos, para después negar con la cabeza.

Archibald parpadeó.

—No lo sé —dijo con sinceridad—. La verdad ni siquiera sé si eres un fantasma real o me estoy volviendo loco y te alucino, porque hasta ahora soy el único que ha podido verte —espetó, revolviéndose el cabello. Más extraño que dos personas que podían ver fantasmas, era un fantasma que sólo podía ver una persona.

—Ya te dije —El hombre desapareció, transformándose en una voz envolvente cuyo origen era difícil de localizar—. No puedo dejar que cualquiera me vea, no sé qué clase de intenciones tiene todo el mundo y si pueden verme los tipos buenos, también los malos.

Archibald levantó la cabeza y vio un aparato de sonido pegado al techo. El objeto en cuestión era sencillo, redondo, de color azul.

—¿Y cómo sabes que puedes confiar en mí? ¿O cómo se yo que puedo confiar en ti? —preguntó. Casi de inmediato el aparato se despegó del techo y se precipitó hacia el suelo, víctima de la gravedad. Archibald lo atrapó por inercia y cuando vio lo que sostenía en las manos, este ya se había transformado en un walkie-talkie. Ladeando el rostro notó un botón rojo en el aparato que comenzó a brillar. Archie lo tocó y una voz salió de él.

Otra vez aquel hombre y sus extraños juegos.

—¿Vez? Si eres confiable —dijo. Después se comenzó a reír.

—Esto no tiene ningún sentido —gruñó, sintiéndose muy cansado. No le gustaban todos aquellos rodeos, lo estresaban.

—La vez pasada te di algunas pistas —El walkie-talkie desaparición de su mano—. Puedo darte otras para que estés seguro y cuando lo estés, podremos trabajar juntos.

Siguiendo el origen del sonido, vio a varios metros de distancia una grabadora vieja, que se podía distinguir muy poco desde donde estaba.

—Bueno, si quieres puedes comenzar a decirme quien es la sanguijuela, eso me ayudaría muchísimo —espetó, sintiendo que ahora que no veía su rostro se sentía mucho más a gusto con Mr. Wonderful.

—No puedo decirte —respondió—. Porque no lo sé.

Su respuesta fue bastante simple y consiguió que Archie se desanimara un poco. Sin embargo, de todas formas, caminó hacia la grabadora para levantarla del suelo. Mientras avanzaba, parecía que el camino hacia ella se volvía cada vez más largo.

—¿Entonces que es lo que puedes decirme? —dijo, acelerando el paso hasta que consiguió llegar a su objetivo.

—Puedo contarte que hay dos maneras de averiguar quién es ella —la voz de Mr Wonderful sonaba extraña, como distorsionada—. Para empezar, tienes que tomar en cuenta sus próximos objetivos y detenerla antes de que se vuelva más poderosa —explicó.

El mundo de repente parecía dar vueltas y aunque él estaba en cuclillas se sintió mareado. Archie cerró los ojos y una sacudida lo dejó desorientado.

—La clave son los fantasmas, los más poderosos, esos que ya tienen la capacidad de matar con sólo desearlo, los del aula maldita —Archibald escuchó la voz en sus oídos. Debido al tipo de ambiente en el que estaba, tardó en darse cuenta de que se encontraba tendido en el suelo, así que se incorporó sólo para darse cuenta de que tenía un walkman en la mano y unos audífonos enormes de diadema en su cabeza.

Extrañado, miró el aparato, en cuyo parte posterior tenía una cinta adhesiva donde estaba escrita la palabra Heaven con plumón negro.

—Y también la chica.

—¿Darla? —de inmediato la imagen de la muchacha apareció en su cabeza.

—No, por ahora ella no —explicó—. Estoy hablando de la otra chica, la que es mitad asiática —agregó.

Él tuvo que pensar un poco antes de darse cuenta a quien se estaba refiriendo.

—¿Irene?

—La misma.

De inmediato recordó aquel sueño que tuvo cuando estaba en casa. Irene y Peter, sonriéndose y una mano que se los llevaba lejos.

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