Sobre mi cadáver (HDLO#1)

By PalomaCaballero

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(LGBT+) Archibald puede ver fantasmas. Darla es algo muy parecido a uno. Un espíritu no puede conservar su lu... More

Notas iniciales
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NOTAS FINALES
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By PalomaCaballero


El tiempo que estuvo en casa con su madre se pasó volando. La mujer había insistido en alimentar a su hijo cómo un cerdo a cada segundo en el que se presentaba la oportunidad, hasta que este tuvo que implementar una estrategia de escape que ponía en marcha cada vez que sentía que sus intestinos estaban sufriendo demasiado. Por suerte afuera estaba todo tranquilo, el fraccionamiento estaba sospechosamente libre de fantasmas y aparte de Darla, no había nadie para hacerle pasar un mal rato.

De vez en cuando iban de visita a la tienda de Lockster, dónde tuvieron simpáticas charlas sobre fantasmas y cosas sobrenaturales. Era extraño, pero, debía admitir que conocer a alguien que tenía las mismas habilidades -probablemente más- que él era liberador.

—Vamos, no pongas esa cara, en esta ciudad hay más gente con dones como los tuyos, en realidad no es tan extraño cómo parece, sobre todo aquí —él había señalado a su alrededor con una sonrisa enigmática—. Es la tierra, atrae un montón de cosas indeseables y también nacen muchos niños con todo tipo de dones, la actividad paranormal no es cómo en otros lados.

De alguna manera le alegraba saber que quizás algún día podría conocer más gente cómo él.

—Podrían formar un club —dijo Darla en alguna ocasión—. Algo así como los caza fantasmas pero menos viejos —ella parecía divertida ante la perspectiva.

—No me gustan los clubes, pero supongo que podría hacer amigos nuevos... O enemigos nuevos, depende de la situación —él parecía estar considerando todas sus opciones y aquello divirtió a Darla.

Ella estaba de un humor brillante los últimos días. Había renunciado a la escritura de las cartas y cambió su petición a "apoyo moral durante su cruzada". Lo cual quería decir que mientras ella investigaba, él le ayudaría a recrear los hechos para que pudieran descubrir quién era la llamada sanguijuela que quería su halo dorado.

Y bueno, Archie no se podía negar, de hecho, estaba convencido de que ahora debía por fuerza meterse en ese asunto, después de todo era su culpa que la chica estuviera en semejantes problemas, al menos lo era de manera indirecta.

Estaba seguro de que tarde o temprano habría tenido que intervenir de lleno en aquella cruzada, pero la situación ameritaba que lo hiciera de inmediato.

Con esa idea en mente y sin la oportunidad de ir a ver a su abuelo, Archibald tuvo que volver a la escuela. Cuando lo hizo estaba más nervioso de lo normal, casi cómo si fuera su primera vez asistiendo a clases. Las manos le temblaban y parecía que pronto comenzaría a sudar frío.

Su madre, cómo siempre, sólo lo dejó en la puerta de la escuela y se marchó cómo alma que llevaba el diablo. La mujer odiaba aquel edificio porque siempre se encontraba con sus "amigas" ricas y terminaba cayendo, según ella, en una espiral de frivolidades que le resultaba difícil de abandonar.

Como sea, cuando Archie se dirigió a la entrada pensó que su suerte le había escupido en el rostro, pues lo primero que vio al llegar fue la espalda de Darren Woolf, quien miraba con fijeza la imponente construcción delante de él.

Por alguna razón no parecía ansioso de volver a las aulas.

Archie pensó que aquello era extraño, pero se apresuró a pasar a su lado para perderlo, recordando lo mucho que parecía odiarlo en los últimos tiempos

—Noble, no gastes energía corriendo —dijo levantando la voz, justo cuando pasaba por su lado—. Al menos utiliza una poca de ella para saludar —agregó, girando hacia él.

Archibald apretó los labios, sabiendo que ya no había escapatoria, la personalidad de Darren tenía la pericia de la mordida de un cocodrilo, una vez que te atrapaba, era imposible soltarse.

—Buenos días —dijo, deteniéndose a una distancia prudente, preguntándose si habría alguna excusa en el mundo para escaparse del chico sin tener represalias futuras.

—Otra vez este tipo —se quejó Darla, entornando la mirada. Nunca había sido la mayor fan de los Woolf y Darren era probablemente su Woolf menos favorito.

—Buenos días —respondió con su típico rostro de estirado, aunque pudo notar una cierta desmejora en su ánimo. Darren, quien normalmente mostraba un atractivo elegante, se veía como pocas veces, desaliñado—. ¿Qué tal las vacaciones? —Dijo, intentando establecer una charla casual.

Extraño.

—Fueron buenas para descansar —Archie se encogió de hombros antes de mirar al chico con una pizca de curiosidad—. ¿No vas a entrar? Ya casi es la hora de la ceremonia de reingreso —comentó mirando su reloj. Al volver de las vacaciones el director encontraba sumamente divertido darles un sermón sobre el estudio que haría que cualquiera desease no haber salido de vacaciones en primer lugar, seguido de una misa que se extendía casi una hora y que no venía al cuento porque habían dejado de ser una escuela católica muchos años atrás.

—Me tomaré una semana más de descanso —dijo soltando un suspiro—. Parece que estoy enfermo, mis padres están hablando con el director ahora, piensan que debería alejarme de los libros un tiempo —comentó de manera casual, a pesar de que se notaba incómodo en su sito.

—¿Enfermo? —aparte del evidente ánimo en su semblante él no se veía nada demasiado diferente de lo habitual en su apariencia—. ¿Qué es lo que tienes? —inquirió, arriesgándose a recibir un desaire.

—Estoy resfriado —Darren seguía mirando edificio con una intensidad que no le permitía parpadear, mientras esperaba que sus padres salieran de ahí. Él parecía sano y fuerte.

—Está mintiendo —espetó Darla, soltando un bufido—. Dios, que descaro.

—¿Resfriado? —Archie levantó una ceja. Cualquiera que lo viera podía notar que al menos en apariencia, estaba fuerte como un roble.

—Si —él se giró hacia Archie, sin ningún tipo de vergüenza o culpa en el rostro—. ¿No me estás viendo? Estoy enfermo, necesito hacer cama —su tono se volvió ligeramente rudo, como si lo retara a llevarle la contraria.

Archibald y Darla se quedaron sin habla. Darren no era de los que faltaba a clases incluso si tenía una fiebre intensa, entonces ¿Que le pasaba ahora? ¿Por qué estaba inventando excusas? Aquello era extraño.

—Ya veo —¿Qué otra cosa podría decir ante una mentira tan evidente? Las razones de Darren ni siquiera eran su asunto—. Bueno, entonces, nos vemos dentro de una semana —dijo, caminando rumbo a la entrada.

—Oye, espera —lo llamó el muchacho alcanzándolo de una zancada mientras sacaba algo de su bolsillo y se lo extendía—. Toma, es una disculpa por desquitar mi mal humor contigo la semana pasada —dijo, hablando del asunto con tanta franqueza que por un momento pareció el antiguo y cascarrabias Darren Woolf.

Cuando Archie sostuvo lo que el chico le ofrecía se sorprendió al notar que eran un par de gemelos de platino con la forma de copos de nieve ¿O quizás eran flores? No estaba seguro.

—Oh, no es necesario —dijo, confundido por el obsequio—. Yo no uso de estas cosas —comentó encogiéndose de hombros.

—Oh, pero que lindos son —exclamó Darla luego de soltar un silbido.

—Ya lo sé —Darren no hizo amago por recogerlos—. Te vendrán bien —comentó antes de dejarlo con la mano extendida para volver al auto de sus padres.

Sí, Darren siempre fue mandón y de mal carácter así que aquella acción, aunque le tomó desprevenido, no le pareció tan extraña.

Archie soltó un suspiro, guardó los gemelos en su bolsillo y se dirigió a la escuela, donde tuvo que pasar una hora entera formado junto a otros estudiantes muertos de aburrimiento para escuchar el ridículo discurso del director. Él no tenía idea de cuanto cerebro tenía aquel hombre para decir tantas cosas en sesenta minutos. Sin embargo, al final se resignó a soportar el suplicio y permaneció en su lugar hasta que también terminó la misa y la multitud tuvo permiso para dispersarse. Sólo entonces pudo encontrarse con Peter e Irene.

Fue cuando recibió la noticia de que la chica pasó toda su semana de descanso en las instalaciones de la escuela y ella tenía mucho que decir al respecto.

—Pensé que sería aburridísimo —comentó, dejándole una mandarina a cada uno, mientras los miraba con expresión sorprendida—. Pero en realidad fue muy extraño —agregó, haciendo una mueca de desconcierto y desagrado.

—¿Extraño en qué sentido? —preguntó Archibald, recordando el inusual movimiento de los fantasmas en la escuela ¿Sería posible que ya hubiesen causado algún desastre?

—Pues, porque parece que hay un sucio pervertido en casa —comentó frunciendo el ceño.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Peter, su expresión de cachorro fue reemplazada por una mueca de enfado.

—Las chicas que pasamos las vacaciones aquí nos mudamos a las habitaciones de las otras para poder estar acompañadas —explicó, mientras luchaba por abrir su mandarina—. Nosotras ya habíamos notado que había algo extraño en el edificio, a veces se escuchaban pasos o alguien corriendo en la noche, pero todas las demás chicas ya se habían ido y cuando nos quejamos con los guardias nos tomaron a locas, así que nos movimos y ahí fue donde las cosas se pusieron realmente extrañas —agregó haciendo una mueca.

—Define extrañas —Insistió Archibald, frunciendo el ceño.

—Pues, por ejemplo, Jessica vio a alguien asomarse por la rendija del baño mientras estaba en la ducha varias veces, así que tuvimos que taparla con un plástico y a Tiffany le desapareció ropa de su cuarto, algunas piezas que después encontramos tiradas en el patio —ella tuvo un auténtico escalofrío mientras hablaba al respecto—. Nosotras incluso vimos al tipo —comentó, hablando un poco más bajo.

—¿Ya lo han denunciado? —preguntó Peter, pareciendo un poco aliviado porque el culpable hubiese sido descubierto.

—Bueno, lo habríamos hecho, pero cuando fuimos a las habitaciones de los hombres nos dimos cuenta de que sólo había cinco chicos quedándose por acá —ella levantó la mano derecha, contando con los dedos—. Henry, Joshua, Dallas, Soo y Aron. Nosotras habríamos sabido si alguno de ellos era el culpable, pero el chico en la ventana no se le parecía a ninguno de ellos, en la dirección dijeron que investigarían el caso, pero no llegaron a ninguna conclusión.

Los muchachos que Irene mencionó eran personas con apariencias muy específicas, empezando por el ex novio de Darla y siguiendo con los demás, cuyos rostros no podrían ser olvidados debido a que tres de ellos pertenecían al club Hudson y los otros dos eran parte del grupo de prefectos junto con Darren, Aron también estaba en el club de polo y era un campeón cuyo rostro a menudo adornaba la vitrina de trofeos en el pasillo.

—¿Cómo era el tipo? —preguntó Archibald—. Tal vez nosotros lo hayamos visto alguna vez —comentó, jugando con la mandarina que Irene le había dado. Él no podía concentrarse en la fruta como ella, quien ya había comenzado a comer.

—Pues era alto, desgarbado, tenía unas ojeras muy profundas. Me acuerdo de que estaba usando el viejo uniforme de gala azul ¿Te acuerdas? Algunos todavía lo tienen, pero desde que pusieron el nuevo ya nadie lo usa, por eso me llamó la atención su ropa ¿Quién usa el uniforme en vacaciones? ¡Y el antiguo de gala! —comentó, mientras se tocaba la barbilla con el dedo índice.

—Me suena conocido —murmuró Archie, tratando de hacer memoria.

—A mí no —comentó Peter.

Los dos se quedaron en silencio, tratando de recordar, hasta que Archibald se puso pálido y tragó duro.

—Espera ¿Era rubio y usaba un peinado en puntas? —comentó, moviendo las manos sobre su cabeza.

—Si lo era —respondió Irene, levantando su rostro del último gajo de mandarina, mientras sus ojos brillaban con esperanza.

—¿Jugaba con sus manos mientras observaba fijamente? —agregó imitando la mueca para que pudieran entenderlo mejor.

—Miraba justo así —Irene abrió los ojos, sorprendida por la descripción tan precisa.

—¿Y movía los labios mientras susurraba cosas? —continuó, levantándose de la mesa.

—¡Si! ¡Sí! ¡Era él! ¿Lo conoces? —preguntó la chica, emocionada.

—No, pero me tengo que ir —espetó, levantándose de su sitio y corriendo hacia la habitación dejando a una pareja de chicos muy confundida.

Él apenas y tuvo tiempo de esquivar a todo el mundo antes de llegar a lugar y cerrar la puerta con seguro. Una vez dentro, soltó un suspiro.

—¡Archie! —Darla lo estaba esperando, mientras se asomaba por la ventana—. ¡Acabo de enterarme de algo jugoso! —comentó la chica con una enorme sonrisa en los labios.

—Yo también lo he hecho —respondió, frunciendo el ceño.

—Dispara —ordenó la chica

—Al parecer el fantasma de Ramsey Williams decidió dejar de morir cada noche y dedicarse a acosar a las chicas se los dormitorios —comentó, sintiendo que un escalofrío le recorría la espalda.

—Wao, eso suena intenso —dijo sorprendida, abriendo los ojos de par en par.

—¿Y tú? ¿Qué fue lo que descubriste? —inquirió, soltando un suspiro. La mirada de Darla se encendió, mientras se levantaba de golpe, cómo si hubiese recordado algo muy importante.

—Pues que creo quien ya se quien intentó matarme. 


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