Gale y Madge: Fresas en el Bo...

By TallerDeLuzArtesana

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LJDH vistos por Gale y Madge. ¿Cómo terminaron juntos, siendo tan diferentes? Bueno, los polos opuestos se at... More

Capítulo 1: Fresas
Capítulo 2: Tonta Niña Rica
Capítulo 3: Voluntaria
Capítulo 4: La Cosecha
Capítulo 5: Camino al Capitolio
Capítulo 6: Solo en el Bosque
Capítulo 7: Un Muy Mal Día
Capítulo 8: Una Princesa en la Veta
Capítulo 9: ¡Baboso!
Capítulo 10: Revelación Inesperada
Capítulo 11: Amantes Trágicos
Capítulo 12: ¡Sobrevivió!
Capítulo 13: Amor y Traición
Capítulo 14: ¡Boom!
Capítulo 15: Entrevistas
Capítulo 16: Tienes que Ganar...
Capítulo 17: Adiós a Rue...
Capítulo 18: Madge en el Quemador
Capítulo 19: Cielo Estrellado
Capítulo 20: Un Cambio de Reglas
Capítulo 21: Celos y Desengaños
Capítulo 22: Celos y Desengaños 2
Capítulo 23: ¡No Soy Una Princesa!
Capítulo 24: Jarabe de Bayas
Capítulo 25: La Confesión de Madge
Capítulo 26: El Banquete
Capítulo 27: La Confesión de Gale
Capítulo 28: Flores para Candance
Capítulo 29: Rumores
Capítulo 30: Ángel
Capítulo 31: Primera Cita
Capítulo 32: Bajo las Estrellas
Capítulo 33: Carta para Gale
Capítulo 34: Dulce Madge
Capítulo 35: ¿Qué Somos?
Capítulo 36: Amantes Clandestinos
Capítulo 37: Princesa y Cazador
Capítulo 38: Cena con Madge
Capítulo 39: Perdida en tus Ojos
Capítulo 40: El Plan
Capítulo 41: Juegos de Seducción
Capítulo 43: Final, Peeta vs Cato
Capítulo 44: ¿Locura o Desafío?
Capítulo 45: Baile y Celebraciones
Captítulo 46: Noche Salvaje
Capítulo 47: ¿Qué Pasó Anoche?
Capítulo 48: No es tu Culpa...
Capítulo 49: Ámame...
Capítulo 50: Ámame II
Capítulo 51: El Regreso
Capítulo 52: ¿Vencedora o Títere?
Capítulo 53: Minero
Capítulo 54: Oscuridad y Luz
Capítulo 55: ¡Pelea de Barro!
Capítulo 56: Grisú
Capítulo 57: Maldita Amiga, Maldito Amor
Capítulo 58: El Castigo
Capítulo 59: Morfina
Capítulo 60: Recuperación
Capítulo 61: El Vasallaje
Capítulo 62: Adiós, Catnip...
Capítulo 63: Trampas y Secretos
Capítulo 64: Si No Fuera Por El Bebé...
Capítulo 65: Reunión en el Bunker
Capítulo 66: Finnick Salva a Peeta
Capítulo 67: Medianoche
Capítulo 68: La Revolución Comienza...
Capítulo 69: El Lago
Capítulo 70: Fresas en el Bosque
Capítulo 71: Sangre, Fuego y Cenizas

Capítulo 42: Mi BellaTentación

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- Entonces, esta noche tampoco hay sexo... -me dice Madge desilusionada cuando me ve en la puerta de su dormitorio. Sus labios carnosos tientan a morderlos cuando frunce esa boquita.

- No esta noche, princesa, no sexo con penetración. Aunque puedo darte placer con sexo oral si quieres... -Tomo un mechón de su pelo y susurro en su oreja.

- ¿En serio? -pregunta ella con una mirada que es la mezcla perfecta de inocencia y sensualidad.

- Si tú me lo permites, princesa...

- Lo permito. - Su voz un suave y aterciopelado susurro que hace vibrar mi cuerpo.


Madge tiene puesto una coqueta camiseta negra con tirantes más una mini falda de jeans, como siempre, viste sencillo pero todo de buena calidad. Introduzco los dedos de una mano bajo la pretina y termino de acercarla a mí, ella se aferra a mi camiseta, arrugando la tela. Mi otra mano viaja desde su cadera hacia su trasero, apretando uno de sus perfectos glúteos, aquellos que hacen quedar a los chicos con tortícolis cuando se dan vuelta a mirarla en la escuela. Madge se muerde el labio inferior, pintado de un suave rosa pálido y encuentro aquel simple gesto sumamente irresistible. La estrecho en mis brazos y la beso, ahora mordiendo yo su boca. Siento un gemido subir por su garganta, excitándome al escucharla ahogar mi nombre en ese sonido gutural. Nos besamos sin reservas. Ahora rodeo sus muslos y nalgas con mis manos, la levanto en brazos y avanzo hacia su cama, sin dejar de besarnos ni acariciarnos. La recuesto con suavidad y ella me observa, su respiración jadeante eleva sus pechos y luego los hace descender, en un movimiento que me tiene hipnotizado mientras ella se quita los zapatos con sus propios pies. Vuelve a morderse el labio a medida que desabrocho mi cinturón, la mirada inocente, tierna, pero expectante y llena de deseo. Sin aviso, engancha su pie por detrás de mi rodilla y me hace caer sobre ella. Pateo mis botas y termino de acomodarme en la cama, arrodillado sobre Madge.

Después de estar todo este tiempo sólo besándola y acariciándola, después que ella casi me rogara anoche que hiciéramos el amor, después de pensarlo y cavilar un día entero... pues decidí que me harté de esperar que Madge cumpla los dieciocho años para hacerla mía. La necesito ahora. 

Voy a jugar con fuego esta noche y puedo quemarme. 

Madge vale la pena el riesgo.... y yo he vivido años corriendo riesgos.


- ¿En qué quedó entonces todo ese discurso de anoche de que todavía soy muy niña y que mi padre puede fusilarte o encarcelarte por corrupción de menores? -pregunta Madge cuando hacemos una pausa para respirar en medio de los besos y caricias.

Acaricio y beso la piel de su vientre antes de contestar. Ella ronronea y sonríe con los ojos cerrados.

- Al carajo, me aburrí de aguantarme, esperar dos años es mucho... no soy de fierro.

- Yo tampoco -declara ella ronroneando cuando subo más su camiseta, descubriendo el borde inferior del sujetador.

- No tenían preservativos en la farmacia <<para variar>>, así que sólo sexo oral, princesa -le advierto.

- OK, yo confío en ti, Gale... confío en que sabes lo que haces -contesta; me honra que ella deposite su confianza en mí. Ahora estoy acariciando sus piernas.- Mi padre también me mataría si le dijera que estoy embarazada a los dieciséis y que el padre eres tú...

- Menudo lío en que nos meteríamos -contesto riendo, mis dedos tamborileando en sus muslos bajo la tela de la falda. 


Entonces ambos estallamos en una carcajada. Al menos, tenemos el ánimo de bromear con el tema.


- Imagínate cómo se pondrían mamá y papá, yo nunca me he portado mal.

- Hasta ahora, princesa, eso está a punto de cambiar. Esta noche nos portaremos mal... y te va a quedar gustando...

- ¡Ooh! 


Una exclamación entre sorpresa y gemido de placer sale de sus labios y me excita, como cada gemido que hace ella. Todo de Madge me tiene excitado: sus inocentes dieciséis años, su piel tan suave y tan blanca contrastando con la mía más morena, su mirada tan dulce pero ansiosa de aprender experiencias nuevas, saber que soy el primero en tocarla íntimimamente. Todo. Y saber que Madge me ama y me desea tanto como yo a ella. No hay mejor afrodisíaco que el amor correspondido. A estas alturas, ya le he bajado la falda y ella subió mi camiseta, recorriendo mi torso con las yemas de sus dedos mientras yo subía los brazos para dejarla caer al suelo. Jugueteo con sus bragas negras, sin quitarlas aún. Acaricio su intimidad por sobre el encaje bordado, excitando a Madge y excitándome yo al escucharla gemir. Con la otra mano, subo más su camiseta, ella la tira sobre su cabeza, revelando un sexy corpiño negro con encaje también.



- Me encanta tu ropa interior... sexy.

- Me la puse pensando en ti -ronronea ella.


Acto seguido, termino de quitar su falda mientras la beso, bajándola por sus piernas. Después mis dedos índice y corazón se introducen bajo aquella minúscula prenda que cubre la intimidad de Madge. Ella cierra los ojos y jadea cuando masajeo su pliegue central. Cuando mis dedos avanzan hacia los pliegues interiores, Madge se muerde los labios, emitiendo pequeños quejidos de placer y siento que su entrepierna se humedece al sentir mi tacto. Sus manos arrugan el cobertor en sus puños a medida que mis dedos van y vienen, avanzando y retrocediendo entre sus piernas. Hago una breve pausa para mirar su expresión. La niña tierna de hace unos minutos ahora me mira con ojos de mujer, pidiendo más. Ya no es la niñita pudorosa que me cacheteó cuando le miré el trasero meses atrás.


- ¡No!... no pares... sigue -jadea entrecortado.

- Como gustes... prin-ce-sa -deletreo lentamente el apodo con el que la llamo de cariño. Antes era para molestarla, con el pasar de los días se volvió mi apodo oficial para ella.


La beso en tanto que mi dedo índice busca su clítoris y lo encuentra, húmedo, entre sus pliegues. Sobra decir que mi hombría está dura y tensa bajo mi ropa interior y pantalón, que no he quitado aún. Pero ahora me concentro en darle placer a ella. 


- ¡Aahh! -gime Madge, al tocar su punto de placer-. ¡Gaaa-le! -alarga mi nombre en sus labios.


Estoy arrodillado sobre Madge, mi otra mano me sirve de apoyo. Beso su ombligo y subo con los labios, dejando un rastro de besos húmedos. Muerdo el corpiño al centro, para ir subiéndolo lentamente mientras sigo estimulando aquel punto... Madge no deja de gemir y jadear. Sin dejar de masajearlo, mi otra mano cubre y encierra uno de sus blancos y redondos pechos. Son firmes y con pezones rosados, que se endurecen cuando paso mi lengua en círculos sobre uno. Empiezo a succionar y lamer sus pezones, que ahora están rojos y erguidos como frambuesas. Saco mi dedo de su entrepierna y se lo ofrezco a lamer, ella no duda en hacerlo y entonces tomo su mano, llevándola a mis genitales excitados, bajo la tela de mi ropa interior.


- ¡Está muy duro! -exclama sorprendida, abriendo más esos grandes ojos azules.

- Por ti, princesa... tú me pones duro y caliente -susurro en su oído.

- Nunca he visto un hombre completamente desnudo -confiesa, las mejillas arreboladas de pudor, pero noto cierta curiosidad también.

- Me ofrezco voluntario. -Esbozo la más socarrona sonrisa que puedo hacer.


Me recuesto y Madge se arrodilla, para bajar mis pantalones. Ella duda unos segundos. "Adelante, todo tuyo", le hago un gesto con la cabeza, recostado en las almohadas. Madge baja mis pantalones y saco los pies, luego toca mi pene sobre la tela, palpando otra vez y empiezo a respirar entrecortado. Poco a poco, baja mi boxer. Toda mi masculinidad emerge entonces, totalmente erguida, apuntándola como una flecha, dejándola asombrada. 


- ¡Wow, santo cielo! ¡Es enorme, Gale! -Sus ojos se desorbitan un poco al ver mi pene erecto en toda su longitud. Cruzo las manos tras mi cabeza, sonriendo halagado.- Es más grande de lo que esperaba...

- Bueno, soy alto y grande, mido 1,90... tengo todo grande -contesto con una maliciosa sonrisa. 

- Hace unos días vi esto en una película, de esas medio porno que dan de trasnoche -señala, acercando su boca a mi pene, que aprieta un poco entre su mano-... y tenía ganas de hacerlo yo también... contigo.

- ¡Vaya, quién lo diría! ¡Madge Undersee viendo porno!... y yo que te creía tan inocente -exclamo riendo.

- Inocente pero no tanto... sólo en teoría, me falta práctica -reconoce sonriendo.

- Adelante, practica todo lo que quieras... soy material dispuesto...


Pero no puedo seguir hablando ni ella tampoco porque ahora Madge baja más mi boxer para succionar y lamer mi hombría con su lengua húmeda y tibia, untándome con su saliva. Se siente bien y doy un gruñido de placer. Pasa su lengua alrededor de la punta mientras su mano aprieta y masajea la base de mi pene. Me sorprende que sabe hacerlo instintivamente, aunque de vez en cuando la guío con mi mano o le indico con un gruñido más alto que me gusta, cuando muerde o succiona con sus labios carnosos y rosados. Me tomo del respaldo de fierro con una mano y con la otra acaricio su cabeza, profundizando la succión más dentro de su boca. Al principio le cuesta, pero logramos de a poco que la punta llegue más a fondo. Y se siente espectacularmente bien, jodidamente bien. Madge es una novata, pero una muy entusiasta para sus dieciséis y para ser su primera vez teniendo sexo oral. De vez en cuando, me mira con una expresión algo pervertida en sus ojos, yo también la miro con deseo, eso cuando no tengo los ojos entrecerrados por el placer que ella me está dando. Ninguna chica había hecho algo así conmigo, alguna me había dado masajes pero sólo usando sus manos. 


- Ahora tú, Gale... házmelo a mí -sugiere con la más ronroneante de las voces. 


La tomo por los brazos y la hago subir hasta mi boca para besarla. Me separo para mirarla con ansiedad y satisfacción. Antes de cumplir su deseo, porque no la voy a dejar con las ganas, desabrocho y dejo caer el sostén que seguía sobre sus pechos y los acaricio, jugando con ellos mientras ella sigue masajeando mi pene allá abajo. La agarro y la doy vuelta, de espalda en la cama, mis dientes bajando la pantaleta, tironeando hasta quitarla y dejarla colgando en uno de sus pies. Ahora, Madge está total y completamente desnuda recostada frente a mí... y es la visión más hermosa que pueda tener. Es hermosa. Ella se ruboriza un poco, pero creo que su deseo es más fuerte que el pudor porque me llama con su índice y señala su sexo, abriendo un poco las piernas. Sin perder tiempo, mis dedos acarician sus pliegues y ella ahoga un gemido. Pero ella quiere sentir mi lengua en esa parte de su anatomía, así que le doy en el gusto de saber qué se siente. Tomo su redondo trasero y lo acomodo sobre unos cojines, flexiono sus piernas con las rodillas apuntando su cabeza y separo los muslos dejando su entrepierna al descubierto. Un jirón de vellos dorados cubre apenas su pubis, aunque su vagina es más rosada de lo que imaginaba y me encanta su color. Empiezo besando su intimidad y enseguida lengüeteo lentamente de arriba a abajo. Madge jadea al contacto, luego toco su clítoris con la punta de la lengua y la paso en círculos... ella enloquece gimiendo, gritando incluso. Cuando mi saliva se ha mezclado lo suficiente con su humedad propia, me separo y soplo con delicadeza. Sonrío cuando la veo poner los ojos en blanco en medio de un grito ahogado.


- ¡Hazlo de nuevo! -suplica, clavando sus uñas en mis bíceps. 

- Encantado, princesa.


Vuelvo a soplar y ella cierra sus ojos de placer. Una tercera vez y las marcas de sus uñas quedan marcadas en mis brazos. Luego vuelvo a besar y lamer sus pliegues tan rosados. También le doy satisfacción con mis dedos e incluso refriego mi pene contra su vagina, pero sin penetrarla. Es difícil aguantar la tentación de hacerlo, pero debo controlarme... sobre todo cuando me mira con cierto temor y dudas en su dulce carita.


- Tranquila. No lo haré... no sin condones o pastillas -le digo entre jadeos y gemidos mutuos.


Ella asiente, sin palabras, porque está más a gusto emitiendo esos quejidos que me enloquecen y me tienen excitado a mil. Suerte que su padre está en el Capitolio y su madre duerme gracias a la morfina... o los habría despertado con sus gritos. Y eso que no la he desvirgado... no quiero imaginarme cómo va a gritar entonces, si hoy ha estado gritando como condenada.


- ¡Aaah! ¡Gale! -exclama mi nombre cada tanto, tras un gemido.


Sigo frotando mi pene en sus pliegues, rozando el clítoris con la punta de mi sexo duro. Entonces Madge estalla en su primer orgasmo. Se suelta de los barrotes del respaldo y se deja caer, cansada, en el colchón. Cuando siento que yo también voy a acabar, me adelanto hacia ella y mi eyaculación brota salpicando sus pechos y su carita hermosa, que limpio con una punta de la sábana. Con cuidado, me dejo caer sobre ella, besándola. 



- ¡Oh, Dios mío! ¡Fue espectacular!

- Gracias... pero me llamo Gale -bromeo, para hacerla reír. Nada como hacer reír a tu chica después de una sesión de sexo intenso. 

- Eres un payaso incorregible.

- Sólo por hacerte reír, mi princesa... ¿en serio, te gustó?

- Me encantó, no, me fascinó... me volviste loca Gale. -Madge me besa, pero ahora es un beso que sabe a nosotros dos, luego de habernos tocado, besado, etc.


Acomodo a Madge sobre mi pecho para dormir, abrazándola, acariciando su espalda. Ella me mira con dulzura en sus ojos.


- Te amo, Gale.

- Y yo te amo a ti, Madge. -Empiezo a bostezar, agotado.

- ¿Te vas a quedar o tienes que irte?

- Me quedo contigo... toda la noche. 


Nos besamos, enredando nuestros brazos y piernas, luego nos reacomodamos para dormir abrazados. Estoy cansado pero feliz. Creo que ella también. Madge se duerme primero sobre mi pecho mientras acaricio su espalda y sus cabellos dorados, poco a poco me dejo arrastrar yo mismo por los tentáculos del sueño, en medio de una placentera sensación de bienestar y felicidad. Corrección: no hay nada mejor que dormir con tu chica, abrazados y desnudos después del sexo.


Dos o tres horas más tarde, me despierta un cosquilleo en mi cara. Creo que es un rizo de Madge y me lo quito sin abrir los ojos, pero enseguida está de nuevo molestando ahí, después, siento que sopla en mi rostro aún adormilado. Sin embargo, cuando abro bien los ojos, no es Madge como pensaba... es Candance. A pesar de estar durmiendo con Madge, me alegro de verla, porque hace tiempo que no se aparecía a pesar de haberla llamado y haberle dejado flores en su tumba.


- ¡Hey, por fin te dignas aparecer, bala perdida! -le reclamo, tratando de no despertar a Madge, dormida en mi regazo-. Te estuve llamando, ¿por qué no venías?

- Lo siento, Gale... pero no podía. Quería responder a tus llamados, pero no me dejaban... los arcángeles -me explica Candy con cara algo apenada-. Estaba castigada -confiesa.

- ¿Castigada? ¿Por qué... qué te hicieron? -pregunto alarmado, sentándome de súbito en la cama, olvidando tener cuidado con Madge, pero ella se desliza de mi cuerpo y no despierta, sólo se da vuelta y sigue durmiendo.


A pesar de que estoy muy enamorado de Madge, Candance fue mi primer amor y lo que sentí por ella nunca se borrará del todo. Sigue siendo mi primera chica. No la olvidaré nunca y todavía siento un gran cariño por ella, no quiero que la hagan sufrir, que le hagan daño, no, eso no... ni siquiera muerta ya.


- Tranquilo, Gale. No me hicieron nada que me duela físicamente, nosotros los ángeles no sentimos dolor aunque sí tenemos emociones -me aclara-. No puedo bajar a la tierra ahora, no sé hasta cuando... sólo podemos vernos en sueños ahora que me levantaron parte del castigo.

- Entonces estoy soñando -asumo y ella confirma con un movimiento de cabeza-. ¿Qué hiciste para que te castigaran? ¿Fue algo malo?

- No tan malo, considerando el resultado... pero sí algo indebido: me metí en un sueño de Madge. Así pude indicarle dónde encontrar la carta que te escribí para que te la entregara...

- Eso no puede ser malo ni incorrecto... eres un ángel guardián.

- Sí lo es, Gale, porque ella no es mi protegida. Intercambié papeles con su tía Maysilee que es su ángel para poder introducirme en el subconsciente de Madge. No está permitido, sólo puedes comunicarte con la persona a quien te designan proteger y cuidar.


Miro a Candy, recordando lo que Madge me contó sobre haber soñado con cómo Candance parecía guiarla para encontrar la carta, haciéndola ver fragmentos del día que fue cosechada, de cuando estuvo en el Capitolio y cuando le entregó la carta a Haymitch. Aquella vez, me extrañó que Madge soñara con Candance, apenas se conocían de vista.


- ¿Y entonces, por qué no se lo dijo su tía Maysilee? -pregunto, como si fuera tan obvio.

- La comunicación entre las dos no es tan efectiva como la nuestra, que tuvimos una relación profunda. Al parecer, Madge no es muy receptiva con los mensajes de su tía porque no tuvo relación con ella, no se conocieron y eso influye en su interacción. Maysilee ha tratado de comunicarse con Madge, pero ella no parece dejarla entrar muy seguido en su mente. Así que intercambiamos roles por unas horas, pero nos descubrieron y fuimos castigadas por ello.

- Ya entiendo. Si yo no te dejara entrar a mi mente, tú no podrías hablarme...  

- Exacto, si no hay un receptor dispuesto, el mensaje no llega, no todos los ángeles guardianes pueden comunicarse con sus protegidos apareciéndose o a través de los sueños. Hay gente que ni siquiera cree en los ángeles y nunca se enteran que tienen uno.

- Por eso Posy, los niños en general, pueden verlos y los llaman amigos imaginarios -deduzco, sentado en el borde de la cama junto a Candance.

- Ellos tienen una mente pura e inocente, abierta a los estímulos. Cuando los humanos crecen y pierden la inocencia... dejan de creer en ángeles, milagros e incluso en la bondad. Una lástima -suspira Candance, luego mira a Madge y le cubre la espalda algo descubierta-. Es una linda chica, Gale... hiciste lo correcto esta vez.

- Bueno, hubiera sido mejor sexo completo pero no teníamos protección y... tú ya sabes... -Empiezo a decirle pero ella me interrumpe con un coscacho en mi frente, que me duele a pesar que ella es un ángel y esto es un sueño.

- ¡No te estoy hablando de eso, mente retorcida! Estoy hablando de que por fin abriste la mollera y usaste los sesos... para algo más que no sea cazar y alimentar a tu familia, porque en eso eres bueno -me sermonea Candy en tono de reproche, luego suaviza su voz-. No eres tonto, Gale. Aunque a veces, eres testarudo y otras simplemente tarado. Es increíble que haya pasado tanto tiempo para que te dieras cuenta que era Madge y no Katniss quien te necesitaba.

-Podrías haberlo dicho directamente, en vez de dar tantos rodeos -protesto.


Candance me contesta que no podía intervenir de forma directa, que yo tenía que darme cuenta por mí mismo. Hubo veces que me pregunté, luego de llevar las fresas a la puerta trasera del alcalde, por qué su hija me quedaba mirando pero rehuía mis ojos si yo la miraba... o por qué nunca replicaba nada cuando era pesado con ella. Otras veces, se estremecía y enrojecía como una fresa si nuestras manos llegaban a tocarse al recibir el balde o entregarme el dinero. Siempre lo atribuí a su timidez, porque no me creía que una chica como Madge fuese a fijarse en mí, aunque no me iba mal con las chicas. Era afortunado que me miraran y hasta me rondaran con segundas intenciones. Pero Madge no era de ésas, estaba fuera de todas mis posibilidades y expectativas, por hermosa que fuera ella o por mucha aceptación que yo tuviera entre las colegialas. Simplemente no me cabía en la cabeza que la hija del alcalde se fijara en un minero y justo yo. Siempre creí que Madge terminaría casada con algún chico rubio y acomodado del pueblo... y yo, con Katniss. Porque la quería, porque nos entendíamos y porque estaba a mi alcance. Katniss me resultaba más asequible que una chica como Madge. Y creía que la amaba, pero ahora me he dado cuenta que es un amor fraterno, de amigos y casi hermanos.


- Madge es perfecta para ti, Gale. Y te necesita, no la dejes sola.


Fue lo último que Candance me recalcó antes de disolverse en un polvo dorado que intenté atrapar en vano. Me fui deslizando de nuevo en un sueño profundo e inconsciente.



Despierto poco antes del alba como de costumbre, me levanto sin molestar a mi chica y abro las gruesas cortinas oscuras; los últimos luceros aún brillan en el cielo. Hay uno muy grande, blanco y brillante en el cielo azul violeta que comienza a aclarar. Acaricio y beso muy suave la mejilla de Madge, quiero que lo vea y decirle que ella es mi lucero brillando en la oscuridad. 


- Buenos días, mi Bella Durmiente -le digo sonriendo.

- Buenos días, mi sexy cazador -contesta con otra sonrisa.


Le muestro el lucero, comparándolo con sus ojos. Nos besamos con dulzura primero, pero a medida que la acaricio siento que empiezo a excitarme de nuevo y profundizo el beso, ella me responde con la misma pasión. 


- Gale... ¿dormimos desnudos? -pregunta de pronto Madge como si no lo creyera todavía.

- Por supuesto... te dije que nos íbamos a portar mal. ¿O estás arrepentida? -pregunto.

- Para nada, Gale... fue realmente espectacular. 

- Y eso que nos faltó la mejor parte - susurro en su oído y acaricio sus curvas.

- Hagamoslo otra vez -suplica con voz ronroneante.


Sin hacerme de rogar me acomodo sobre Madge y beso uno de sus pechos mientras aprieto su trasero en mis manos. Ella revuelve mi pelo mientras gime y entierra sus uñas en mis brazos y espalda. Empezamos a gemir y jadear tocándonos, besándonos, mordiéndonos, lamiendo cada parte sensible de nuestros cuerpos. Ya amanece cuando acabamos en un orgasmo casi mutuo.


- Debo irme, princesa -digo tomando su reloj pulsera de la mesa de noche, indica las 07: 03 horas.

- No, quédate otro rato, Gale -me suplica, con esa carita de niña dulce y buena. 

- No me lo hagas difícil, Madge... son poco más de las siete, a esta hora se supone que estoy cazando ya -le contesto con voz resignada. 


Quiero quedarme más con ella, pero debo alimentar dos familias, además pronto llegarán las sirvientas y el personal del ayuntamiento, que abre a las ocho pero los empleados deben marcar tarjeta antes. Debo apurarme si no quiero que alguien me encuentre en el cuarto de Madge o saliendo del edificio.


- ¡Las siete, santo cielo! Debo darle la primera medicina a mamá -exclama Madge, saltando desnuda de la cama y a punto de salir disparada por la puerta tal como llegó al mundo, si no es que la freno para advertirle.

- Sería mejor que te pusieras algo... -Le extiendo su bata de algodón puro.

- Ups... -Madge se sonroja pero luego se ríe al colocarse la prenda.- ¿No te quedas a desayunar conmigo siquiera? -pregunta, con grandes ojos esperanzados.

- Otro día princesa... ahora debo marcharme, lo siento -digo, de verdad que siento no poder quedarme, pero le prometo que un día me quedaré toda la noche, despertaremos más temprano y desayunaremos en la cama. 


Antes de ir a ver a su madre, Madge me acompaña hasta abajo por la escalera de emergencia, nos besamos y nos asomamos para comprobar que nadie me verá salir. Veo su cara sonriendo y su mano agitarse, diciéndome adiós. Corro por el camino hasta llegar a mi casa en la Veta, mi madre ya se ha levantado y lava ropa en el fregadero, le doy un beso en la coronilla y voy por mi morral antes que diga algo. Me queda mirando con las cejas levantadas. Corto un trozo de una barra de pan blanco que nos dio Prim ayer, regalo del panadero, lo echo al morral y trago unos sorbos de leche de cabra directo de la botella, limpiándome la boca con el antebrazo.


- Me voy al bosque, ma... traeré algo para el almuerzo a mediodía -le aviso, ahora le doy un beso en la mejilla. Ella me besa también y me toma del brazo... entonces se lo queda mirando.

- ¡Vaya! Parece que pasaste la noche con una gata salvaje... 


¡Rayos! No me di cuenta que Madge me clavó las uñas tan fuerte que dejaron marcas en mi piel morena y la manga corta de mi camiseta no basta para cubrirlas. Siento que mi cara arde y trago saliva.


- ¡Mamá! ¡Ya tengo dieciocho años... no soy un crío! -exclamo todavía avergonzado. 


<<Nota: pedirle a Madge que para la próxima no me rasguñe tanto.>>


- Para una madre, sus hijos siempre serán sus niños, aunque sean mayores de edad. Dile a tu amiguita que se corte esas garras -bromea y me pellizca la mejilla-. ¡También te mordió! Debe ser una verdadera salvaje... -espeta entre seria y divertida, tocando un punto en el lateral del cuello, bajo la oreja. 


Me toco y siento un ligero dolor, como cuando te golpeas y te dejas el machucón. La verdad, no me di ni cuenta de la intensidad de los rasguños y mordidas de Madge, porque no estaba concentrado en eso, sino en pasarlo bien con ella. Voy al baño pretextando peinarme y me miro al espejo resquebrajado: tengo un chupón de Madge en el cuello. Y no es el único, descubro dos más cuando me palpo el pecho. Al menos, esos los cubre la ropa, igual que los rasguños de mi espalda. No me disgusta llevar las huellas de amor de mi chica, pero como nuestra relación es secreta, deberemos tener cuidado dónde nos marcamos. ¿Tendrá Madge algún recuerdo mío en su cuerpo? Imagino que sí, porque también la mordí en varias partes y su piel es notoriamente más blanca que la mía. Sólo espero que no sean tan evidentes a la vista.


Después de cazar y revisar las trampas en el bosque, fui al fresal y recolecté casi dos kilos de fresas para Madge. Aunque primero vendo la mayor parte del botín en el Quemador. Dejo dos conejos para mi familia y un pavo para las Everdeen, junto con algunas verduras. En el mercado negro me encuentro con mis amigos, que por supuesto, la toman conmigo al ver los rasguños y el chupón, por lo que tengo que aguantarme una sarta de burlas jocosas.


- ¡Vaya, vaya, Hawthorne! ¿Te topaste con un lince o con una gata salvaje? -me larga Thom, riendo, en el puesto de Sae.

- ¡Casi lo mordió en la yugular... mira ese chupón! -exclama Bristel, siguiendo la chacota con Thom.


Esbozo una sonrisa y me encojo de hombros, haciendo un gesto vago con la mano para que me dejen en paz, pero no está en sus planes dejarlo pasar así no más. Hasta Sae se divierte a costillas mías cuando canjeo dos conejos por parafina. 


  - ¿Quién fue ahora? ¿Misty... o su amiga Blaze? -pregunta Thom-. Supe que se pelearon y hace rato que la pelirroja te anda mirando con ganas, campeón.

- Sí, apuesto que se pelearon porque Blaze te echó el ojo, Gale -me espeta Bristel palmoteando mi espalda.


No contesto, mastico un tallo de diente de león y los dejo pensar lo que quieran ellos creer. Estoy por irme ya pero la pantalla, que mostraba repeticiones de muertes y a la que nadie hacía mucho caso, nos muestra ahora a Caesar Flickerman, el presentador oficial de los Juegos. 


- Atención, telespectadores, en donde quiera que estén. Tenemos un importante aviso, enviado por nuestro querido presidente Coriolanus Snow. -Apenas pronuncia el odiado nombre, se escuchan los silbidos y abucheos por todo el Quemador.- A las tres en punto deben dirigirse a la plaza de cada distrito, las labores quedan suspendidas. 

"Repito: todos a las tres en punto en la plaza, para ser testigos de un próximo e importante cambio en nuestros Juegos de este año... ¿posiblemente el desenlace final? No falten si desean averiguarlo -indica con un estúpido tono de dramatismo en su voz. Odio a este payaso. 


Me despido, paso por donde las Everdeen a dejarles lo suyo. Prim recibe el pavo, que casi no mira por la preocupación en su rostro; está angustiada por su hermana, que el desenlace pueda salir mal.


- ¿Qué pasará ahora, Gale? ¿Qué crees que hagan los vigilantes para acabar el Juego? -me pregunta con ojos llorosos.

- Tranquila, Prim. Ya verás que cualquier situación que se presente, Katniss saldrá bien. Tu hermana es lista, fuerte y valiente. Volverá a casa contigo.


Tranquilizo a Prim, la quiero mucho, es como una hermana más para mí. Quisiera contarle lo que escuché decir al alcalde Undersee la otra noche, pero no puedo, Madge me hizo jurar que no diría nada, ni siquiera a las Everdeen por ser información confidencial. Me voy directo a casa de Madge ahora, para entregar las fresas y verla a ella, tal vez sepa algo más, tal vez el alcalde ya haya regresado del Capitolio.


Apenas toco la puerta, tres golpes, se abre de súbito y una llorosa Madge se lanza a mis brazos barboteando algo que no logro entender, excepto una palabra aterradora: mutos.


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