Capítulo 33: Carta para Gale

545 36 25
                                    


<<¿Esto es un sueño o es real?>>, me pregunto en un recóndito punto de mi cerebro. Porque si es real, no puedo creerlo. Y si es un sueño, no quiero despertar nunca.

Gale me toma la barbilla y sus dedos limpian un supuesto rastro de malvavisco en mis labios, recorriendo lento la curva inferior y el arco superior. Tiemblo. Su otra mano toma entonces con firmeza mi cintura. Tiemblo todavía más. Súbitamente me doy cuenta que su rostro se aproxima aun más al mío y me pregunto qué pretende Gale cuando nuestras bocas se encuentran y él logra separar mis labios para besarme. Suave y tierno al principio, luego sus labios se abren más sobre los míos, su lengua juega con la mía y el beso se vuelve más apasionado. Siento que mi piel se derrite como mantequilla al contacto de sus manos. Yo no me quedo atrás y también acaricio su nuca, su tupido pelo negro brillante y sedoso, sus brazos fuertes y su espalda. Siento también la presión de su cuerpo delgado pero musculoso sobre el mío, caigo de espaldas o más bien Gale me deposita sobre el pasto y, a medida que las caricias me electrifican entera, el beso se vuelve más intenso. Una de mis manos recorre su nuca suave y la otra su espalda, Gale se aferra más a mí y me estrecha más contra él.


<<¡Gale Hawthorne me está besando!... ¡Mi primer beso!>>


En alguna parte de mi atontado cerebro, recuerdo a las chicas de la escuela comentando sobre su primer beso. Todas aseguraban sentir mariposas en el estómago. ¿Mariposas? Yo creo que tengo una bandada de sinsajos revoloteando ahí dentro. También creo sentir que mi cabeza da vueltas. O que el mundo alrededor nuestro se ha puesto a girar al revés. El aire me falta, hacemos una breve pausa para respirar, Gale roza sus labios con los míos y su mirada irradia algo que no logro descifrar. Entonces continuamos besándonos, él mordiendo mi labio inferior, yo saboreando su boca que tantas veces soñé besar así. Otras chicas también relataban la sensación de estar flotando a varios centímetros del suelo. Yo no, sé que estoy en el suelo porque el cuerpo cálido de Gale me confirma que estoy recostada contra la hierba. No veo la luna ni las estrellas arriba nuestro porque tengo los ojos cerrados... pero de todos modos, es como si las estuviera viendo, con el añadido de los fuegos artificiales de Año Nuevo. Sólo que los siento explotar dentro de mí. Así se siente mi primer beso con Gale.

Él continúa besándome, intensificando el beso mientras acaricia mi cintura, espalda, caderas, aprisionando mi cuerpo contra el suyo; hacemos breves pausas para respirar y seguimos así, nuestras bocas conectadas, perdiendo toda noción del tiempo. Las manos grandes de Gale recorren mis brazos, rozan mis mejillas, juegan con mi pelo y vuelven por mis costados a mi cintura, enseguida las deja reposar en mis caderas, por sobre mi falda. No intenta nada más osado por ahora. Aunque hace rato atrás tenía frío ahora siento por dentro un calor inusual que me derrite, siento algo que nunca había sentido antes: deseo. Deseos que Gale me toque, todo mi cuerpo completo y recorra toda mi piel con sus manos. Muchas veces fantaseé con la idea de besar a Gale e incluso intentar algo más atrevido como que acariciara mi cintura o tocar los músculos de su torso... pero este calor intenso que siento es algo nuevo para mí. Por primera vez estoy besando a un chico (y nada menos que al chico de mis sueños) y deseo que me toque más allá de lo permitido. Por un momento me desconozco yo misma, siempre fui una chica tan correcta... esta no soy yo.

Ignoro cuánto rato nos besamos así, con intensidad, comiéndonos a besos, sin hablar, sólo murmurando nuestros nombres cada tanto entre un ósculo y otro. Sin embargo cuando Gale se detiene para tomar aire y permitir que yo me siente y respire también porque estoy hiperventilando, nos quedamos mirando petrificados, idiotizados, como si no pudiéramos creer lo que está ocurriendo. Veo en sus ojos que está tan desconcertado como yo. Pero no arrepentido. Gale vuelve a tenderme de espaldas, la mitad de su cuerpo sobre el mío, me besa mordiéndome con más ganas, luego besa la línea de mi mandíbula mientras yo susurro su nombre. Cuando me besa y mordisquea en el cuello y la clavícula creo sentir algo que podría definir como éxtasis. Suelto sin querer un gemido de placer y eso parece excitarlo más porque agarra mi cintura por detrás de mi espalda y uno de mis muslos con fuerza, apretándome, bajo el dobladillo de la falda. Gale me desea también. Luego su otra mano se posa en mi otro muslo y acaricia ambos con una suavidad que me excita y me vuelve loca. Me mira un momento, como averiguando si se lo permito. En respuesta me incorporo un poco, me subo a sus piernas, agarro su camiseta y lo atraigo hacia mi boca, besándolo con frenesí.

Gale y Madge: Fresas en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora