Capítulo 2: Tonta Niña Rica

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Me levanto muy temprano, al despuntar el amanecer. Mi madre y mi hermanita duermen acurrucadas en la cama junto a la pared de tablas; al otro lado y en la cama más grande, duermo yo con mis hermanos Rory y Vick.

Antes, hace unos cuatro años, poco más, eran mi madre y mi padre los que dormían conmigo en esta cama, mientras mis hermanos menores usaban la más pequeña. Mamá estaba esperando a mi hermanita Posy. Entonces papá murió en una explosión de la mina. El Capitolio me dio la Medalla al Valor, por ser el hijo mayor y quedar a cargo de mis hermanos menores... como si una estúpida y tonta medalla nos fuera a arreglar la vida o compensar la pérdida de nuestro padre. Ni siquiera era de oro, porque en ese caso, la hubiera hecho fundir y la habría vendido por su precio en gramos en el Quemador. Era una baratija con un baño dorado.

Así nos ve y nos trata el Capitolio, como algo de poco valor... a menos que les seamos útiles a sus propósitos. Sólo nos esclavizan para su provecho. Por eso odio tanto al gobierno y todo lo que provenga del Capitolio. Odio al Presidente Snow, a los que trabajan para él y, por supuesto, odio los Juegos del Hambre.

Justamente hoy, es el día de la cosecha. Una estúpida mujercita del Capitolio viene a leernos un discurso y mostrarnos una cinta sobre la rebelión de los Días Oscuros. Fue cuando los 13 distritos de Panem se rebelaron contra el gobierno central por el abuso de poder. Por desgracia, perdieron. En castigo el Distrito 13 fue bombardeado y destruido. Además, como eterno escarmiento, desde entonces tenemos los Juegos del Hambre. Mediante un sorteo, se eligen un chico y una muchacha entre doce y dieciocho años, de cada distrito. Los entrenan para pelear entre ellos y luego los lanzan en un coliseo cerrado, lleno de peligros mortales. O se matan entre ellos o mueren en horrorosas trampas. Sólo uno puede sobrevivir y ser coronado vencedor.

Hoy es la cosecha.

Pero antes de ir a presentarme, que me tomen mis datos y me pinchen el dedo para corroborar mi identidad, antes de saber si este año saldré sorteado yo o algún amigo; debo ir al bosque a cazar. Siempre voy al bosque a cazar aunque está prohibido. No hay otro modo de alimentar una familia numerosa como la mía. Y no quiero que mis hermanos empiecen a pedir teselas como lo hago yo. Cada tesela es una limitada ración de víveres para una persona. Si pides teselas, tienes más papeletas para el sorteo de la cosecha. Yo he pedido tantas como he podido y mi nombre está cuarenta y dos veces este año. Es mi último año como posible representante del 12 al tener dieciocho, pero nunca se sabe... volviendo al tema, debo cazar algo para el almuerzo, o al menos revisar las trampas, por eso me levanté al alba. Cierro la puerta de nuestra casa sigilosamente y me encamino por las calles de la Veta, el barrio de los mineros donde he vivido toda mi vida.

Ya que estoy en el bosque, también cazaré algo para intercambiar por un pequeño obsequio para mi amiga Katniss. Es morboso, lo sé, pero en los distritos acostumbramos hacernos "regalos de cosecha" y ponernos nuestra mejor tenida. Dos horas después tengo en bolso unas pocas presas que cayeron en las trampas que montamos Katniss y yo al atardecer, antes de irnos a cenar. Fui hasta la plaza del distrito y entré en la panadería, el único negocio que abre antes de las ocho de la mañana. El señor Mellark estaba trayendo una gran canasta con fragantes panes de la primera horneada; le ofrecí dos ardillas a cambio de una hogaza caliente, sé que le encantan; pero dijo que con una bastaba, parece que no tiene muchas ganas hoy... lo noté preocupado, tiene tres hijos y los dos menores aún pueden ser cosechados; desde el mostrador divisé al trío de los chicos Mellark, horneando y ayudando en la parte trasera del negocio. La cosecha no hace distinciones entre ricos y pobres, una vez que cumples doce años, puedes salir sorteado. Lo que equivale a tu sentencia de muerte, a menos que seas lo bastante fuerte o lo bastante listo para sobrevivir. Sin embargo, el sistema está diseñado para que los pobres, los de la Veta, seamos los más propensos a salir seleccionados, los chicos de la clase comerciante jamás piden teselas. Es un sistema muy injusto y me revienta. Más encima, se supone que debemos celebrar este día y los Juegos como un acontecimiento festivo; de hecho, hoy es feriado en todo el país, no se trabaja ni se va a la escuela. Pero cuando eres pobre y tienes varias bocas que alimentar, no te puedes dar el lujo de quedarte descansando en tu cama.

Gale y Madge: Fresas en el BosqueTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon