Capítulo 49: Ámame...

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Descalza, lo más silenciosa que puedo, casi conteniendo la respiración, cruzo pasillos y bajo al comedor del segundo piso, mando para abajo la bandeja, lástima que ya no quepo dentro del montacargas como hasta hace poco. Con las sandalias en la mano bajo a la cocina, cuando creo que puedo respirar tranquila porque nadie me ha visto, retiro la bandeja, la puerta trasera se abre y entra Rose, a las ocho en punto. Pego un respingo de la sorpresa cuando me habla y casi se me cae la bandeja con todo al suelo.


- Vaya, despertamos con desayuno para dos en la cama -exclama con una risita cómplice, parece divertirle mucho haberme pillado otra vez... pero a mí, no.

- Rose... ¿por qué tienes que ser tan puntual?, ¿no podías llegar un minuto más tarde? -protesto, sin contestar lo obvio, depositando la bandeja en la mesada.

- Tengo que conservar mi trabajo. Eso implica ser puntual, hacer lo que me ordenen y también callar ciertas cosas que veo o escucho en esta casa -responde.

- Entonces, ¿puedo contar con tu silencio? -pregunto, usando un tono cómplice y amistoso.

- Por supuesto, Madge. Sabes que te estimo  mucho y no me gustaría que tengas problemas con tus padres. El señor Undersee ya tiene suficientes -señala ella, calándose su delantal de mucama-. Por otra parte, si pierdo este trabajo... no quiero terminar picando carbón en la mina. Prefiero esto, aunque tenga que aguantarme a la gente del Capitolio aquí... ¿alguien más se ha levantado, a propósito?

- Sólo papá, ya bajó a su despacho. Mamá todavía está en cama... y las visitas aún duermen.


Rose debe creer que es Barley quien ha dormido conmigo pero prometió no decirle nada a mis padres. Si me hubiera descubierto Hannah, ella sí habría hablado, al menos con mamá. Enseguida estamos riéndonos de los trajes que usaron anoche Rita y Calista cuando Cinna entra a la cocina y nos da los buenos días.


- Venía a prepararme un café.


Cuando le indicamos que sólo tenía que pedirlo, contesta que él no quiere abusar del personal doméstico, que prefiere atenderse solo. De todas formas Rose prepara un brebaje cargado como pide Cinna, yo también lo necesito después de trasnochar y madrugar con pocas horas de diferencia. Dos minutos después llega Plutarch Heavensbee, con la misma idea. Los tres lucimos ojeras y rostros cansados. Papá llega entonces, en las mismas condiciones. Ayudo a Rose con los desayunos, sin dejar de mirar a los tres hombres con suspicacia, pero no digo nada. Alrededor de una hora después un aerodeslizador aterrizó sobre el Edificio de Justicia para recoger al vigilante y al estilista. Aprovecho no sólo de agradecerle por los hermosos vestidos que diseñó para mí, sino también por los de Katniss, ya que lograron que el público se fijara en ella; junto con mandarle unas palabras de ánimo a mi amiga y a Peeta. Papá tiene que encargarse de que tengan todo listo en la plaza, están montando escenarios donde habrá malabaristas, magos, saltimbanquis y otras entretenciones populares del Capitolio. Yo me encargo de mamá y también de que los agentes de la paz traigan de vuelta mi piano desde el Edificio de Justicia. Gale aparece casi a la una, para recuperar su balde y ofrecer moras en vez de fresas, aparte de unos pavos, ya que aún quedan visitas que alimentar por varios días. Quiere que vaya a la pradera poco antes del atardecer, pero dudo que pueda ir, todavía hay bastante ajetreo en casa. Si no fuera por los reporteros y toda esa troupe del Capitolio alojados aquí, mis padres y yo ya nos habríamos mudado a la casa de verano en la colina, añoro bañarme en la alberca y tomar sol. A media tarde tengo un breve momento de paz a solas: arreglo mis manos y elijo ropa para la cita, toco el piano para distraerme un rato mientras mi madre duerme siesta. Rita, Calista y los reporteros andan cubriendo las festividades para el distrito.

Gale y Madge: Fresas en el BosqueWhere stories live. Discover now